Extender el término “adicción” al teléfono celular puede socavar la integridad de este concepto y la gravedad de los trastornos que sí responden a este flagelo.
La creencia de que el teléfono celular está causando los mismos problemas que la droga es hoy moneda corriente. Es poco probable que los profesionales de la salud crean que la “adicción” a los teléfonos celulares sea comparable a la adicción a la cocaína o al tabaco en términos de gravedad y/o problemas de salud asociados. Sin embargo, da la impresión de que no existe otro término aceptado para un comportamiento que manifiesta problemas similares a las adicciones, como falta de autocontrol, uso excesivo o conductas de riesgo.
Ante la inexistencia de una palabra mejor, “adicción” se ha convertido en una etiqueta generalmente aceptada pero problemática a la hora de comprender lo que pasa. Extender el término “adicción” al teléfono celular puede socavar la integridad de este concepto y la gravedad de los trastornos que sí responden a este flagelo. Es real que el aspecto físico y la portabilidad para tenerlos en cualquier momento y lugar aumenta la probabilidad de la frecuencia de uso. Pero el tiempo dedicado al teléfono no captura la esencia de lo que hacemos realmente con la tecnología. Si el problema no es el teléfono en sí mismo, entonces ¿el problema surge de las actividades que realizamos mientras usamos el teléfono?
Como el teléfono inteligente se utiliza para acceder a la navegación, facilita los comportamientos problemáticos que se dan en la web como el uso obsesivo de las redes sociales, la pornografía y la adicción al juego.
Si hay un problema adictivo, está en las APPS que utilizamos
Por ejemplo, cuando un jugador patológico utiliza un app para jugar al póquer, es más exactamente una adicción en internet secundaria a su primer problema (el juego). Por lo tanto, utilizar el teléfono inteligente para apostar o participar en otros comportamientos adictivos no debe confundirse con una adicción a los teléfonos celulares. Este mismo razonamiento se ha utilizado para distinguir otras actividades específicas realizadas con APPS, como el uso de las redes sociales. Dado que muchas personas acceden a las mismas en su dispositivo, puede dar la impresión de adicción al dispositivo, pero no es lo mismo.
Extender el término “adicción” al teléfono celular puede socavar la integridad de este concepto y la gravedad de los trastornos que sí responden a este flagelo.
Sabemos que es muy importante no dejar de tener en cuenta que las investigaciones muestran que el uso de teléfonos inteligentes está asociado con varios problemas. En estudios correlacionales, por ejemplo, el uso excesivo de las redes sociales se asocia con diversos problemas de salud mental, como ansiedad, depresión, estrés y baja autoestima. Sin embargo, la existencia de consecuencias negativas no es lo mismo que la existencia de adicción. Es necesario distinguir la plataforma del dispositivo.
¿Un trastorno?
Una razón por la que el uso de teléfonos inteligentes puede estar patologizado es porque el papel que juega el dispositivo en la vida de las personas aún no se comprende completamente y esto contribuye a la construcción de una patología. En mi opinión, considerar el uso intensivo de teléfonos inteligentes como un trastorno de la misma categoría que la adicción a la cocaína o al alcohol socava la gravedad de la adicción. Para algunos el uso intensivo del celular podría significar ser más activo en el trabajo o aumentar su círculo social.
Sabemos que después de un período de tiempo y adaptación, la funcionalidad polifacética del teléfono se convierte en una parte esencial de la vida cotidiana, y tenerlo a mano permite reestructurar y adaptar actividades habituales, algo que es inicialmente cómodo y práctico. Los comportamientos comunes que se llevan a cabo en el teléfono inteligente deben explorarse con cautela en el contexto de sus propias motivaciones, gratificaciones y contexto sociocultural y no como componentes de una adicción a los teléfonos inteligentes.
Es imprescindible no diagnosticar un comportamiento excesivo, desadaptativo o problemático como adictivo para evitar generar falsas epidemias de “pacientes” mal identificados y psicopatologizar comportamientos comunes que pueden desviar los esfuerzos de investigación y tratamiento del problema de las adicciones.
Es importante cambiar la perspectiva sobre este tema fuera de un marco de adicción y ver el uso de teléfonos inteligentes en un contexto que considere la interacción entre el dispositivo y las necesidades, comportamientos y deseos del usuario.
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