Ser una persona cuidadora es un trabajo 24/7 y suele ser una tarea incompatible con la higiene de sueño.
El pasado 5 de noviembre se celebró el Día Internacional de las Personas Cuidadoras con la finalidad de reconocer la labor que ejercen los cuidadores profesionales y no profesionales, para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores o enfermos dependientes a su cargo. Desde el 2014 se decidió rendir éste merecido homenaje a los cuidadores para visibilizar su labor, pues es difícil de comprender lo que significa la atención a adultos dependientes, pues se tiene la idea muy generalizada de que los adultos mayores o los enfermos, son «como niños» y no hay nada más alejado de eso, pues siguen manteniendo su temperamento y necesidades como cualquier adulto, pero ya no son capaces de cubrirlas por sí mismos y el cuidador debe aprender a identificarlas y ayudarle a satisfacerlas, con la dificultad que implica movilizar a un adulto y muchas veces entender a quienes ya no pueden expresarse.
La diferencia básica entre los cuidadores profesionales y los no profesionales, no sólo es la formación específica y el uso de técnicas adecuadas para llevar a cabo su labor, sino también el impacto físico, emocional y social que conlleva. Mientras los cuidadores profesionales que hacen uso de su empatía, sentido humano y compromiso profesional, reciben una compensación económica por su trabajo y gozan de días de descanso, los no profesionales, no solo no reciben un sueldo, sino que muchas de las veces, tienen incluso que renunciar a sus trabajos para dedicarse de lleno al cuidado de su ser querido, con poco conocimiento de técnicas, sin un pronóstico claro y con el peso emocional que implica ver deteriorarse día a día a su familiar, eso sin contar con el poco apoyo social que reciben al no comprender lo que significa perder por completo la rutina propia para cumplir con las necesidades de quienes ya no pueden valerse por sí mismos.
Los cuidadores son en su mayoría, no profesionales, pues según datos de la Asociación Internacional de Alzheimer (ADI) representan el 48% de las tareas de cuidado, siendo una de las principales causas de discapacidad y dependencia de las personas mayores, la demencia, de quienes se calcula que entre el 50% y 94% viven con sus familias y son ellos quien suelen hacerse cargo del cuidado, ya que al tratarse de enfermedades a largo plazo, suele dificultarse el cuidado profesional sostenido y terminan a cargo de algún miembro de su familia, siendo en su gran mayoría, mujeres.
La persona cuidadora -independientemente de ser hombre o mujer- se enfrenta la mayoría de las veces a una sobrecarga de trabajo, pues al menos de inicio, intentan equilibrar su vida personal y profesional, con la de ser cuidador, terminando en la mayoría de casos, solo centrándose en el cuidado que resulta extenuante en todos los sentidos, pues suele estar asociado a falta de sueño, exceso de tareas domésticas para mantener cómoda y limpia a la persona dependiente, falta de tiempo personal y poco apoyo práctico de parte de los demás miembros de la familia, que en el mejor de los casos apoyan de manera económica, pero que gran parte de las veces, se deslindan de la responsabilidad argumentando que «está bien cuidado».
Numerosas guías nos hablan de la importancia del autocuidado de las personas que cuidan a otros, de lo útil del ejercicio, la buena alimentación, las correctas horas de sueño e incluso de la práctica de técnicas como el mindfulness, yoga o meditación. Sin embargo, la realidad es que ser una persona cuidadora es un trabajo 24/7, que absorbe tanta energía física, mental y emocional, que pocas veces queda ánimo para buscar un pasatiempo o hacer ejercicio. Suele ser una tarea incompatible con la higiene de sueño, pues las alteraciones del mismo, en las personas dependientes son muy frecuentes, aunado a la dificultad en muchos casos, de dejar a solas al enfermo, por lo que incluso el tiempo para bañarse o comer, se vuelve difícil de encontrar.
Ser una persona cuidadora no profesional, puede ser una tarea muy difícil, pues en la mayoría de los casos es circunstancial y se suele enfrentar sin tener una idea clara de qué esperar o cómo realizar las labores asignadas. Suele además ser una labor solitaria, pues el apoyo moral se suele diluir con el paso del tiempo y es muy frecuente que tengan la sensación de que el mundo avanza sin ellos, al apartarse de sus círculos sociales y profesionales.
Las personas cuidadoras, se enfrentan a numerosos duelos a lo largo de su labor, pues van perdiendo su rutina, su tiempo, sus espacios de socialización y sus planes, a la par que enfrentan los duelos por su ser querido, desde el diagnóstico de la enfermedad, su deterioro, su dependencia y posterior partida.
Sin lugar a dudas, se trata de una labor que no sólo debe reconocerse, sino también visibilizarse, pues si bien es cierto que es un gran acto de amor hacerse cargo de quien se ama y trae consigo mucha paz y satisfacción, también es cierto, que podemos hacer mucho como sociedad para aligerar un poco del peso que llevan sobre sus hombros. No se trata de grandes cosas, pero escucharlo, llevarle comida, ayudar a lavar la ropa o con la limpieza, son actos que pueden hacer una gran diferencia en el día a día de una persona que cuida.
Espero que lo anterior les haya sido de interés y que si tienen la oportunidad de hacer algo por un cuidador, no dejen pasar la oportunidad pues como sociedad requerimos de más empatía.
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¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente, desde el diván.