El temple y los reflejos que demuestran las administraciones públicas en medio de las adversidades hacen diferencia y las marcan en la memoria colectiva.

Con apenas cinco meses al frente del gobierno de Puebla, el mandatario Sergio Salomón Céspedes y su gabinete han debido enfrentarse a la que es, sin duda, la prueba de —literalmente— fuego en cuanto a fenómenos naturales en la región: el volcán Popocatépetl.

El coloso impredecible y su temible actividad cíclica han exhibido, en el pasado reciente, las capacidades de los gobiernos y de sus cabezas. No todos han salido bien librados y han dependido más de la suerte que de sus propias acciones.

Sergio Salomón tomó desde el primer momento de actividad intensa el tema en sus propias manos. Ha sabido conducir el barco del Gobierno de Puebla a la contracorriente picada que representa la actividad volcánica, ante la tarea de resguardar las vidas y el bienestar de las más de 39 mil personas que están en las 27 comunidades cercanas a Don Goyo.

La coordinación con las instituciones del gobierno federal ha sido indispensable en esta tarea.

El Semáforo Volcánico está en Amarillo Fase 3, un incremento en el riesgo, que se anunció este domingo. Así lo determinó el Comité Científico Asesor.

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El gobernador poblano, quien ha mantenido el flujo de la información permanente en sus redes y en los canales oficiales de su gobierno, ha subrayado que la alerta, no necesariamente debe traducirse en alarma.

Se ha detallado que la evacuación, en caso de que sea necesaria, tiene todos los protocolos y los medios materiales y humanos a disposición para su desarrollo.

La Fase 3 establece eso, pero el Gobierno de Puebla lo tenía previsto desde antes del incremento del riesgo que informó este domingo la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC).

Los reflejos que ha demostrado la administración poblana dan certeza a la población de la capital, en donde nos inquietamos mucho más que en los poblados más cercanos a Don Goyo, en donde por generaciones han aprendido a vivir con el constante rugir del volcán. Es un sonido eterno que acompaña la vida y las actividades en comunidades como San Nicolás de los Ranchos y Santiago Xalitzintla.

Del largo historial de actividad del Popo, dos años son lo que más referencias tienen en la historiografía contemporánea. Los dos, con necesidad de evacuaciones.

En el año 2000, a mediados de diciembre, se registró la que es considerada la más reciente “erupción violenta”. Se registró el 18 y 19 de ese mes en ese año.

Fue necesaria la evacuación. El gobernador era Melquiades Morales Flores y, aunque con algunas vicisitudes, salió su administración avante.

Antes y con una circunstancia especial, una serie de erupciones comenzaron el 21 de diciembre de 1994. El gobernador era Manuel Bartlett Díaz.

Funcionarios que vivieron esa época aseguran que el ex secretario de Gobernación federal, quien había tomado las riendas de Puebla en febrero de 1993, vacacionaba esas navidades en Suiza, cuando llegó la alarma.

Regresó a Puebla con prontitud y habilidad, pues no era sencilla la conectividad aérea de botepronto en esos tiempos, y desde esa distancia.

La evacuación que coordinó su administración fue exitosa, aunque sus detractores se han encargado de propagar una narrativa de que fue “caótica”.

La verdad es que, al menos en la memoria de los beneficiarios de esas acciones y en el grueso de las miradas poblanas, esa capacidad de reacción le valió el reconocimiento popular, ante una imagen agria que de sí solía dejar el mismo Barttlet.

El volcán, como ironía, con su magma y sus explosiones, le limpió la cara al hoy titular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

La capacidad de reacción ante estos eventos naturales muestra gobernabilidad, liderazgo, orden y eficiencia.

Sergio Salomón ha llamado a los poblanos y poblanas a la calma.

Las acciones que ha instruido muestran que hay control y atención. Hay mucha concentración en lo que ocurre, pero no hay zozobra.

Foto: Especial

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