Quizás nunca exista una «solución mágica al coronavirus» en forma de una «vacuna perfecta».
Es la esperanza con la que sueñan miles de personas en todo el mundo: una vacuna que, finalmente, ponga fin a la pausa global impuesta desde hace meses por el coronavirus.
Varios proyectos y diversas pruebas se realizan ya en distintos países del mundo, todos en la carrera por encontrar la solución a la mayor pandemia que ha afectado a la humanidad en tiempos modernos.
Pero a medida que los proyectos de vacunación progresan también se multiplican las dudas sobre la esperada vacuna. Este lunes, la Organización Mundial de la Salud alertó que aunque existen varias en su fase final de pruebas, quizás nunca exista una «solución mágica al coronavirus» en forma de una «vacuna perfecta». Pero entonces ¿por qué es importante vacunarse? ¿Cómo y cuándo llegará a nuestros países? ¿Qué efectos secundarios tendrá? ¿Cuándo volverá todo a la normalidad?
En BBC Mundo recopilamos recientemente sus dudas, temores y preguntas sobre la potencial vacuna contra el coronavirus y se las transmitimos a la doctora María Elena Bottazzi, experta en vacunología tropical de la Escuela de Medicina de la Universidad de Baylor, en Houston, EE.UU. Botazzi, quien codirige el desarrollo de una de las vacuna contra la covid-19, señala que aún está por verse cuán efectivas serán las primeras generaciones, pero considera que vacunarse será el gran paso para poner fin a la pandemia.
Un numeroso grupo de lectores de BBC Mundo pregunta qué pasaría si, una vez que esté lista la vacuna, deciden no aplicársela. Las vacunas son desde hace años la mejor forma de atacar y reducir las enfermedades infecciosas, y tenerlas a disposición para poder prevenir algunas enfermedades es un gran avance de la humanidad.
El hecho de que una persona tome la decisión de no vacunarse aumenta el riesgo de que esa persona, cuando tenga la desgracia de enfermarse, pueda desarrollar riesgos para su vida o contagiar a otras personas cuya vida también puede poner en riesgo.
El mensaje es que, una vez que tengamos una vacuna (independientemente de que no sea perfecta y quizás no nos proteja al 100% o solo reduzca la severidad de la enfermedad), igual será una herramienta para asegurarnos la reducción del riesgo de morir. Al no vacunarnos, estamos jugando al azar de tener una enfermedad más severa, mientras con la vacuna podemos reducir esa probabilidad de riesgo.
Creo que hay que definir este concepto de antivacunas, porque en ocasiones grupos que se categorizan como tal son personas que no cuentan con información adecuada. También hay otros grupos que utilizan estos argumentos como excusa para dar relevancia a sus agendas políticas, como se ve también con las personas que toman la decisión de no usar las mascarillas o de no mantener la distancia física. Hay que abrir más el diálogo sobre cuál es la base de dichos individuos.
Pero al final el mensaje es que debemos comprender que hay decisiones individuales que tienen un impacto de salud pública, como lo puede ser ponerse el cinturón de seguridad o no tomar alcohol cuando se va a conducir.
Son cosas que no solo hacemos para protegernos a nosotros mismos, sino también para proteger a los demás. Y una vacuna es también como ponerse ese cinturón cuando vas a encender tu carro.
Todavía falta mucho para determinar no solo cuál es el perfil de seguridad de las vacunas que están siendo probadas, sino también si serán efectivas una vez que sean distribuidas.
A pesar de que ahora hayan resultados prometedores, hasta que no dispongamos de información más precisa sobre estos estudios, no vamos a tener esa respuesta. Ningún medicamento confiere una seguridad del 100%, es decir, que carece de efectos secundarios. Pero hay niveles de seguridad que balancean que los efectos que va a tener son mejores que su ausencia.
Las entidades regulatorias no van a aprobar el uso de la vacunas en grupos de los que no han tenido la base de evidencias científicas para realmente determinar cuáles serán sus factores de riesgo. O sea, que se necesitan estudios que puedan ofrecer el perfil de seguridad para personas de la tercera edad o que tienen presión arterial alta o algún otro tipo de enfermedad antes de ponerles la vacuna.
Aunque esas vacunas sean registradas y reciban el permiso para ser usadas, no van a ser distribuidas a toda la población en general, sino que la prioridad será darles una distribución estratégica. Inicialmente serían individuos de alto riesgo, incluido el personal de primera línea.
La intención ahorita es que las primeras vacunas sean inicialmente distribuidas al 20% de la población de cada país, con una indicación de que se pueda evaluar de nuevo la eficacia y efectividad, para luego continuar con otras poblaciones.
Van a haber metas. Por ejemplo, si se van a distribuir vacunas a Honduras para ese 20%, inicialmente se le dará el 3% y el país va a tener que demostrar que el 3% ha sido distribuido y utilizado. Solo entonces va a recibir el otro 17%. Es decir, va a ser un proceso paulatino, porque ese otro 80% de la población va a seguir estando expuesto al virus, por lo que va ser necesario seguir complementando la vacuna con otros mecanismos de protección.
