En el corazón de una montaña en una remota isla de Noruega se encuentra la llamada «bóveda del fin del mundo«. Este recinto, situado en el archipiélago de Svalbard, en el mar Glacial Ártico al norte de Europa, almacena semillas de los principales cultivos del planeta a una temperatura de -18 °C. Conocida oficialmente como el Banco Mundial de Semillas o Cámara Global de Semillas, su propósito es salvaguardar la biodiversidad agrícola y convertirse en una solución crucial para la humanidad en caso de una catástrofe global.
El depósito alberga ‘copias de seguridad’ de más de 1,3 millones de muestras de semillas de más de 6.300 especies procedentes de casi todos los países del mundo que pueden ser necesarias para recuperar las cosechas en caso de guerras, desastres naturales u otras amenazas. Se trata de variedades únicas de los alimentos básicos de África y Asia, como el maíz, el arroz, el trigo, el caupí y el sorgo, y de variedades europeas y sudamericanas de berenjena, lechuga, cebada y patata.

¿Cómo se almacenan las semillas?
La cámara acorazada está situada a 120 metros de profundidad en el espesor de la roca, lo que la protege de terremotos, crisis climáticas e incluso desastres nucleares. Tiene capacidad para guardar 4,5 millones de muestras de semillas. Ya que cada muestra contiene una media de 500 semillas, en la instalación se pueden almacenar un máximo de 2.250 millones de semillas. Cuando se llene la mitad de la primera de las tres salas del depósito, albergará la mayor colección de semillas del mundo.
Las semillas se sellan en paquetes de papel de aluminio de varias capas hechos a medida, que se ubican dentro de cajas y se almacenan en estanterías. La baja temperatura y el nivel de humedad garantizan una baja actividad metabólica, lo que mantiene las semillas viables durante décadas, siglos o, en algunos casos, miles de años. Por su parte, el permafrost garantiza la viabilidad continua de las semillas si falla el suministro eléctrico.
Las cajas de muestras se almacenan en «condiciones de caja negra». Es decir, un depositante que decide almacenar semillas en el Banco Mundial de Semillas sigue siendo el propietario de ellas y el único que puede retirarlas de la bóveda.

Historia de la bóveda del fin del mundo
El ‘Arca de Noé’ vegetal, como también se le conoce a la bóveda, se inauguró en 2008. Fue creado por el Ministerio de Agricultura y Alimentación de Noruega, el Centro Nórdico de Recursos Genéticos (NordGen) y la organización internacional Crop Trust. El Gobierno noruego gastó unos nueve millones de dólares para construir el depósito.
Ya para el año de 2013, aproximadamente un tercio de la diversidad de cultivos almacenada en los bancos de germoplasma de todo el mundo estaba representado en la ‘bóveda del fin del mundo’. Entre 2015 y 2019, el depósito desempeñó un papel destacado en la reconstrucción de las colecciones de semillas dañadas durante la guerra en Siria.

Mientras, en febrero de 2020, los cheroquis se convirtieron en el primer grupo indígena de Norteamérica en depositar en este emplazamiento las semillas de nueve cultivos alimentarios considerados reliquias al ser anteriores a la colonización europea, entre ellos un tipo de maíz llamado águila blanca, sagrado para la tribu.
Para su 15.º aniversario, la cámara obtuvo casi 20.000 muestras de semillas de 20 depositantes de bancos de germoplasma, incluidas colecciones de depositantes primerizos de Albania, Croacia, Macedonia del Norte y Benín. A finales de febrero de 2025, el banco recibió más de 14.000 nuevas muestras, entre ellas sorgo y mijo de Sudán, casi desaparecidos; judías terciopelo de Malaui, clave para la agricultura y la medicina; así como más de 3.000 variedades de arroz, judías y maíz de Brasil.
¿Existen otros bancos de semillas?
En el mundo existen más de 1.700 bancos de genes que guardan colecciones de cultivos alimentarios para su custodia. Entre ellos están el banco de semillas de Camino Verde en EE.UU., el centro mundial de vegetales en Taiwán, la granja de conservación de la biodiversidad Navdanya en la India y el Banco de Plantas Australiano.
Por su parte, el Banco Mundial de Semillas de Svalbard es, según sus fundadores, una especie de «póliza de seguro» para otros bancos de genes. Sus investigadores dependen de los bancos de semillas de todo el mundo para obtener variedades con las características útiles que necesitan. Si esos bancos de semillas perdieran más adelante sus propios recursos, debido a un desastre natural o provocado por el hombre, las colecciones podrían recuperarse a través las copias de Svalbard.
Con información de Actualidad RT.
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