El racismo, desafortunadamente, es un tema que ha estado presente durante mucho tiempo en la historia de México. 

Con los recientes hechos ocurridos en Estados Unidos sobre la muerte de George Floyd, se ha puesto sobre la mesa tanto en redes sociales, como en medios tradicionales y ámbitos familiares, el difícil tema del racismo. Mucha gente asume que es un tema que no existe en nuestro país, pero no es así, desafortunadamente es un tema que ha estado presente durante mucho tiempo en la historia de México.

Desde la visión de la Historia, se explica que el racismo inicia en nuestro país en la época colonial cuando se establece el sistema de castas donde los españoles estaban en la cúspide y en la base, los indígenas y africanos. Éste sistema determinaba las ocupaciones y nivel de vida de los habitantes de la Nueva España y no era posible escalarlo, pues estaba normado a partir de las llamadas castas.

Como lo menciona Beatriz Urías Horcasitas en su libro “Historias secretas del racismo en México (1920-1950)” incluso el término “mestizaje” es en sí racista sin buscarlo, pues excluye a los indígenas y africanos, que se niegan a abandonar sus costumbres y a “civilizarse” lo cual era parecerse cada vez más a los españoles, por lo que nuestro orgullo al definirnos como una nación mestiza, viene de asumir la “herencia” indígena como un hecho del pasado, algo muy lejano de los indígenas del presente.

Es por eso, que se utilizan adjetivos racistas como “prieto” o “indio” porque no nos asumimos como parte de ésta llamada, nación “multicultural”. Lo anterior resulta muy evidente en la celebración de la Independencia o la Revolución, donde por un día jugamos a ser indígenas y entonces abunda la ropa tradicional y las trenzas se hacen obligadas, pero que en otro día, no sólo no se usa, sino que parecen de fuera de lugar.

¿Por qué somos racistas?

La psicología social nos dice que esto es resultado de la llamada construcción de la alteridad, que se refiere básicamente a la construcción del otro —del alter— frente al cual las sociedades y los grupos se constituyen, construyen, o crean su etnicidad como lo menciona Rafael Pérez-Taylor.

Se entiende que la alteridad es una construcción imaginaria del “otro”, por lo que se trata de un fenómeno que se construye en la psique y la afectividad de los grupos sociales y no necesariamente responde a la realidad. Esto quiere decir que nuestra percepción del otro estará basada en la percepción de nosotros mismos, pues el otro (alter) será más (alto, bajo, blanco, etc.) o menos (alto, bajo, blanco, etc.) que nosotros, según nuestra percepción.

Como tiene una base afectiva, conlleva un juicio de valor, es decir, inmediatamente estará asociado a algo “bueno” o “malo” según mi propio sistema de valores y al estar comparado conmigo, yo me posicionaré como lo bueno y el otro, como lo malo, por eso tiene una base de violencia y se usan adjetivos peyorativos.

Un claro ejemplo de esto, es el más reciente escándalo de la actriz Bárbara de Regil en redes sociales, donde al equivocarse al elegir un filtro para su transmisión, expresó que se veía prieta y eso la hacía ver fea. Con esa expresión, nos damos cuenta que se asume “más” bonita que las mujeres con piel oscura, lo cual evidentemente se basa en su percepción personal y su construcción imaginaria de las mujeres de piel oscura.

Por todo lo anterior, nos damos cuenta de que el racismo es como lo dicen algunos autores, parte de la condición humana pues se genera en base a lo que los psicólogos han llamado “prejuicio implícito”, que se refiere a aquellas ideas de las que incluso podemos no ser conscientes de tener a favor o en contra de algún concepto y se hace más presente cuando existe alguna emoción y no somos tan cuidadosos de lo que decimos (Como en el anterior ejemplo de Bárbara de Regil, que se encontraba frustrada cuando se expresó de esa manera).

A medida que ha disminuido el prejuicio explícito, como el que se vivía en la época de la segregación racial en Estados Unidos o las castas en Mexico y se expresaba abiertamente en la sociedad de la época, se ha desarrollado el prejuicio implícito, que aunque no se exprese o incluso no se reconozca, existe. Para poder asegurar lo anterior, se ha usado la llamada “Prueba de Asociación Implícita” (IAT, por sus siglas en inglés), la manera a través de la cual se puede medir el prejuicio implícito.

A pesar de que se ha usado en laboratorios desde hace veinte años, desde que fue publicada como prueba online por la Universidad de Harvard, la han descargado cerca de 18 millones de veces y los resultados que arroja, es que hay un patrón de racismo, donde la mayoría de las pruebas mostraron un prejuicio sobre ser pro-blanco y anti-negro, pero no ha sido lo único, pues los prejuicios también abarcan otros conceptos como el género. Es por ello que vemos que persisten formas de exclusión y discriminación, pero que al no ser conscientes, no se asocian con mala voluntad u hostilidad.

Como hemos mencionado antes en éste mismo espacio, se ha normalizado tanto la violencia y las micro agresiones, que tomamos con “humor” expresiones que deberían ser tomadas como ofensivas y seguimos reforzando los prejuicios implícitos que tenemos. Ojalá toda ésta indignación por lo ocurrido con George Floyd, sirviera para sensibilizar realmente hacia el racismo que toleramos diariamente en nuestro país y dejáramos de considerar como bromas, aquellas expresiones que pudieran estar violentando a alguien.

Hagamos conciencia sobre las expresiones peyorativas que usamos y pongámonos en el lugar del otro para valorar si realmente son graciosas. Es muy bueno que reflexionemos sobre lo que está ocurriendo en el mundo, pero sobre todo tenemos que hacerlo sobre lo que sucede en nuestro entorno más cercano y en especial, con nosotros mismos.

Espero que lo anterior, les haya sido de interés y recuerden que esperamos sus comentarios a través de nuestras redes sociales.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.

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