Hay que tener mucha atención con ese anuncio de que vamos a tener una vacuna a finales de año, porque no es una vacuna que va a ser usada en el mundo de igual manera y todavía no sabemos cuál va a ser su eficacia o cuánto va a durar la respuesta que dará al organismo. O sea, que el hecho de que se comience a distribuir la vacuna, no implica que dejaremos de usar las mascarillas.
Aunque la vacuna esté mañana no significa que al día siguiente se van a dejar de usar mascarillas o el distanciamiento social o hacer otras intervenciones para tratar de contener el virus. No sabemos tampoco qué nivel de protección va ofrecer la vacuna, pero incluso si fuera muy alta, basados en que en un principio solo va a ser vacunado el 20% de la población, tenemos todavía 80% de individuos que no van a estar vacunados.
Eso va a ayudar a proteger a los que no están vacunados, pero no implicará que dejaremos de usar las mascarillas.
Eventualmente volveremos a vivir como en diciembre pasado, digamos, cuando se podía volar, hacer fiestas, ir al estadio o trabajar sin usar materiales de protección.
Pero antes, lo primero que tenemos que hacer es reducir el número de virus que están circulando. Sin la vacuna, eso solo se puede hacer con mascarillas y distanciamiento. Si introducimos la vacuna, vamos a acelerar el momento en que podemos dejar de usar esas intervenciones de seguridad, pero de nuevo, va a depender qué tan buena sea la vacuna y qué tanta gente la reciba.
Al final una vacuna es una herramienta que si se diseña bien, es lo único que va poder resolver esta situación.
Pero una vacuna efectiva no implicará que todo vuelva a la normalidad de manera inmediata, será un proceso más a largo plazo.
No deberíamos verlo así. Al final esto es un problema a largo plazo y hay que destacar el hecho de que ninguna otra vacuna se ha hecho en tan corto tiempo, por lo que ya tenemos algo que es bastante audaz.
No se puede esperar tener una vacuna en seis meses o un año (algo que nunca se hizo antes) y esperar que sea perfecta desde el principio y nos permita automáticamente volver a como vivíamos antes.
Esas preguntas son muy válidas, pero desafortunadamente no podemos responder hasta que no tengamos más estudios de cuán efectivas son y cuán buena es la respuesta dan.
También necesitamos saberlo para diseñar cómo se van a distribuir y cómo se van a usar. Hay vacunas como de la influenza que se debe recibir cada año, otras como la del herpes o la hepatitis que hay que recibir varias dosis y otras que solo se reciben una vez en la vida.
De momento no sabemos cuántas dosis serán necesarias para una mayor efectividad en la vacuna del coronavirus. Hay tres fases previas al registro y aprobación de una vacuna: La fase 1 es la evaluación inicial de seguridad, en la que se prueba en un número de individuos muy pequeño y se hace en un rango de edad también muy restringido, entre 18-50 años.
En la fase 2 se expande a cientos de individuos y ya se empiezan a ver indicios de la potencial eficacia de la vacuna.
En esta fase se comienza a tener una idea de cuántas dosis serían necesarias y qué distancia de tiempo debe haber entre las mismas. Ya la fase 3, que es la más importante, se hace multicéntrica, o sea, en varios lugares.
Requiere miles de personas y de nuevo es necesario expandir el perfil de seguridad y el número de dosis. Pero luego de que una vacuna se aprueba, ciertas personas también consideran que hay una fase 4, llamada posmercadeo o posregistro, que es cuando se sigue la evaluación de la vacuna, que en realidad nunca termina.
Es normal que en muchas vacunas, incluso algunas que estamos usando ahora, se mejore su perfil de seguridad y eficacia con el tiempo.
Es muy normal que, con más tiempo y con más evaluación, comprendamos mejor qué se necesita para protegernos. Quizás la vacuna de primera generación sea de protección parcial y una segunda generación ofrezca una protección más duradera y efectiva. Por eso es bueno que existan tantos grupos tratando de desarrollar una vacuna: si mañana tenemos dos o tres que están listas, puede contribuir a lograr una más efectiva en el futuro.
Tal vez estas primeras vacunas no serán aquellas que nos van a permitir regresar a una vida normal y a que dejemos de usar mascarillas o la distancia física, pero después vendrán otras generaciones que complementarán las que ya hemos utilizado o que van a poder reemplazarlas.
Uno de los grandes problemas con esta pandemia es que la gente ha dejado de utilizar vacunas que ya están indicadas y que son esenciales. Así, lo peor que nos puede ocurrir es que no solo tengamos esta pandemia, sino que haya personas que se infecten con otras enfermedades que son prevenibles por vacunación.
Todavía está por verse si la vacuna que se encuentre será administrada al mismo tiempo o separada de otras, pero es probable que como cada año nos tengamos que vacunar contra la gripe, también nos tengamos que vacunar contra el coronavirus. Todavía estamos aprendiendo de este virus y eso nos dará la pauta que deberíamos seguir para desarrollar vacunas que podrían ser consideradas universales, que potencialmente nos protejan no solo contra este sino contra otros coronavirus que puedan venir en el futuro.