Los expertos desmienten que productos exóticos de moda como las semillas de chía o las bayas de goji tengan propiedades especiales
Quinoa, bayas de goji o de açaí, semillas de chía, té de maca, aceite de coco, espirulina, kale o espelta: cada vez más productos de nombre extraño y procedencia casi siempre exótica se amontonan en los estantes de tiendas de alimentación y supermercados. Son algunos de los llamados superalimentos, según los expertos una categoría creada más bien por el márketing y las redes sociales que por la comunidad científica. Ver atribuidas en internet a estos productos supuestas propiedades beneficiosas con efectos hasta milagrosos para la salud es frecuente. Pero en la gran mayoría de los casos no hay evidencias científicas que confirmen estas virtudes. Los nutricionistas aseguran que ningún producto en sí puede ser un superalimento y que una dieta saludable debe ser equilibrada y variada. Los alimentos sanos son abundantes en nuestro entorno habitual y no es necesario buscarlos al otro lado del mundo, coinciden.
«Es una nueva moda. ¿Por qué les llamamos superalimentos? Tienen prácticamente las mismas características que otros, pero unos lo son y otros no», reflexiona la experta en industria alimentaria Gemma del Caño. Las características principales de los productos que se suelen incluir en la categoría son el hecho de ser «nuevos y desconocidos«, «exóticos» y «con algún componente nutricional que les diferencie o al que podamos atribuir una función específica», según Del Caño.
La atracción por lo exótico descrita por esta experta parece verse reflejada en los datos. Según el último informe anual sobre alimentación en España del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, entre 2012 y 2017 las ocasiones de consumo de comida diferente de la «occidental tradicional«, como quinoa, sushi, ceviche, guacamole o tacos, han subido un 132% como entrante, un 105% como plato principal y un 223% como plato para compartir.
Los superalimentos «de repente irrumpen y parece que van a ser los salvadores de nuestra salud», afirma Miguel Ángel Lurueña, doctor en tecnología de los alimentos y divulgador científico. «Son percibidos como una forma de compensar una mala dieta y unos malos hábitos«, agrega Lurueña. Para Estefanía Toledo, de la Universidad de Navarra, la necesidad de encontrar «soluciones fáciles» a una cuestión compleja como lo es adoptar una dieta equilibrada genera falsas expectativas en muchos consumidores. «El mensaje que se transmite es que da igual con qué se acompañen [los superalimentos] y el resto de la dieta«, asegura esta investigadora, que también forma parte del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición. «Pero es lo contrario a lo que hay que buscar«, zanja.
En su opinión, hay que alimentarse de forma saludable y equilibrada «en su conjunto» para tener un aporte de nutrientes adecuado. Entre las claves para lograrlo, la experta indica como ejemplo favorecer el consumo de cereales integrales, verduras, legumbres, frutos secos, pescado y alimentos con grasas polisaturadas o monosaturadas como el aceite de oliva con respecto a los procesados, las carnes rojas, las bebidas azucaradas y los productos abundantes en grasas saturadas.
El peso del márketing
Toledo asegura que algunos productos incluidos en la categoría de superalimentos «tienen un valor nutritivo muy interesante» y pueden ser incluidos en una dieta variada, siempre y cuando se tenga en cuenta que «ningún alimento es una píldora mágica que nos vaya a curar de todo«, agrega. Ante el auge de estos productos, también la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha advertido de que «no existe ningún alimento milagroso ni curativo» y que «esta idea suele ser fruto de estrategias de márketing o leyendas sin fundamento«.
«Gran parte de la responsabilidad de esto es de la industria, que fomenta en el consumidor una necesidad que en realidad no tiene», asegura Gemma del Caño, que trabaja en el sector. «Durante mucho tiempo se han sacado productos seguros, pero no todos saludables. Ahora intentamos resarcirnos y hemos cambiado un montón de azúcar por un montón de propiedades, para que no se piense que somos tan malos», afirma esta experta. «Estamos teniendo la misma falta de ética por un lado que por el otro«, considera. Del Caño cree que a veces las empresas utilizan datos científicos sacados de estudios patrocinados por ellas mismas con fines comerciales.
