A la par, pilas de ataúdes se acumulan afuera de los sobrecargados crematorios de la Ciudad de México.
Montañas de residuos infecciosos, incluidas enormes pilas de ataúdes abandonados y toneladas de desechos de hospitales, están apareciendo en México en plena pandemia de coronavirus, un problema que las autoridades atribuyeron el lunes a operadores sin escrúpulos y al manejo de los desperdicios.
Las autoridades anunciaron que habían encontrado 3,5 toneladas de residuos hospitalarios que fueron tirados en los bosques de las afueras de la Ciudad de México, y 6.000 metros cúbicos (yardas cúbicas) de desperdicios médicos apilados en un tiradero clandestino en el estado de Puebla, desbordándose de camiones y edificios.
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Mientras tanto, pilas de ataúdes se acumulan afuera de los sobrecargados crematorios de la Ciudad de México.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) dijo que gran parte de los residuos tendrían que ser incinerados debido a que representan un riesgo para la salud, y responsabilizaron a los prestadores de servicios de manejo de residuos por el problema.
La escena en el almacén de Puebla era grotesca: montañas de bolsas de basura de hospital de plástico rojo que habían sido amontonadas de una manera tan estrecha que las paredes estaban abultadas y colapsando. Las unidades de refrigeración de la instalación no funcionaban y la oficina dijo que sangre “y otros líquidos corporales” se derramaban al suelo en la localidad de Cuautinchán.
“El inadecuado manejo que realiza esta empresa representa un riesgo ambiental y de salud de la población de manera directa y potencial”, dijo la Profepa.
Y en la localidad de Nicolás Romero, en una zona boscosa en las afueras de la Ciudad de México, alguien había estado tirando toneladas de residuos médicos en una ladera a partir de mediados de abril. Para cuando los inspectores llegaron a limpiar la zona entre el 4 y el 11 de mayo, encontraron 3,5 toneladas del material, incluidos residuos biológicos y tejido humano parcialmente incinerado esparcidos por la zona.
Los incineradores de residuos especializados ya están sobrecargados por el flujo de equipo de protección desechado y tejidos infecciosos que se generan en medio de la pandemia.
El problema de los ataúdes sigue acumulándose, literalmente, pese a una ley de 2019 que regula la reutilización de ataúdes desinfectados. De acuerdo con el Senado mexicano, antes de la pandemia alrededor de 100.000 ataúdes se reutilizaban al año.
Pero si bien las directrices de coronavirus requieren que los cuerpos de víctimas de COVID-19 sean colocados en bolsas para cadáveres, aún deben transportarse en contenedores —generalmente ataúdes de madera o metal— a los crematorios. Dado que no hay ninguna garantía de que los fluidos corporales no se hayan derramado de las bolsas, la gente es reacia a utilizarlos por miedo a contagiarse. Son desechados y simplemente se han apilado.
México está plagado de problemas con empresas no reguladas tanto en la eliminación de residuos como en las industrias funerarias. De acuerdo con el Senado, 60% de las agencias funerarias de México no están registradas o no lo están en su totalidad.