También reaccionó con una serie de tuits en los que expresó su malestar y acusó a los demócratas de participar en una “caza de brujas” y “acoso presidencial”.
Desde el piso 58 de un rascacielos de Manhattan, el presidente Donald Trump vio el martes cómo cambiaba el viento para su legado y su futuro político se tornaba más incierto.
De regreso en su ciudad natal para la Asamblea General de Naciones Unidas, el mandatario tomaba un “receso ejecutivo” en su ático de la Trump Tower cuando la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, anunció el inicio de un proceso formal de juicio político en su contra. La medida de Pelosi incrementa las posibilidades de que Trump se convierta en el tercer presidente del país en ir a juicio político.
Fue un proceso que duró más de dos años y medio, y uno que lleva al mandatario por una nueva senda de su característico martirio político.
La impugnación, resultado de una presidencia de Trump que tiende a saltarse las normas y de la persistente frustración de los demócratas con el resultado de las elecciones de 2016, fue bien recibida por los asesores del mandatario, que creen que podría tener resultados contraproducentes para los demócratas.
El mismo Trump dijo que la medida podría impulsar sus posibilidades electorales, pero en su momento reaccionó con una serie de tuits en los que expresó su malestar y acusó a los demócratas de participar en una “caza de brujas” y “acoso presidencial”.
Momentos antes, cuando se hizo pública la decisión de Pelosi, un agitado Trump opinó sobre el costo político del juicio político y el episodio que ha precipitado el proceso, al saberse que una denuncia de informante lo acusaba de presionar al gobierno ucraniano para que consiguiera información perjudicial sobre la familia de su rival político, Joe Biden.
“Van a perder la elección, y creen que esto es lo que deben hacer”, dijo Trump a los reporteros. Refiriéndose a Pelosi, añadió: “Si lo hace, todos dicen que es algo positivo para mí, para la elección. También se podría decir, ¿quién necesita esto? Es malo para el país”.
Las revelaciones giran en torno a una conversación telefónica el pasado 25 de julio entre Trump y el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskiy, en la que se dice que Trump pidió ayuda para investigar a Biden y a su hijo, Hunter. Días antes de la llamada, Trump ordenó a sus asesores congelar un fondo de 400 millones de dólares en ayuda militar para Ucrania, lo que generó especulaciones de que retenía el dinero para presionar por información sobre los Biden. Trump ha negado la acusación pero reconoció que bloqueó la entrega de fondos.
La Casa Blanca y los asesores informales de Trump se encuentran divididos sobre cómo manejar la historia, según ocho personas que hablaron bajo condición de anonimato debido a que no están autorizadas para discutir conversaciones privadas de manera pública. Trump pasó parte de la noche del lunes consultando con familiares y allegados sobre sus próximos pasos.
El presidente ha alternado entre lanzar diatribas contra lo que ve como intentos demócratas y de los medios de exagerar la historia de Ucrania y afirmar que el proceso perjudicará a sus rivales políticos. Frustrado por cómo el rápido ritmo de acontecimientos ha hecho sombra a su paso por Naciones Unidas, Trump dijo creer que este era un intento de los demócratas de “reintentarlo” tras no haber logrado destituirle con la pesquisa sobre Rusia del investigador especial Robert Mueller.
La Casa Blanca como institución y Trump a nivel personal llevan casi un año provocando a los demócratas para que iniciaran el proceso de juicio político. Han rechazado peticiones de documentos e ignorado citaciones del Congreso, alegando un generoso privilegio ejecutivo para impedir que miembros del gobierno, e incluso personas que nunca habían trabajado en la Casa Blanca, declarasen en pesquisas oficiales.
Sus estrategas creen desde hace tiempo que un juicio político sería una victoria porque el público estadounidense vería el proceso como una maniobra puramente partidista que jugaría en contra de los demócratas, como les ocurrió a los republicanos cuando intentaron destituir a Bill Clinton hace 20 años.