Las obras se convierten así en un monumento a su persona, sin que lleven sus nombres. Es como un inmueble que hace honor a su gestión constitucional.
He vivido toda mi vida en la ciudad de Puebla, y desde hace medio siglo, he visto que todos los gobernadores, todos; todos los alcaldes, todos, quieren hacer una obra para ser recordados.
Las obras se convierten así en un monumento a su persona, sin que lleven sus nombres. Es como un inmueble que hace honor a su gestión constitucional.
Todavía recuerdo las críticas de Enrique Doger a la decisión de José Antonio Gali de derruir el distribuidor vial 475.
¿Por qué?
Porque estaba el inmueble desfasado. Nunca resolvió de fondo el problema de circulación en el crucero que forman el Circuito Juan Pablo II y la 25 Sur; pero, cómo permitir, sin patalear, que echaran abajo una de las obras emblemáticas de quien fuera presidente municipal de Puebla.
¡Cómo!
Por cierto, Doger, cuando hizo este distribuidor desmanteló la Torre del Milenio, esa estructura metálica más fea que una torre de CFE, la cual inicialmente ostentaba un reloj y hasta un mirador y que promovió Mario Marín como alcalde de la capital poblana, quien no protestó porque sabía que era feo el diseño de José Obed, quien, cabe recordar de esta manera pagó impuestos de su empresa Apycsa al ayuntamiento.
En fin. Pasaje de la historia. Casi, casi: a quien hierro mata, a hierro muere.
Las obras de los gobernantes, les decía, se convierten en sus legados.
Nadie puedo olvidar que el diseño de los puentes de Moreno Valle forman con los tirantes y los postes las siglas del primer apellido del exgobernador. De esta manera, vemos M y V en todos lados. Es más, en el puente de Valsequillo, quedó evidenciado el plan, cuando a la empresa se le ocurrió poner el diseño más claro de esta intentona, al coronar entre postes, en la parte más alta, con este logotipo.
Por lo anterior, entiendo que ahora el gobernador en turno, Guillermo Pacheco Pulido, también tenga ese interés y más cuando buscó por lustro, por décadas el puesto que actualmente ocupa, aunque sea de manera interina.
Sin embargo, hay que tener presente aquello de renovarse o morir.
Este lunes, cuando el secretario de Infraestructura, Movilidad y Transporte (SIMT), Antonio Peniche, presentó el Programa Estatal de Obra Pública 2019 “Unidos Construimos”, me cae que la palma de una mano golpeo mi cara, como una señal para exhibir mi sorpresa.
Sobre todo, en los casos de la recta a Cholula y la Calzada Zavaleta. En ninguno de los dos casos están pensados los ciclistas y los peatones. El segundo caso es desesperante. Otro puente. Un paso elevado. ¿Por qué no deprimido? Preguntaría.
¿Por que no se ve? Pues pongan una placa grande para destacar en qué gestión se hizo. Y ya.
En serio, si usted nunca ha vivido o trabajado a un costado de esos puentes, qué bueno. No se lo deseo a nadie. Se convierten en lugares de acumulación de basura. Bloquean la visibilidad. Animan a la delincuencia.
¿Por qué no pensaron en rediseñar las banquetas? ¿Por qué no retomar el proyecto de la ciclopista? ¿Por qué no ordenan los comercios y encuentran solución a los problemas de estacionamiento?
Lo de las rutas del volcán, pasa.
¿Pero rotondas en la recta a Cholula?
¡Caramba! ¿A poco no recuerdan cómo era la Vía Atlixcáyotl?
Sólo falta que pongan semáforos.
¿Y los ciclistas de la zona? Bien gracias. Ni siquiera los tomaron en cuenta.
¿Ocho carriles en la carretera Puebla-Tlaxcala?
Ufff… Para que quepan más carros
¿Y los peatones?
Insisto: entiendo que el gobernador quiere dejar el legado de su medio año como gobernador, lo entiendo; pero, qué le parece si ese legado también representa un parteaguas, el cual, por primera vez en la historia de Puebla, se piensa más en peatones y ciclistas, que en automóviles, como hacen en ciudades de primer mundo.
¿No le parece más atractivo?
Todavía hay tiempo para redefinir el rumbo, todavía hay tiempo para ese Unidos Construimos, para que ese plan suyo sea histórico, verdaderamente histórico, para que lo pongan de ejemplo, un ejemplo suyo.
Y recuerde:
Nadie es completamente bueno, ni completamente malo