La violencia psicológica puede estar oculta entre «bromas» hirientes, o aquellas cosas que decimos «porque estamos enojados».
A raíz de todo lo sucedido en el país y al escuchar cada vez sobre la llamada “alerta de género” no se puede dejar de reflexionar sobre el tema, pero lo que comúnmente viene a nuestra mente cuando hablamos de violencia, son las imágenes de feminicidios, crímenes, guerras y en general el uso de la fuerza física y heridas sangrantes o secuelas visibles, pero la violencia que nos ocupa y que es muy común en el trabajo terapéutico, es aquella que no sale en los noticieros y cuyas marcas en quien la padece, no se distinguen a simple vista pero que hiere tan profundamente el alma, como pude herir el cuerpo, un balazo.
La violencia psicológica es aquella en la que se ataca la integridad emocional de una persona por medio de mecanismos basados en la tiranía emocional, como lo son los insultos, las descalificaciones, humillaciones constantes, los juegos mentales y las manipulaciones que acaban por confundir tanto a la víctima, que termina sintiendo que merece todo aquello y al normalizarlo, termina repitiéndolo.
Podemos pensar que todo esto está lejos de la mayoría de nosotros, que quienes acuden a terapia por este motivo, ha vivido una situación digna de un capítulo de la Rosa de Guadalupe, pero la violencia psicológica está más cerca de lo que pensamos y pude estar incluso en nosotros y esconderse tras “bromas” que resultan hirientes o en aquellas cosas que decimos “porque estamos enojados” pero ¿cuál es la línea que nos separa de la violencia? La intención de lastimar a alguien, usando algún elemento que sentimos, nos da poder sobre la persona como lo puede ser su apariencia, su género o cualquier otro elemento que sabemos que podemos emplear en su contra para “ganar” una discusión.
Es muy notorio lo anterior en las redes sociales, que al dotar de anonimato, se prestan a la perfección para atacar sin límites a quien no piensa de la misma forma que nosotros, que no tiene las mismas preferencias políticas, religiosas o simplemente, tiene gustos diferentes. Se nos hace fácil atacar, criticar, ridiculizar al otro por un comentario que juzgamos inapropiado, por una opinión con la que no estamos de acuerdo e incluso por sus faltas de ortografía pero sea cual sea la razón, estamos hablando de normalización de la violencia, de ataques que distan del diálogo razonando y que pueden causar mucho daño, no porque la gente sea “sensible” sino porque es violencia y lastima, venga de quien venga.
Dejemos de minimizar lo que sucede a nuestro alrededor, ya sea en redes sociales, en el trabajo, la escuela, la calle, la casa. No nos justifiquemos en eventos previos, en nuestro estado emocional o en que nos han tratado de la misma forma, seamos responsables de nuestras palabras y aprendamos formas no violentas de expresarnos.
La violencia por tanto, empieza en casa, en la forma en que nos hablamos, en la forma en que los padres corrigen a sus hijos o el cómo se resuelven los problemas al interior de la familia, por tanto debemos optar por límites sanos, basados en el diálogo y no en los insultos o la descalificación. Es muy importante que tomemos conciencia del momento que vivimos, que existe demasiada violencia en los medios, en la calle, en el país, en el mundo y pongamos nuestro granito de arena la interior de nuestros núcleos familiares, laborales, escolares.
Espero que lo anterior, les haya sido de utilidad y si les interesa profundizar en algún tema en particular, no duden en sugerirlo en los comentarios o a través de nuestras redes sociales.
¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente, desde el diván.