De un tiempo acá, me di cuenta por ejemplo, que había un montón de prácticas y procesos que requerían ser deconstruidos y que como mujer y madre.


Cuando se es madre, o la armas para sacrificio, los quehaceres del hogar, te ves entre montañas de pendientes, de ropa, la comida, los trastes, el cronómetro y la escuela, las tareas y las criaturas.

O la otra, vas por ahí convertida en heroína de capa rojiazul lidiando entre el trabajo, la moda del emprendimiento y los andares de la crianza. ¡Uffff! Para algunas, el intento por maternar de modos diferentes a lo social y tradicionalmente establecido, ha puesto a temblar varias estructuras. Sí, al menos en casa.

De un tiempo acá, me di cuenta por ejemplo, que había un montón de prácticas y procesos que requerían ser deconstruidos y que como mujer y madre, me tocaba enfrentar en mi afán de ejercer una maternidad más libre y lo más justa posible, casi siempre desde la improvisación.

Supe entonces que en el camino debía hacer frente a la incomodidad, el cuestionamiento y la exigencia de miles de explicaciones sobre mis propias prácticas y las de las otras, que como yo, coincidimos en que maternar en feminismo podría ser una buena idea para desarticular «lo que se espera» de las madres y de los hijos.

Revise la lista editorial del cole y llamó mi atención la línea de formación feminista en la literatura de los y las adolescentes del 1° de secundaria. Algo me decía que no andaba tan perdida.

El colegio aportará lo suyo, dije y forré con gusto esos textos plagados de nuevas y más justas ideas para esos chicos y chicas con el criterio en formación. Y es que es clarísimo que hoy las mujeres, tenemos muchísimas más oportunidades que en otras épocas de la historia, cuando para la mujer todos los caminos conducían a casa, a la crianza de los hijos, al servicio del esposo y a ser madre como única función social posible.

Socialmente, la concepción y la maternidad, que no es lo mismo, se adornan con un aura divina. Es como si se tratara de estar feliz, sonriente, radiante, casi flotante en medio de un jardín de rosas. Sí, que se te note que te hace plena de 12 a 12, ¡joder! Y qué cuando más de una se da cuenta que en los andares de la maternidad no todo es almíbar. Muchas se asustan y se cuestionan y a veces salir corriendo puede sonar la mejor idea pero se detienen por mero instinto, las llama “su vocación”.

Muchas mujeres callan, en serio que las he oído y hasta acompañado. Otras han llorado bajo las duchas tratando de limpiar la culpa. No dicen nada por miedo, nos educan para dar el ancho como si en eso te midieran: más madre más mujer, menos madre menos mujer.

Hemos vivido por años habitando roles aprendidos. Hoy justo, ésta era una conversación con mi madre que no termina de entender por qué es que una de las hijas le salió un tanto “descompuesta” pese a todos sus esfuerzos.

Y es que ella me confirmaba en cada frase su no entender aquello de romper el esquema impuesto: “por que yo cuando era niña aprendí que” “y de pequeña entendí que” “como en la escuela me en enseñaron que”, decía. Sí, es complicado romper con dichos anteproyectos, esos esquemas que a muchas personas se otorgan como “ley divina”. Aún más difícil resulta desaprender creencias cuando se vuelven dogmas o se dan por hecho como “leyes de naturaleza” Y qué pasa con las otras, las que no quieren ser madres. Habría que ayudarles también. A serlo cuando lo desean y a no serlo si no lo aspiran.

Es decir, que en lugar de normalizar, naturalizar y santificar el sacrificio y la abnegación como características innatas de las mujeres, se respetara y promoviera su autonomía y derecho a la elección de su proyecto personal de vida. Algunas no quieren, punto.

De ahí, que la maternidad deba ser deseada, o no ser. Porque también se ejerce violencia cuando somos vistas como úteros ambulantes. La misma violencia se ejerce cuando no se puede o no se quiere ser madre y muchas terminan señaladas y descalificadas, otra vez, el sello calificador es: más mujer, menos mujer.

Así, en selección, como al destajo, como una falla, no sirve, entonces que la devuelvan. Muchas mujeres celebramos con empatía y sororidad la aprobación en Oaxaca de una iniciativa que despenaliza la interrupción del embarazo antes de las 12 semanas de gestación.

Dicha entidad se convierte así en la segunda del país que dejaría de castigar con penas de prisión a las mujeres que deciden no ejercer la maternidad, tomando en cuenta que el aborto es la tercera causa de muerte materna en Oaxaca.

El mensaje, reclama la soberanía sobre nuestros cuerpos y refrenda la necesidad de debatir desde la perspectiva de los derechos y no desde la moral. Se trata entonces de estar a favor de la maternidad libre, decidida y consciente. Hoy cada vez son más las que sobreviven a los estigmas del “no”.

Muchas, se animan a ser madres solas, y ya no son sólo mujeres “abandonadas” maternando sin pareja, lo hacen por decisión y ejercen la opción monoparental sin prejuicios. Necesario es que las mujeres volvamos a habitar en comunidad, escuchar nuestras historias, celebrar nuestras elecciones y reconocer nuestras diferencias.

Y urgente es también es llamar a los legisladores a ser leales defensores del Estado Laico sin la intromisión de creencias religiosas en la vida pública y política de todos los rincones de este país.

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