El grupo de García Hernández, quien fue secretario de Organización de Morena y tiene una muy real cercanía con el presidente AMLO.
A Gabriel García Hernández, el coordinador General de Programas para el Desarrollo del Gobierno de México y senador de Lista Nacional (plurinominal) con licencia, se le ve como el verdadero dinamitero de la alianza Juntos Hacemos Historia (Morena, PT y PVEM) en Puebla.
Para él opera, en realidad, y a él obedece Carlos Alberto Evangelista Aniceto, a quien se responsabiliza de haber roto la posibilidad de que el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) se sumara a esa coalición en las candidaturas locales.
Fuentes del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de Morena han develado la historia detrás de la aparente encomienda de Evangelista, para romper con los verdes y, en Puebla y otros estados, acaparar las candidaturas, sobre las que incluso se han dado acusaciones de venta.
El grupo de García Hernández, quien fue secretario de Organización de Morena y tiene una muy real cercanía con el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuenta con 15 de los 24 lugares del CEN morenista y, desde ahí, mantienen atado de manos al presidente formal de ese órgano, Mario Martín Delgado Carrillo.
La historia y sus detalles explican el porqué del tanto poder de decisión en Puebla de Evangelista, un ex perredista cuyo mayor trabajo y trayectoria vienen de sus tiempos en la Delegación (hoy alcaldía) Iztacalco, de la Ciudad de México, trabajando como subordinado de Armando Quintero Martínez (hoy alcalde de esa demarcación y antes ahí también jefe delegacional) y otras veces del grupo de Martí Batres Guadarrama.
Con la migración del PRD a Morena, Evangelista se sumó al equipo del hoy poderoso Gabriel García Hernández, quien algunos medios apodaron como “El Monje Negro de AMLO”, y quien tiene raíces familiares en nuestro estado; incluso hay quienes lo ubican como oriundo de la Mixteca.
Con la mayoría de los asientos en el CEN, aseguran las fuentes, ese grupo define las decisiones, incluso por encima y a veces a contracorriente también de la tribu morenista de Bertha Elena Luján Uraga, presidenta del Consejo Nacional de Morena.
La influencia de Gabriel García Hernández -quien a pesar de ir en el número 14 de los candidatos de Lista Nacional en 2018 llegó al Senado, porque muchos de quienes lo antecedían ganaron su elección en tierra, a la que también estaban postulados- cuenta con derecho de picaporte con el Presidente.
Aunque llegó el 1 de septiembre de 2018 al recinto de Avenida Reforma, como senador, tres meses después, en diciembre, dejó el escaño a su suplente, para ir directamente a la oficina que hoy ocupa en Palacio Nacional.
Lo que seguramente el senador con licencia desconoce son los destrozos que su operador, Evangelista Aniceto, ha realizado en Puebla.
De otro modo, no puede explicarse que consienta, alguien tan cercano al Presidente, haber puesto en riesgo el triunfo del lopezobradorismo poblano en las urnas del próximo 6 de junio.
Menos aún se entendería que el coordinador General de Programas para el Desarrollo del Gobierno de México consienta que se “vendan” las candidaturas de Morena, como se ha señalado que hace Evangelista, quien se supone que tiene como “cobrador” de éstas, a Pablo Salazar Vicentello, a quien acusan de “ofrecer encuestas en 30 mil pesos” a los aspirantes, para luego hacer alguna negociación monetaria por la posible candidatura.
Así lo ven y lo han comentado desde Morena y desde el PVEM, en donde les queda claro que el rompimiento de la alianza total para las 26 diputaciones locales, que se había pactado para Puebla desde octubre del año pasado, se dio por negarles a los verdeecologistas las cuatro postulaciones que se habían definido.
Los pocos más de 40 mil militantes efectivos en Puebla, que el Instituto Nacional Electoral (INE) acreditó al Partido Verde a finales del año pasado, y que hoy desdeña el grupo de Gabriel García, en caso de una contienda que, en ciertos territorios se advierte apretada, pueden luego hacerles falta.
Más todavía, el apoyo de los grupos morenistas de cepa y otros de reciente conversión, a los que están dejando fuera, por acaparar las decisiones y las candidaturas; peor será, si las denuncias de venta de éstas resultan ciertas.
Algo debería hacer García Hernández, jefe de los superdelegados de todo el país, para corregir las conductas de su operador y, a su vez, de sus subordinados, que ha dejado fuera incluso a los propios morenistas fundadores de las aspiraciones de representación popular.
La ruta así, si no se corrige, es de un altísimo riesgo, con pase muy directo a la derrota.
La pausa de Cirilo Ramos
El periodista Cirilo Ramos Salas comenzó esta semana una pausa profesional, luego de décadas en el oficio y muchos años al frente de la dirección editorial de Intolerancia Diario, en donde hay actualmente una profunda tristeza, por la partida de su fundador, Rodrigo López–Sainz.
Cirilo desde hace años emprendió, en paralelo a su pasión y vocación, otros derroteros profesionales que hoy lo reclaman de cuerpo entero.
Su retiro del periodismo, que será una pausa indefinida, pero temporal, lo reflexionó con calma y con responsabilidad.
Sus compañeros de Intolerancia, en donde también tengo el honor de colaborar con algunos textos, lo han despedido con mucho cariño.
Él es un hombre que trae el periodismo en las venas.
Es un reportero y un editor de peso completo. Desde su nacimiento a este oficio, se fue cocinado a fuego lento, en la lucha interminable de los años, en los pasos que con esfuerzo gastan suela, en el tejido fino de todos los días.
Es orgullosamente parte de una generación escrupulosa con el dato preciso y que respeta los géneros, los hermosos géneros periodísticos.
Él es un gran periodista, al que no le gusta recibir halagos y menos lisonjas. Pero lo es de sobra (que se aguante estas líneas).
Que la pausa sea breve. Coincidiremos, Cirilo.