Los vuelos que iban a llegar a la capital se empezaron a desviar a los aeropuertos de otras 12 ciudades chinas.
Primero, China abre sus puertas interiores. Después, cierra las de fuera. Este sería el resumen de la semana en el gigante asiático. El jueves, a última hora, el Ministerio de Asuntos Exteriores comunicó que se prohibía la entrada de los extranjeros al país, incluidos aquellos que tengan visado o permiso de residencia.
Así se blinda China de los casos de contagios importados de otros países. El nuevo foco que hace temblar a la potencia mundial ante una posible segunda oleada de contagios. Porque el coronavirus, en cuanto al total descenso de las infecciones locales, estaba dejando paso a la normalidad. En pequeñas dosis. La provincia de Hubei se ha abierto. Y su capital, Wuhan, el epicentro de la pandemia, lo hará en menos de dos semanas.
«Una sola chispa puede iniciar un incendio en la pradera», rezaba hace unos días un editorial del diario China Daily. La pradera es un país que proclama haber ganado la batalla contra el Covid-19. En cuanto a la chispa, se refiere a los más de 474 casos importados de otros países. Aunque, según las declaraciones de hoy del viceministro de Relaciones Exteriores, Luo Zhaohui, el 90% de estos casos corresponden a ciudadanos chinos que retornan a su país.
«En vista de la rápida propagación de la nueva epidemia de coronavirus en todo el mundo, China ha decidido suspender temporalmente la entrada de extranjeros con visas y permisos de residencia actualmente válidos», dijo el Ministerio de Asuntos Exteriores en su comunicado. «La suspensión es una medida temporal que China está obligada a tomar a la luz de la situación del brote y las prácticas de otros países. China se mantendrá en estrecho contacto con todas las partes y manejará adecuadamente los intercambios de personal con el resto del mundo en circunstancias especiales. Las medidas mencionadas se calibrarán a la luz de la evolución de la situación y se anunciarán en consecuencia», agregó.
En las últimas dos semanas, el gobierno estaba aplicando una cuarentena obligatoria a todos los viajeros que aterrizaban en el país. En la capital, Pekín, los llevaban en autobuses hasta el Centro Internacional de Exhibiciones. Allí, un funcionario del gobierno los sometía a lo que llaman un test de salud: un interrogatorio sobre sus últimos movimientos y si han estado cerca de personas infectadas. Después, el funcionario sacaba un folleto con la lista de los cinco hoteles que están disponibles en la ciudad para pasar los 14 días de cuarentena. Cada habitación y comida, corre a cuenta del forzado inquilino.
Ayer, los vuelos que iban a llegar a la capital se empezaron a desviar a los aeropuertos de otras 12 ciudades chinas ante el temor de que Pekín se llenara de más casos de contagio o de pasajeros encerrados en cuarentena.
El nuevo cerrojo a extranjeros se aplicará a partir de la media noche del sábado, aunque excluye a los que tengan el pasaporte diplomático y o el de cortesía. «Los ciudadanos extranjeros que vienen a China para actividades económicas, comerciales, científicas o tecnológicas necesarias o por necesidades humanitarias fuera de emergencia, pueden solicitar visas en las embajadas o consulados chinos», matiza el anuncio del Ministerio.
También, según un comunicado de la Administración de Aviación Civil de China, a partir del domingo se van a limitar los vuelos internacionales. Las aerolíneas chinas únicamente podrán hacer una ruta semanal a una ciudad por cada país, operando a una capacidad de no más del 75%. Los vuelos de las compañías extranjeras se limitarán a uno por semana hasta China.