La sociedad se ha encargado de dotarnos de “recetas” para la felicidad y cómo no, así que el no tener una relación significa que estamos incompletos e infelices.
El pasado 11 de noviembre se celebró el día del soltero, que tiene su origen en una iniciativa de la Universidad de Nankín que la promueve desde 1993 y aunque inicialmente buscaba disminuir el estrés de quienes se encuentran solteros, menospreciando el día de los enamorados al celebrarse el 11/11, porque el número 1 significa una persona sola, terminó convirtiéndose en la fiesta más consumista de Asia.
La pregunta es ¿Por qué causa estrés estar soltero? Porque la sociedad se ha encargado de dotarnos de “recetas” para la felicidad y cómo no, la vida en pareja es una de ellas, así que el no tener una, significa que estamos incompletos e infelices. Pareciera tan efectiva la receta de obtener felicidad de mano de una pareja, que en los distintos medios abundan consejos para conseguirla, que van desde tips para el cuidado físico, formas de comportarnos para atraer a la pareja ideal, hasta recetas de magia o decretos para hacerle saber al universo que estamos listos para tal cantidad de felicidad. Pero ¿realmente seremos felices al tener una pareja? La respuesta corta, es “no” pero la respuesta completa es, que la construcción de una pareja es mucho más que conseguirla y dicha construcción dependerá de qué tan buena es la relación con nosotros mismos. Sí, me refiero al consabido “debes aprender a amarte a ti primero, para poder amar a otro” y sí, sé que parece una frase que podría aparecer en un diseño bonito de Canva para un post de Instagram, pero es mucho más que eso, pues el amor propio es la única preparación real para el amor compartido, debido a que representa lo que somos capaces de dar (y recibir) en una relación afectiva, pues por más que lo intentemos, no somos capaces de dar aquello que no conocemos y mucho menos lo podríamos recibir. El amor propio representa la pauta que le pongo a los demás de cómo tratarme, pues gracias a él, puedo reconocer aquello que quiero en una relación y lo que no quiero, permitiéndome ver que es válido pedir aquello que estoy dispuesta a dar. Sin embargo, el mito de la media naranja nos ha hecho mucho daño, al hacernos pensar que somos seres incompletos, que no son capaces de tener bienestar y plenitud por nosotros mismos y por ello, nos lanzamos en una búsqueda frenética de aquello que nos falta, sin darnos cuenta que aquello que buscamos siempre ha estado dentro de nosotros y que sólo encontrándolo, podremos estar listos para un apego seguro con alguien más, sin sentir que nuestra felicidad depende de su presencia.
¿De dónde surgió el mito de la media naranja? Tenemos que remontarnos a la obra El banquete de Platón, que narra el mito donde Aristófanes narra que en un principio, los seres humanos eran seres con cuatro piernas, cuatro brazos, dos caras y una cabeza, dos personas en una y que eran tan poderosos que Júpiter decidió separarlos en dos y eso provocó que vivieran con esa sensación de estar incompletos, que hizo que dedicaran su vida a buscar a esa persona con la que encajaran a la perfección para ser felices. Todo suena muy bonito, pero el problema es que no somos perfectos y no lo seremos tampoco al encontrar a nuestra otra mitad, pues también la otra mitad será imperfecta y tendremos una relación imperfecta pero muy humana. Eso es lo que nos asusta: pensar que el cuento no termina en la boda y que la construcción de una relación es un trabajo diario, que requiere de un compromiso que se renueve todos los días, que tendrá luces y sombras como nosotros mismos y que a pesar de todo eso, puede terminar y eso no será el final, pues seguiremos viviendo y a pesar del dolor, aprenderemos de lo vivido e incluso podremos llegar a amar de nuevo, pero claro, eso asusta porque no nos da la certeza del “felices para siempre” y por ello preferimos seguir buscando a esa media naranja, pues si “fracasamos” es más fácil achacarlo a que no era la fruta indicada, en vez de volver la cara y entender nuestra responsabilidad, para aprender y volver a intentarlo.
La soltería nos asusta porque pareciera que nos rendimos en la búsqueda de la felicidad, pero no es así, es necesaria para asimilar el aprendizaje de una relación que termina y es muy válida para quien la decide desde el bienestar, pues habrá entendido que la felicidad viene de distintas formas y sí, también viene en forma de soltería. Cambiemos el paradigma y entendamos que la vida no se rige por recetas infalibles, sino que es una continua oportunidad de aprender y que depende de nosotros construir la manera en que somos felices. Así pues, dejemos de buscar frutas y busquemos construir el amor propio, para poder elegir desde la plenitud, lo que mejor vaya con nosotros.
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