Seguir una alimentación saludable «requiere constancia», afirma Estefanía Toledo. «Hay cosas que pueden no ser saludables pero tienen un fuerte márketing, y el márketing nos lleva a consumir, está diseñado para eso«, agrega esta investigadora. La científica hace autocrítica. «Quizás en salud pública no hemos sabido hacer un buen contramárketing», reflexiona. Aunque subraya que también influye la escasez de recursos que se pueden destinar a las campañas de información por parte del sector público con respecto a los presupuestos para la publicidad de las empresas privadas.
«La innovación forma parte de la identidad de la industria de alimentación y bebidas, que pone a disposición del público productos e ingredientes hasta hace poco desconocidos», afirma la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB). «Se está trabajando intensamente en todo lo relacionado con alimentación, composición, salud y calidad alimentaria, así como en productos por sectores de población y en nuevos aromas e ingredientes. La oferta alimentaria nunca ha sido tan amplia«, agrega la patronal del sector.
Por el otro lado, la FIAB asegura que «el término superalimento no es un concepto científico y en ningún caso hay productos milagrosos«. La patronal recomienda «llevar una dieta variada y equilibrada en su conjunto y practicar actividad física de manera regular«. También asegura que lo importante es que los estudios «estén basados en evidencias científicas» y que los que se publican en revistas especializadas «tienen que cumplir unos criterios rigurosos y son evaluados por revisores independientes». En la UE «tenemos un marco legislativo estricto sobre información al consumidor y declaraciones nutricionales y de propiedades saludables», recuerda. Pero no contesta directamente a las acusaciones de los expertos de fomentar falsos mitos como estrategia de márketing.
Contrarrestar la desinformación
Los expertos alertan de los peligros de la desinformación. Para Del Caño la desconfianza en la producción alimentaria tradicional y la inquietud que provocan los problemas de salud hacen vulnerable a la población frente a la desinformación proporcionada por quienes se aprovechan de «medios estudios o medias verdades». Toledo propone que la publicidad directa esté más regulada para que no se puedan hacer «afirmaciones que no están fundamentadas«. También cree que hay que impulsar más campañas de información y gravar con impuestos diferenciados «los alimentos saludables y los alimentos menos saludables».
«Si algo parece demasiado bonito como para ser verdad es muy probable que no lo sea», afirma Lurueña, que en su blog Gominolas de petróleo divulga información científica y desmiente mitos sobre alimentación y nutrición. Este experto invita a ser conscientes de que la intención de anuncios de productos milagrosos suele ser un intento de vender algo a través del engaño. “La realidad no es sencilla como tomarse un brócoli y pensar que así los problemas van a desaparecer”, recuerda.
La norma prohíbe las falsedades
En la UE hay una normativa común sobre la atribución de propiedades saludables o nutricionales a un alimento y sobre la información en el etiquetado y en la publicidad de los productos. Estas normas prohíben que las atribuciones sean «falsas, ambiguas o engañosas«, den lugar a dudas «sobre la seguridad y/o adecuación nutricional de otros alimentos» o se refieran «a cambios en las funciones corporales que pudieran crear alarma en el consumidor o explotar su miedo».
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), con sede en Parma (Italia), es la entidad encargada de evaluar de forma consultiva las declaraciones de propiedades saludables o nutricionales. La EFSA recibe las peticiones de autorización a través de los Estados miembros y expresa una opinión favorable o negativa tras la valoración de un comité de expertos. El proceso de evaluación dura como mínimo cinco meses. Luego la Comisión Europea autoriza o rechaza estas peticiones de atribución. La EFSA afirma que suele rechazar un 80% de las solicitudes sobre propiedades saludables. Son la Comisión Europea y las autoridades nacionales quienes autorizan o vetan la comercialización de los productos alimentarios.
Fuentes de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), dependiente del Ministerio de Sanidad y competente en la elaboración de la normativa en materia en España, aseguran que la ley española sobre etiquetado de alimentos es ajustada a la normativa europea. En la web de Aecosan hay material informativo sobre ella. La aplicación de la ley es competencia de las Comunidades Autónomas y de la Subdirección General de Sanidad Exterior para los productos que proceden desde el extranjero. En 2017 se registró solo un 0.1% de casos de incumplimientos de esas normas en los casi 150 mil controles realizados en España, según Aecosan.