Después de más de un siglo viviendo en la selva del Amazonas, Varî Vãti Marubo se desplaza con la ayuda de un bastón y, como siempre, camina descalza. Cuando su tribu indígena, los marubo, convocó a reuniones este año, todos sabían que sería un desafío para ella asistir.
La travesía hacia el poblado designado implicaba una caminata de 20 kilómetros a través de arroyos, troncos caídos y densos bosques tropicales. Sin embargo, al igual que lo ha hecho durante un siglo, Varî Vãti enfrentó los elementos. Logró asegurarse un lugar en el único medio de transporte disponible: la espalda de su hijo.
“¡Ten cuidado conmigo!”, le gritó a su hijo, Tama Txano Marubo (todos los miembros de la tribu marubo tienen el mismo apellido), mientras bajaba por un terraplén lodoso con un machete en una mano y su madre en la espalda. Todo el peso de su madre estaba sostenido en una tira de tela azul sujetada de la frente de Tama Txano. “¡Llamen un camión para que venga por mí!”, les gritó a unos parientes que reían. “Es demasiado”.
Pero llegó en perfectas condiciones.
Además de ser la persona de mayor edad en la tribu marubo de 2000 integrantes, es probable que Varî Vãti sea una de las personas más viejas que todavía viven en las profundidades del bosque tropical de la Amazonía. El documento oficial de gobierno que tiene, basado en el cálculo de un antropólogo, indica que cumplirá 107 años en septiembre, aunque su familia cree que es más vieja. Varios integrantes de la tribu afirman que tiene más de 120 años.
Maria Lucimar Pereira Kaxinawá, del pueblo cercano huni kuin, murió en 2022 a los 131 años, según un documento emitido por el gobierno. Si esa edad es precisa, se trata de la persona más anciana del mundo. Algunos investigadores creen que la longevidad de algunos pueblos indígenas de la Amazonía, a pesar de las difíciles condiciones ambientales que sufren en algunos momentos, se debe al estilo de vida activo que tienen y a su dieta natural.
Varî Vãti forma parte de un grupo de ancianos indígenas expertos que han ayudado a preservar la cultura y las costumbres de su gente en un ambiente de tremendos cambios y retos tanto dentro como fuera de su hogar en el bosque.
El arco de su vida ha seguido un siglo de transformación para los indígenas de la Amazonía, durante el cual muchos de ellos se han enfrentado al nuevo contacto con forasteros y su tecnología, así como a la vasta destrucción de la selva.
No obstante, su vida diaria es una muestra de lo que han hecho algunos grupos indígenas para poder preservar una forma de vida que todavía se asemeja a la que llevaban sus ancestros.
Varî Vãti ha pasado toda su vida en uno de los espacios más aislados del planeta, rodeada por kilómetros de bosque tropical en todas las direcciones. Ha dormido en una hamaca en una maloca, una choza común de 15 metros de alto en la que los marubo cocinan, comen y duermen juntos.
Ha elaborado joyería y ropa con material de la selva, como algodón, semillas y dientes de animales. También ha cocinado platillos tradicionales sobre el fuego, desde avena con plátano y lagartija asada hasta hueva de pescado envuelta en hojas de plátano.
Varî Vãti recuerda una época de su niñez en que, si su gente veía a una persona blanca, todos corrían a esconderse. Ahora, en cambio, cada vez más marubo viven fuera del bosque tropical. Hablan portugués y estudian en ese idioma, algunos son abogados e ingenieros, activistas y académicos. La generación marubo más reciente, que puede conectarse desde sus poblados remotos gracias al servicio de internet Starlink de Elon Musk, está en TikTok.
Desde nuestra aparición, hemos conservado vivas las tradiciones. Pero ahora veo que todo cambia”, comentó Varî Vãti en su lengua nativa, que solo hablan unos cuantos miles de personas. “Muchos jóvenes ya olvidaron la sabiduría de nuestros ancestros”.
