Los tres amigos  que tenían entre 23 y 24 años, desaparecieron el 28 de abril del 2017 en Tecamachalco, zona de huachiocoleros.

Juan de Dios Núñez Barojas: LOCALIZADO. Así se lee el cartel de Persona Desaparecida que cargan sus familiares y amigos, mientras su mamá María Luisa Nuñez Barojas, fundadora del colectivo “Voz de los Desaparecidos en Puebla”, con micrófono en mano y conteniendo las lágrimas, dijo que su hijo y sus amigos, Abraham y Vicente Basurto Linares, desaparecidos el 28 de abril del 2017, ya se encuentran con el Padre Celestial.

Esta noche Juan de Dios, Abraham y Vicente, quienes tenían entre 23 y 24 años, regresarán a su comunidad, Tehuitzo, en el municipio de Palmar del Bravo, después de casi cinco años de que desaparecieron cuando regresaban de Tecamachalco, y se desviaron del camino acostumbrado, porque un retén bloqueaba el paso. En ese entonces, los retenes militares eran comunes en el “Triángulo Rojo”, la tierra de los huachicoleros.

Acompañada de unos cincuenta familiares y amigos que cargaban rosas blancas, veladoras, carteles y fotografías de los jóvenes frente a la Fiscalía General del Estado (FGE), la activista dijo que no solo la delincuencia le arrebató a su hijo y que también fue “el maldito estado” que no funciona.

También llamó a las madres que buscan a sus hijos a que no se rindan, que la lucha vale la pena porque tarde o temprano conocerán cual fue el destino de sus familiares, además de asegurar que la localización de Juan de Dios, Abraham y Vicente, genera un precedente en el estado de Puebla sobre la localización de personas a través de la presión que ejercen los colectivos.

Agradeció al Instituto de Ciencias Forenses, a los peritos que trabajaron en la investigación, a los que la acompañaron, a los que realizaron misas y difusión de carteles, a los medios de comunicación que informaron y a todos los que colaboraron de una u otra forma con la búsqueda.

¿Quién fue el culpable? El Estado, ¿Quién fue el responsable? El Estado. No sé que más decirles, en estos casi cinco años que ellos estuvieron desaparecidos, no he aprendido, no sé como se dice el dolor”, concluyó su mensaje mientras se escuchó el grito: ¡Hasta encontrarlos¡. Después iniciaron los cánticos: “Somos la voz de los desaparecidos, hasta encontrarles. Por el niño que no puede regresar, por la madre que no deja de llorar”

María Luisa vestía un hermoso vestido blanco, zapatillas negras y estaban perfectamente peinada, en señal de alegría de haber logrado su objetivo, encontrar a su hijo; pero con los ojos llenos de dolor de que jamás volverá a ver la sonrisa de su hijo. Así dio y recibió abrazos de familiares y amigos que colaboraron en la búsqueda.

Posteriormente, cruzó la calle, caminaba con paso firme y erguida. Se paró frente a la carroza que llevaba los restos. Su contingente la siguió, es la líder, la que ayudó a otras madres que desconsoladas lloran la desaparición de sus hijos e hijas.

Evitó mencionar si en la carroza iban los restos de los tres jóvenes y responder ¿qué fue lo que pasó?, si hay detenidos o algún otro dato. Antes de partir la intercepté, como madre la abracé y me dijo que no dejará de ser activista y que la “Voz de los Desaparecidos en Puebla” llegó para quedarse. Concluyó: “¡Chingo a mi madre si dejo el movimiento!”

Esta noche habrá un velorio en Tehuitzo y el próximo domingo una misa y un entierro al que todo el pueblo asistirá. Todos conocen a María Luisa porque desde que su hijo desapareció, tocó todas las puertas de las casas de esa comunidad esperando de encontrarlo.

El 5 de mayo de 2018, logró que la FGE le otorgara la sábana de llamadas recibidas al celular de su hijo. Esa información, confío, lo llevaría hasta él. Si sus captores habían robado su teléfono, y lo estaban usando, ella ya tenía la herramienta legal para localizar el móvil y llegar hasta los secuestradores, narró en enero de 2019 al HuffPost México.

Para su sorpresa, la sábana de llamadas marcaba que, días después de la desaparición de su hijo, el teléfono estuvo activo en una vivienda en Palmar del Bravo, a 10 minutos de su casa. Emocionada con el hallazgo, corrió hasta la Policía Militar y pidió su ayuda.

Les dije ‘¡ya lo encontré!, ¡ya sé dónde está!, ¡ayúdenme, vamos por él! Y fueron conmigo, hicieron como que sí, que lo iban a rescatar, pero cuando les dije dónde era, les señalé las casas donde el celular había sido usado por última vez, los militares solo me dijeron que no podían meterse. Y así como llegaron, se dieron la vuelta y se fueron”, narró a ese medio.

La última vez que María Luisa escuchó la voz de su hijo, fue la noche del 28 de abril del 2017, cuando Juan de Dios le avisó por teléfono que él y sus amigos llegaban en 10 minutos a casa, que circulaban por un camino de terracería porque un retén les había impedido el paso en la comunidad de Cuacnopalan.

Después, solo escuchó el buzón de voz e inició la pesadilla que hoy terminó. Lo que no terminó es la lucha, aún hay más desaparecidos que encontrar.

GAPG

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