Damián empezó desde muy pequeño a robar objetos y a los ocho años ya trabajaba para una red de tráfico de órganos.
Su tarea era sencilla: encontrar a niños de su edad, vigilarlos e informar a sus jefes del movimiento de las posibles víctimas. Su caso es uno de tantos en los que grupos del crimen organizado reclutan a niños para que participen en asesinatos, secuestros, venta de drogas y el tráfico de órganos, advirtieron Saskia Niño de Rivera y Mercedes Castañeda, cofundadoras de la organización civil Reinserta. Alertaron que los cárteles han consolidado el reclutamiento de menores de edad en el país.
«Hoy tenemos un problema de tamaño medio, pero mañana podría ser un problema muy grande», declaró Niño de Rivera, quien para realizar su libro «Un sicario en cada hijo te dio» visitó, junto con sus colegas, prisiones del Estado de México, Tamaulipas, Guerrero, Nuevo León, Jalisco y Ciudad de México.
Las cofundadoras de Reinserta no tienen una cifra exacta de cuántos menores de edad podrían estar trabajando para la delincuencia organizada —en 2017 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) indicó que podrían ser más de 30 mil—, pero lo que sí aseguraron es que desde 2016 hay más jóvenes en prisión por cometer delitos de alto impacto.
EL LIBRO
«Un sicario en cada hijo te dio» es un libro publicado en la editorial Aguilar y está dividido en tres apartados: En el primero se presentan historias de menores encarcelados por haber formado parte de la delincuencia organizada.
Después, en el segundo, se hace un análisis de las causas que llevaron a esos jóvenes a delinquir, y por último, se presentan casos de éxito de niños y adolescentes que lograron recuperar su vida tras un proceso de reinserción.
En el texto se hallan las historias de una adolescente contratada para secuestrar, otro joven que a los 16 años fue comandante de un cártel local y el caso de una mujer que a la misma edad ya tenía su propia red de prostitución.
Mercedes Castañeda explicó algunos de los factores que llevan a los jóvenes a involucrarse en el crimen: «La negligencia en la escuela o en la casa, el consumo de sustancias, el sentido de pertenencia de formar parte en una pandilla, la admiración procriminal, la narcocultura. Todo eso en contrapeso con la pobreza».
Según las conversaciones que las especialistas mantuvieron con los jóvenes, los grupos delincuenciales habrían establecido «universidades del crimen» en las que enseñan a sus integrantes cómo cometer ciertos delitos. «Es un proceso totalmente organizado, pueden ser tres meses de adiestramiento en el cual se les enseñan [a los jóvenes] técnicas hasta israelíes, y una parte importante en estos entrenamientos es la desensibilización.
«No solo te doy técnicas para matar, para usar armas, sino [te enseño a ver] a las personas como un objeto y a los rivales como enemigos, entonces los hacen matar animales y sacrificios entre ellos», dijeron las sicólogas. Para Niño de Rivera y Mercedes Castañeda lo más lamentable es que los menores de edad son «desechables» para las bandas criminales: si matan a uno, consiguen a otro. Por eso mismo urgieron a las autoridades a implementar políticas de protección.
«Urge pulir las políticas públicas, la Ley Nacional para Adolescentes entró en vigor sin presupuesto, pésimamente hecha, con unos huecos monstruosos, lo cual hace que si arrestan a un menor de edad, lo sueltan, o cuando cumplen su privación de la libertad, los lanzan a la calle, y con frecuencia vuelven a sus zonas de seguridad que son las pandillas o las bandas», concluyó Mercedes Castañeda.