El paro del 9 de marzo es un gran paso para tener atención sobre la violencia que sufren a diario  las mujeres, pero debemos ir más allá: ¿qué necesitamos para atacar de fondo los problemas de inseguridad?.

Desde la ultima columna donde les hablaba sobre la violencia hacia las mujeres y la responsabilidad que tenemos como sociedad, se han suscitado eventos que llevaron a los estudiantes a organizar un paro para exigir seguridad y éste movimiento al que se han unido varias universidades, se suma al que se está organizando para el 9 de marzo por la violencia hacia las mujeres y me parece que es una forma muy efectiva de tener la atención sobre los hechos sobre los que se exige justicia, pero debemos ir más allá: ¿qué necesitamos para atacar de fondo los problemas de inseguridad? Se habla de instaurar la pena de muerte por ejemplo, pero no creo que sea la respuesta, pues castigos más severos no sirven para prevenir delitos y muestra de ello, es la experiencia que ha tenido Estado Unidos con el tema.

Ciertamente estamos viviendo un tiempo complicado, con un ritmo acelerado y con muchos problemas añadidos pero es momento de parar y analizar a fondo la situación que estamos viviendo. Creo que ambos paros, tanto el estudiantil como el de mujeres, independientemente de quienes se unan o no, debe significar esa pausa de la que hablo para reflexionar, pues debemos tener claro qué parte corresponde a las autoridades y qué parte nos toca como sociedad.

En mi experiencia me doy cuenta que hacen falta límites desde casa, hace falta que los niños y jóvenes enfrenten las consecuencias de sus actos y aprendan a ser empáticos para ser conscientes de lo que pueden estar causando en otros. Veo constantemente niños muy pequeños con altos niveles de ansiedad, con poca o nula tolerancia a la frustración, que están siendo educados para creer que lo merecen todo y que no tienen que aprender a esperar, pues a muchos padres, les es más fácil proporcionarles algún dispositivo electrónico, que pasar tiempo con ellos. No nos damos cuenta de que todo eso acarrea problemas, pues los niños cada vez están más solos a pesar de estar conectados todo el tiempo. Ellos no tuvieron la experiencia de vivir sin redes sociales, sin estar expuestos todo el tiempo y por ello, debemos darnos cuenta que la crianza también debe modificarse, pues los problemas sociales empiezan en casa.

La situación económica obliga a los padres a trabajar más y eso genera que muchas veces los niños crezcan solos, sin límites pero también sin contención emocional, pues muchos padres y con esto no me refiero únicamente a los hombres, pues me queda claro que también algunas mujeres pueden ser muy agresivas, descargan sus frustraciones en forma de violencia hacia los niños y sus parejas, generando un ciclo que no termina y que normaliza la violencia.

Cada vez somos testigos de crímenes más violentos, más cínicos, perpetrados por personas que no tienen empatía, que no son capaces de pensar en el sufrimiento que causan, que se dejan llevar por el impulso y que están acostumbrados a usar a otros para satisfacer sus necesidades y desgraciadamente nada eso surge de la noche a la mañana. Esta es la parte que nos toca como sociedad, el de formar individuos emocionalmente fuertes para enfrentar la frustración, para entender cuando una relación termina y para no tratar o usar a nadie como un objeto de satisfacción personal.

El gobierno tiene la responsabilidad de impartir justicia, de llevar procesos adecuadamente, para que los culpables no evadan sus responsabilidades gracias a recovecos legales, dados por las malas integraciones de expedientes o negligencias en las investigaciones. Tiene también la responsabilidad de sensibilizar a sus funcionarios, entendiendo que detrás de una víctima de cualquier delito, se encuentra alguien que está sufriendo y que su obligación es hacerles más sencillo el proceso para que se denuncien y esclarezcan los crímenes.

Por tanto, debemos entender que es una responsabilidad conjunta y que todos debemos ser parte de la solución. Quiero que estos movimientos sociales tengan el impacto que merecen, que sean un referente no solo del hartazgo que como sociedad vivimos, sino también del planteamiento de soluciones y de exigencias concretas tanto a las autoridades, como a la sociedad. Como he dicho repetidamente, empecemos en casa por inculcar el respeto, la empatía, la tolerancia, los límites no violentos y aprendamos a decir y a aceptar un “no”, recordemos que las familias, estén constituidas como se deicida, deben cumplir con ser un espacio seguro, de contención emocional para todos sus miembros y sólo así, podremos ir sanando poco a poco esta sociedad que tanto lo necesita.

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¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.

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