Las diminutas piernas de Ricardo Velázquez Cruz, entonces consejero jurídico de Mario Plutarco Marín Torres, desplegaron una velocidad inusitada por los pasillos de la sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), para esquivar sin éxito una entrevista.

Este reportero, de todos modos, lo alcanzó en el Palacio de Justicia y le arrancó una declaración. El Torpedo, como lo apodaban en el círculo marinista, no cabía de gusto por librar a su jefe de la defenestración por violar las garantías individuales de la periodista Lydia Cacho. Al tiempo, lo traicionó.

Sus respuestas a la entrevista, entonces, fueron anodinas. Salió huyendo otra vez. Era noviembre del año 2007. Su “hermano” y “amigo del alma” era el gober precioso a quien luego “traicionó”, aseguran los cercanos del hoy preso en el penal del Altiplano.

La conducta del Judas ha sido una constante en Ricardo.

Luego de su militancia en el marinismo, entre 2005 y 2011, nadó en aguas morenovallistas y por una anomalía del destino, llegó después como consejero jurídico de la administración de Miguel Barbosa Huerta, quien con el tiempo se dio cuenta de su deslealtad y lo echó de Casa Aguayo.

El sonorense, quien consiguió la ciudanía poblana en 1992, regresó a su lugar como magistrado del Poder Judicial del Estado de Puebla, en donde este jueves volvió a comportarse como el Iscariote.

Bien conocido por sus constantes ausencias, atribuidas a su consuetudinario y excesivo consumo etílico —es público y con testigos dispuestos al careo; y es de interés general, porque entorpecen su labor como funcionario—; no obstante, Velázquez sí se presentó a la sesión del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), el mediodía de este jueves.

Fuera de todo contexto, Ricardo tomó la palabra para criticar a los gobernadores Miguel Barbosa y Sergio Salomón Céspedes Peregrina —quien era presidente del Congreso al momento de la aprobación— por la reforma al Poder Judicial, que busca acercar la administración de justicia a los poblanos y poblanas, y limpiar la cloaca de corrupción en que se había convertido el Máximo Tribunal estatal.
Sin argumentos jurídicos ni coherencia, calificó la Reforma Constitucional que aprobó por unanimidad el Legislativo local, el 6 de octubre de 2022, como “una aberración”.

Dijo el infiel del marinismo que “se nota que la reforma la hicieron ignorantes, como Barbosa, Céspedes y Palafox (el actual presidente del Consejo de la Judicatura del estado).

Con tono arrabalero, salpicando saliva, dijo que se “avergüenza de pertenecer al Poder Judicial”.

Velázquez es quien menos autoridad moral tiene, por su pasado, por sus conductas, por su conscupiscencia, por su aparente contexto lleno de obstáculos personales y de salud para el desempeño profesional, pero sobre todo, porque ha desplegado, luego de la muerte de Miguel Barbosa, una campaña de insidias, como cualquier “busca chambas”, para intentar regresar a la Consejería Jurídica del Gobierno del Estado.

Olvida el exmarinista que el actual consejero, Jonathan Ávalos, a quien ataca permanentemente, tiene santo y seña de todo lo que hizo como consejero. Entre otras joyas, las ventas de “perdón”, los chantajes a notarios, las extorsiones y demás, nos aseguran varias fuentes.

En tanto, con seguridad Ricardo Velázquez —quien ya puede retirarse— seguirá faltando a su trabajo, so pretexto de sus “múltiples enfermedades”, aunque no se le extraña, porque es —aseguran fuentes de Ciudad Judicial— un déspota.

Por cierto, tenía en sus oficinas una sala especial para recibir masajes, asegura el personal cercano a él.

Las aseveraciones que hizo este jueves Ricardo Velázquez Cruz fueron desconcertantes

La duda que quedó entre los otros magistrados del Pleno es si su comportamiento tuvo como origen un descontrol de hoy, o se trata de un daño más permanente.

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