El duelo latente tiene la particularidad que dura mucho tiempo en la fase anticipada, es decir, antes de perder al ser querido.

Como ya hemos explicado antes en éste mismo espacio, el duelo es un proceso de asimilación y adaptación a un cambio que tiene un gran impacto en nuestra vida. El duelo latente, se refiere a un duelo progresivo, que conlleva a su vez otros duelos asociados como los que se viven en el cuidado de un ser querido con demencia. Las demencias se han llegado a considerar como una epidemia en ascenso pues según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) , las enfermedades neurodegenerativas tienen una prevalencia actual entre el 6%-10% de los mayores de 65 años, es decir, aproximadamente 35,6 millones de personas a nivel mundial. Se estima que para el año 2030 este porcentaje se habrá duplicado y para el 2050 se habrá triplicado y es por eso, que requiere visibilidad el proceso de duelo por el que atraviesan los cuidadores durante el progreso de la enfermedad.

El duelo latente tiene la particularidad que dura mucho tiempo en la fase anticipada, es decir, antes de perder al ser querido y en dicho proceso se viven múltiples duelos y se pierde de muchas formas al mismo ser querido. El proceso se vuelve complicado porque generalmente los cuidadores son la misma familia y una red informal que no está preparada para afrontar lo que vendrá, por lo que es continua la sensación de estrés y culpa por sentir que no se está haciendo de la forma adecuada. El duelo propiamente inicia con el diagnóstico y su consecuente etapa de shock y negación, al no dimensionar lo que vendrá. Posteriormente, a medida que se van notando los cambios en el comportamiento de la persona con demencia, el cuidador se enfrenta a una constante sensación de incertidumbre por las pérdidas que sabe que se darán pero no cuándo. Empezará a experimentar la pérdida de la comunicación, de cercanía emocional, de su personalidad, de planes a futuro, de compañía y vendrán en cascada, las pérdidas propias como la de la libertad, la del tiempo de distracción, la del descanso, la financiera e incluso la laboral en muchos casos donde ya no es compatible con la demanda de atención por parte del enfermo.

Es normal que sea entonces cuando aparezca la etapa de ira, provocada por todo el estrés y cansancio acumulado, así como por los notorios y desconcertantes cambios de comportamiento en el enfermo que va olvidando cómo realizar tareas tan cotidianas cómo vestirse, dependiendo cada vez más del cuidador que ante sus reacciones de enojo, comienza a experimentar culpa, que puede detonar la etapa de depresión, que propiamente se debe al duelo por la ausencia cada vez más frecuente del ser querido, cuando hay menos periodos de lucidez y poco a poco, el enfermo comienza a tornarse en un desconocido. Es entonces cuando el cuidador requiere de más apoyo, pues comienza a vivir la ausencia de su ser querido y todos los factores antes mencionados, obstaculizarán la expresión de las emociones pues a medida que aumenta la demanda de atención, disminuye el tiempo para que el cuidador se ocupe de sí mismo y sus necesidades.

¿Qué podemos hacer si queremos ayudar a alguien que está pasando por un duelo latente?

  • Permitir la libre expresión de las emociones, sin juzgar si son correctas o no.
  • Brindar ayuda práctica para que el cuidador pueda tener espacios de descanso o distracción.
  • Ayudar a encontrar el sentido en el cuidado que brinda, como la cercanía y la utilidad.
  • Ayudar a establecer metas realistas sobre el cuidado.
  • No permitir que se encierre en la culpa, recordándole que es normal que se sienta irritable y que no reacciona con la intención de dañar al enfermo.
  • Ayudar a buscar opciones en las con respecto al cuidado, como la ayuda en casa, las estancias de día o las instituciones especializadas.
  • Permitir la vivencia del duelo, aún cuando el ser querido siga allí.
  • Recordarle constantemente que sus necesidades personales son tan importantes como las del enfermo.
  • Seamos conscientes que un duelo latente es muy doloroso por lo largo y desgastante que resulta, que conlleva muchas pérdidas que quizás no seamos capaces de identificar, pero que también es una oportunidad de crecimiento, de hallar significado a la pérdida antes de que ocurra y que no tiene nada de malo sentir alivio cuando se tiene un tiempo de de descanso, alejado del enfermo.

Espero que lo anterior les haya sido de utilidad y que si ustedes o alguien cercano está pasado por un duelo latente, pueda normalizar todo lo que está experimentando para no sentir que se pierde el control y se entra en un estado de caos continuo.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván

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