Brindo no porque el 2021 sea mejor, sino que nosotros seamos un poco mejores para el 2021. 

Aunque parezca difícil llamarte “querido” lo hago porque ahora que estás por marcharte, vuelvo la vista atrás y no puedo dejar de reconocer que nos has dejado muchas lecciones desde tu llegada. Creo que tus lecciones fueron tan severas porque nos habíamos negado a aprender, porque dejamos de escuchar a la naturaleza, al prójimo, a nosotros mismos y en nuestra frenética carrera detrás del “desarrollo” económico, nos olvidamos del desarrollo humano, nos olvidamos de que las fronteras son tan solo imaginarias, que nada puede dividir la conexión que tenemos por el simple hecho de ser parte del mismo planeta y nos ayudaste a recordarlo. Tus primeras lecciones abordaron tensiones políticas y desastres naturales, que a pesar de estar al otro lado del mundo, nos hicieron voltear a ver, pero como siempre después de un tiempo y de sentir de hacíamos nuestra parte a través de hashtags y perfiles solidarios, nos ganó el egoísmo y volvimos rápidamente a ocuparnos de lo nuestro, a seguir nuestra carrera hacia ningún sitio y fue cuando decidiste darnos una lección más dura que no entendimos al inicio, pues seguíamos pensando que al originarse en un lugar tan remoto como China, quedaría en el recuerdo como ya habían quedado en los primeros meses Australia o Indonesia, pero no fue así. Tenías que recordarnos que lejos de las fronteras, idiomas o color de piel, somos parte de la misma humanidad y entonces nos mostraste un nombre que jamás olvidaremos: Wuhan y nos recordaste a un visitante del pasado: el SARS, pero ésta vez querías que entendiéramos la lección y nos obligaste a parar, detuviste al mundo entero a causa de una pandemia. (Sí, justo como ésas de las que leíamos con curiosidad en los libros de historia y que se nos antojaban tan lejanas como el mismo Bocaccio y su Decamerón ) y por primera vez para todos los que estamos vivos, el mundo dejó de funcionar como lo conocíamos y todo aquello que considerábamos seguro, no lo fue más. Nos dimos cuenta de que sólo era una ilusión el control que sentíamos sobre el futuro, pues por primera vez en la época moderna, no sabíamos qué esperar y ni con toda la tecnología ni con todos los recursos económicos pudimos contener a un virus que nos dejó tan indefensos como hace 100 años. No nos dimos cuenta de que había lecciones que no habíamos aprendido como humanidad y tú, 2020 lo sabías y estabas aquí para recordárnoslas con mayor dureza, pues hiciste tambalear todo aquello en lo creíamos: la medicina, la tecnología, la economía y las fronteras.

Estabas aquí para que aprendiéramos, para que valoráramos y sobre todo, para que recordáramos nuestra capacidad de adaptación, pues llevábamos mucho tiempo creyendo que podríamos adaptar el medio siempre de acuerdo a nuestra comodidad y viniste a enseñarnos que aún podemos hacerlo y logramos cambiar nuestra manera de trabajar, estudiar y relacionarnos. Nos enseñaste que lo verdaderamente valioso no se compra con dinero, que los zapatos más caros o la ropa más fina, no sirve de nada cuando debes quedarte en casa para no enfermarte y comenzamos valorar no lo que teníamos, sino a quienes teníamos. Buscamos la manera de estar en contacto, de seguir juntos a pesar de la distancia y las videollamadas se hicieron cotidianas y comenzamos a apreciar el trabajo de aquellos que nos ayudaron a permanecer en casa, pues a diferencia de la época de la peste o de la gripe española, teníamos a nuestra disposición, aplicaciones que nos permitían abastecernos de lo necesario, sin arriesgarnos a salir y apreciamos a todas esas personas que lo han hecho posible.

Cuestionaste nuestras prioridades y dejaste claro que como humanidad hemos invertido muchos recursos en entretenimiento y muy poco en investigación, pues ni todas las Kardashian juntas podrían hacer lo que los científicos a marchas forzadas han logrado a base de tanto esfuerzo: la ansiada vacuna, que hizo que los países trabajasen en conjunto por el bien común, como ha debido de ser siempre. Entendimos que los verdaderos héroes no son los que salen en los cómics, sino aquellas personas que con el miedo que cualquiera pueda sentir, se enfrentan en esta guerra contra un enemigo invisible, incansable y atroz.

Yo te agradezco 2020 porque a pesar de tu dureza, nos has recordado que como humanidad, aún tenemos la capacidad de ser solidarios, de ser agradecidos, de ser resilientes, demostrándonos que con cada crisis, salimos fortalecidos y aunque estoy consciente de que las mismas lecciones no resuenan de la misma manera manera en todos, quiero creer que tenemos esperanza y que a pesar de todo, lograremos salir un poco mejor de todo esto, quiero pensar que éste dolor no ha sido en vano y que cuando regresemos a la normalidad, sabremos apreciar el valor de un abrazo, la importancia del contacto, y el sabor de la libertad. Quiero agradecerte 2020 por hacernos más empáticos con el dolor ajeno, pues nos enfrentaste a tantas pérdidas, que difícilmente habremos llegado a estas alturas intactos. Te agradezco la oportunidad que nos das para ser humildes y entender que somos una parte minúscula de la naturaleza, que tenemos que aprender a vivir en armonía con ella y todos los que nos rodean.

Querido 2020, hoy me despido de ti, agradeciéndote por todas las lecciones enseñadas y brindo no porque el 2021 sea mejor, sino que nosotros seamos un poco mejores para el 2021.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.

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