Afirma que comprende la búsqueda de conocimientos nuevos, pero también le preocupa que la migración a la ciudad llegue a eliminar la cultura cultivada en los poblados de su tribu en el bosque tropical. “Me gusta estar en el bosque, en una atmósfera de paz y armonía”, señaló. “Despertar con la brisa del amanecer, capturar el delicioso pescado. Todo eso me hace sentir viva”.
Los marubo tuvieron contacto con forasteros por primera vez casi a finales del siglo XIX, cuando unos extractores de caucho se abrieron paso por su sección de la Amazonía brasileña, cerca de la frontera con Perú. “Cuando vimos gente blanca, nos dio mucho miedo”, relató Varî Vãti. “Nuestras medicinas solo curan nuestras enfermedades, no enfermedades desconocidas del exterior”.
Muchos marubo murieron a causa de enfermedades y por la violencia. Quizá Varî Vãti haya sido una veinteañera en la época de la Segunda Guerra Mundial, pero cuando le preguntamos, respondió que nunca había oído hablar de ella. “La única guerra que atestigüé fue la de los peruanos contra los indígenas”, explicó.
Varî Vãti, hija del jefe anterior de los marubo, se casó tres veces y tuvo nueve hijos, de los cuales se cree que el mayor tiene aproximadamente 90 años. Su primer marido la abandonó. El segundo fue asesinado, según dijo su familia. En cuanto al tercero, después de un tiempo se casó con la sobrina de Varî Vãti y ahora vive en otro pueblo (en la cultura marubo, los varones pueden casarse con varias mujeres; las mujeres solo pueden estar casadas con un hombre).
Los marubo viven en una estructura colectiva en que todos los miembros del pueblo se encargan de distintas responsabilidades, desde la agricultura y la cacería hasta la cocina y la limpieza, y todos comen lo mismo de los mismos tazones.
También existen roles de género claros, así como privilegios. Los varones cazan y las mujeres cocinan. Los hombres comen con tenedores y cucharas de un lado de la maloca, sentados sobre troncos. Las mujeres comen con las manos al otro lado de la maloca, sentadas sobre tapetes tejidos con hojas de palma. Los hombres toman ayahuasca, una infusión psicodélica hecha con una planta de la Amazonía, con el propósito de establecer contacto con los espíritus, mientras que las mujeres no pueden hacerlo.
Muchos marubo indicaron que lamentan la desigualdad. Varî Vãti dio a entender que así es la vida. De cualquier manera, la tribu hace poco eligió por primera vez a una mujer para ocupar un cargo de liderazgo y está organizando su primera asociación de mujeres.
En los encuentros de este año, que son parte de las reuniones tribales periódicas para resolver problemas y dialogar acerca de los planes nuevos, Varî Vãti se puso de pie para hablar. Casi todos se detuvieron a escucharla.
No nos concentremos en los conflictos ni el odio, sino en el bien colectivo, en lo que es mejor para nuestro pueblo, en vivir en paz y armonía”, instó, sostenida de su hijo como apoyo. “Somos indígenas. No podemos vivir como viven las personas que no son indígenas”.
Añadió que le alegraba tener la oportunidad de dirigirse a la tribu. “No voy a estar aquí siempre”, dijo. “Y me preocupa que se pierdan en el futuro”.
En el camino de regreso de las reuniones, Varî Vãti y su familia se detuvieron a descansar. Varî Vãti se sentó sobre un tronco y agachó la cabeza sobre una de sus manos. Espantó unas moscas que volaban cerca de una cortada que tenía en el pie.
Su hijo, Sebastião, que vive por periodos en la ciudad, explicó que intenta animar a su mamá a cuidarse más, e incluso le ha propuesto que use chanclas y tome más medicina occidental. Pero ella se resiste.
Siempre dice: ‘El bosque es el que nos cuida’”, compartió. “‘Los espíritus del bosque. No tenemos por qué preocuparnos’”.
Con información de The New York Times.
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