El impacto de un devastador e inesperado huracán Otis en una ciudad donde conviven lujosos hoteles — muchos de ellos destrozados ahora — y barriadas populares todavía incomunicadas, dejó 30 muertos y cuatro desaparecidos y sembró Acapulco de angustia, lodo, escombros y de las escenas más extrañas.
Operarios que no sabían cómo restablecer la electricidad con los postes de luz bajo metros de barro y agua. Personas caminando entre tiendas arrasadas con pollos en las manos o con una silla de oficina cargada de adornos de Navidad y papel higiénico. Turistas sentados junto a sus maletas sin saber a dónde ir ni qué comer cerca de hoteles donde el huracán arrancó de cuajo ventanas y paredes.
A pesar de la paulatina reapertura de las vías de comunicación y de que el gobierno empezó a enviar equipos de emergencia y ayuda de primera necesidad, su llegada es lenta y, dos días después de que el huracán Otis impactara en Acapulco con categoría 5, la ciudad costera de un millón de habitantes, antaño conocida por su glamour playero, seguía sumida en el caos.
Está previsto que el viernes reabra el aeropuerto de la ciudad para iniciar un puente aéreo que permita la llegada de insumos y la salida de turistas, informó el gobierno federal. Además, se habilitaron dos puntos desde los que partirían los 30 o 40 autobuses diarios que, según la gobernadora del estado de Guerrero, Evelyn Salgado, también son para los turistas.
Uno estaba a las afueras, por lo que no quedaba claro si los interesados tendrían que ir caminando hasta allá como ya hicieron algunos el jueves por la noche, que se lanzaron a cruzar a pie el túnel que conecta la costa con la autopista hacia la Ciudad de México con la esperanza de que algún vehículo los llevase.
La tarea de reconstrucción parecía inabarcable y la frustración con las autoridades era generalizada. Aunque se enviaron unos 10.000 militares a la zona, no contaban con las herramientas para limpiar las toneladas de lodo y los árboles caídos de las calles, algunas de ellas convertidas en ríos.
Del medio millón de usuarios afectados por el enorme apagón provocado por Otis, la mitad seguían sin luz el jueves por la noche, según la Comisión Federal de Electricidad. Además, el sistema de aguas de la ciudad colapsó y la gasolina escaseaba, aunque el gobierno aseguró que había reservas para 18 días y que en breve llegará un barco con más combustible. Otros buques que podrían servir como hospitales se acercaban también a Acapulco.
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En las zonas más pobres, los vecinos se quejaban de que nadie les hacía caso.
Flora Contreras Santos, un ama de casa de una zona humilde a las afueras de Acapulco, iba de soldado en soldado contando su historia de desdicha: Una ladera se derrumbó sobre su casa de techo de lámina y la fuerza del lodo y del agua arrancó a una niña de tres años de los brazos de su madre. No la han vuelto a ver.
“El cerro se les vino encima. El lodo se la quitó de los brazos a la mamá”, relató Contreras Santos. “Necesitamos ayuda. La mamá está mal, toda raspada, y no encontramos a la niña”.
Nadie parecía interesado.
Y aunque la prioridad parecía ser el turismo, que es el motor de una ciudad donde el 80% de los hoteles sufrieron daños por el azote de Otis, también los visitantes se quejaban de haber sido expulsados de sus alojamientos sin comida ni agua.
Otros, como la estadounidense Alina Callejas, de California, pedía ayuda médica para su madre, que parecía haber sufrido un derrame cerebral, pero lo mejor que pudieron ofrecerle los funcionarios locales fue llevarla en camioneta hasta una base militar local para que comiera gratis.
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Foto: Especial
Vía: AP