‘¡Gana, quien haga la primera palabra de seis letras!’ gritábamos al unísono al recibir nuestro plato de Sopa.
No hay platillo que despierte mayor curiosidad en un capitalino al visitar La Angelópolis y comer en una fonda donde sirvan Comida Corrida – como llamamos aquí al Menú del Día – que los primeros dos platillos: sopa aguada y sopa seca.
Las pláticas con el comensal derivan inmediatamente después, en la eterna discusión sobre términos culinarios y sus diferencias, de dos Ciudades que han sido rivales – antes más que ahora – en todos los campos, como las artes, la arquitectura, la política y también, en cuestiones gastronómicas.
La plática continúa entonces en los misterios ocultos atrás de las famosas quesadillas sin queso capitalinas y es entonces, cuando el visitante acepta la gran verdad, atrás de los profundos criterios que sostienen la clasificación poblana de las sopas. Pero es hasta que el comensal degusta por primera vez un buen plato de sopa de pasta en Puebla, hecho con verdadero caldo de pollo, puré de xitomate natural sazonado y perfumado con hojitas de orégano fresco, que se rinde completamente ante la evidencia: no hay mejor remedio, para cualquier pena, que un buen plato de Sopa aguada.
Todos los días para comenzar la comida, se servía en casa un buen plato de Sopa aguada. Siempre se hacía con verdadero caldo, ya sea pollo, guajolote, res o cerdo, y se hacía utilizando además, las partes del animal que hoy se desperdician: huacales, rabadilla y patitas en el caso de las aves, huesos, ‘chambarete’ o codillo, colas, etc en el caso de los animales. El caldo se cocía durante horas, con verduras de temporada, sal y pimienta además de ‘hierbas de olor’, que lo perfumaban y lo hacían ‘menos pesado’ pero muy nutritivo.
La bisabuela Valito había frito en aceite caliente la pasta hasta dorarla – siempre usaba pasta elaborada en Puebla – para adicionar después el puré hecho con xitomates, cebollas y ajo asados en el comal de barro, y lo había sazonado ahí lentamente, para luego agregar el caldo y los demás aliños.
‘¡Gana, quien haga la primera palabra de seis letras!’ gritábamos al unísono al recibir nuestro plato de Sopa de Letras. Ello implicaba comernos la sopa y dejar en el fondo, las letritas de pasta escogidas, para formar una palabra que nos hiciera ganar la apuesta: siemp reganaba mi hermana Verónica!
Charlemos más de Gastronomía Poblana y ‘’a darle, que es Mole de Olla’’!
#tipdeldia: se producen extraordinarias pastas para sopa aguada fabricadas en Puebla, desde 1920 por Grupo Industrial La Italiana. Consume productos locales!