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Los usuarios de la ruta 45-A respetaron la ofrenda, aunque las flores ya se habían marchitado y las veladoras se apagaron con el viento.

Ha pasado una semana, siete días o 168 horas desde que Joselin de un año y once meses de edad murió atropellada, tal vez porque el chofer del pesado autobús no la vio, o por un descuido o porque así tenía que ser.

El paradero para servicio de transporte público, que fue mudo testigo de lo que ocurrió aquella tarde de lunes 30 de septiembre, este día se convirtió en altar.

Algún vecino, familia, un alma conmovida o doliente por la perdida de la pequeñita, colocó cuatro veladoras y flores a lo largo de la banca.

Los usuarios de la ruta 45-A respetaron la ofrenda, aunque las flores ya se habían marchitado y las veladoras se apagaron con el viento.

La niña murió casi al instante. La madre vendía cosas o pedía limosna junto a sus tres hijos, entre ellos Joselin, en el crucero de la avenida Las Torres y calle El Molinito de San Andrés Cholula.

El cuerpo de la menor fue levantado por su propia madre de la calle y abrazado de manera desesperada junta al paradero en mención. 

Los restos de Joselyn descansan desde el fin de semana en Zacapoaxtla, un municipio de la Sierra Norte de Puebla, de donde son originarios su padres, y con un 40% de población indígena.

El chofer que manejaba la unidad ofreció 90 mil pesos a los padres de la niña para reparar el daño. Los padres, evidentemente carentes de recursos, podrían aceptar el arreglo.

También, una semana después, transportistas obtienen aumento a la tarifa.

Una semana después su familia ya no está más en el crucero pidiendo caridad.

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