Los defensores de Lozano no investigan ni construyen siquiera verosimilitud en las acusaciones que han lanzado para defenderlo.
La defensa que han hecho de Melitón Lozano Pérez, los pasquines y las plumas desde donde, habitualmente, Fernando Luis Manzanilla Prieto y Moisés Ignacio Mier Velazco vomitan hiel, no hacen sino comprobar que el defenestrado secretario de Educación estatal jugaba y juega con doble moral y con perversidad.
¿Cómo interpretar, por ejemplo, que Rodolfo Ruiz Rodríguez, ahora conocido como «Nigromante Ruiz», el amanuense de Moisés Ignacio, salga a la defensa del ex presidente municipal de Izúcar de Matamoros?
Fue uno de quienes, con información imprecisa, antes lo sepultaron y hoy pretenden ignorar los datos duros.
Además, se trata de una defensa simplista, como si solamente el episodio de Ayoxuxtla, Hueutlán El Chico, Puebla, en la gira del presidente de la República, fuera un único motivo para que el ex secretario dimitiera.
En realidad, se trata de una larguísima cadena de errores y señales que el doctor Lozano tuvo y vio, pero que no quiso atender.
Las legítimas aspiraciones que tuvo hacia la sucesión de 2024 las derrumbó él mismo.
Pretendió andar sobre una cuerda floja, con abuso de su cargo para sus fines personales, y que no hubiera consecuencia.
Su renuncia estaba cantada al menos desde hace dos semanas, pero no corrigió nada ni presentó su dimisión. Le faltó al ex funcionario decoró y autocrítica.
El tema de Ayoxuxtla exigía la descripción puntual de los hechos y de manera presencial se narraron. Es más, Melitón reconoce sus lazos con las personas que organizaron el efímero griterío, en el acto del presidente, aunque se deslinda, pero con tanta demora, que su argumento carece de verosimilitud.
Buscan hacer de Lozano una víctima, cuando fue verdugo de varios episodios incluso previos a los hechos del sábado pasado en la tierra en que se firmó el Plan de Ayala, en la región donde, por cierto, tiene él su limitada influencia en los grupos políticos y magisteriales.
Está muy claro.
Los argumentos de los hoy súbitos defensores por consigna, además, son pueriles e insustanciales.
Está claro que los amanuenses de Mier y Manzanilla no han podido trascender la holgazanería con la que se desempeñaron en otros encargos.
Reportear de modo presencial, cómo antaño, demanda un esfuerzo importante. Los ojos que miran de frente y narran en primera persona son testigos superiores al intento de engaño y simulación fallida de las redes sociales.
Los defensores de Lozano no investigan ni construyen siquiera verosimilitud en las acusaciones que han lanzado para defenderlo.
Quien conozca, al menos por aproximación, la logística de las giras presidenciales, saben que el gobierno del estado es un invitado más. No tiene injerencia en la organización ni en las decisiones de quién sí entra y quién no.
Son solamente el Gobierno federal y, en este caso la Delegación de Bienestar en Puebla, que encabeza el lerdo Rodrigo Abdala, quienes definen la lista de asistentes y el permiso de acercarse a los presentes.
La primera fila y la oportunidad de hablar con el presidente desde las vallas, las definió el sobrino de Manuel Bartlett, lista en mano.
Fue tan burda su operación, que está plenamente documentada.
Incluso, el área de prensa, Presidencia, en este caso, pide datos específicos de cada reportero, como medio, correo electrónico y teléfono, con antelación de varios días, para permitir el acceso a los comunicadores.
Pobres. Y pobre Melitón, escudándose en los enemigos de la Cuarta Transformación poblana.
Si había alguna duda de su comportamiento, ahora que sus defensores vomitan, el hedor a hiel confirma todo.