Cerca de dos tercios de los votantes católicos hispanos se han identificado como demócratas a lo largo de la última década.
Una reciente votación de los obispos estadounidenses fue el ejemplo más dramático del alcance del movimiento católico conservador desde que Joe Biden fue elegido. El grupo ganó influencia a lo largo de la era Trump.
El papa Francisco y el presidente Joe Biden son los dos católicos de más alto perfil en el mundo.
Sin embargo, en Estados Unidos, ninguno de estos hombres determina las decisiones de la Iglesia católica. Ahora, un movimiento conservador es el que decide cómo la Iglesia católica reafirma su poder en el país.
Esta realidad se confirmó de manera inequívoca la semana pasada, cuando los obispos del país votaron de manera abrumadora a favor de redactar un conjunto de directrices para la eucaristía, con lo que gana terreno la presión conservadora para negarle la comunión a Biden por su apoyo al derecho al aborto.
“Los líderes tienen una obligación especial por su visibilidad pública”, dijo el obispo Kevin Rhoades, quien dirige la diócesis de Fort Wayne-South Bend, en Indiana, tras la votación.
Este ha sido el ejemplo más contundente del alcance del movimiento católico conservador desde que Biden resultó electo. El grupo cobró fuerza durante el mandato de Donald Trump: tuvo desencuentros con el Vaticano, socavó la influencia de los máximos representantes del papa Francisco en Estados Unidos y polarizó aún más a los fieles católicos en el proceso. Ahora, los católicos estadounidenses se enfrentan a una guerra interna sobre uno de los rituales más sagrados de la Iglesia, la Santa Eucaristía, que representa el cuerpo y la sangre de Cristo.
Los principales aliados estadounidenses del papa Francisco, entre ellos el cardenal de Chicago Blase Cupich, el cardenal de Newark, Nueva Jersey, Joseph Tobin y el cardenal de Washington D. C. Wilton Gregory, se alinearon con la advertencia del Vaticano de no seguir adelante con el documento eucarístico pero, al final, se vieron rebasados. La medida fue aprobada con un 73 por ciento de votos a favor, frente a un 24 por ciento en contra.
Ese 73 por ciento representa el impulso conservador emergente, en desacuerdo con las prioridades generales del papa Francisco en temas como la inmigración, la pobreza y el cambio climático, no solo entre los obispos sino también en las parroquias de todo el país. Aunque la Iglesia tiene una estructura jerárquica, los obispos tienen bastante autonomía en sus propias diócesis. Entre los líderes del movimiento conservador se encuentra Rhoades, quien preside el comité episcopal de doctrina.
Rhoades, al igual que Biden, creció en Pensilvania, y fue nombrado jefe de la diócesis de Fort Wayne-South Bend en 2010 y en el pasado tuvo un enfrentamiento público con Biden. En 2016, criticó la decisión de la Universidad de Notre Dame de honrar a Biden, vicepresidente en ese momento, debido al apoyo que manifestó al derecho al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo, lo cual representaba una violación a las enseñanzas de la Iglesia. “No estoy de acuerdo con premiar a alguien por un ‘servicio destacado a la Iglesia y a la sociedad’ que no ha sido fiel a esta obligación”, dijo en ese momento.
Los católicos de Indiana lideran el activismo antiabortista. Han impulsado restricciones al aborto, las han defendido en los tribunales y presionaron a los funcionarios electos para que apoyaran los nombramientos del expresidente Donald Trump en la Corte Suprema. La jueza Amy Coney Barrett, la nueva jueza católica del tribunal, es egresada de la Universidad de Notre Dame, la cual está ubicada en la diócesis de Rhoades.
El giro a la derecha se produce en un momento en el que los movimientos conservadores están en auge en el cristianismo, en respuesta al creciente secularismo y el declive general del cristianismo, tanto protestante como católico. La crisis de los abusos sexuales también ha alejado a muchos feligreses.
Los católicos blancos son cada vez más republicanos: alrededor de 6 de cada 10 electores católicos blancos registrados ahora son republicanos, en comparación con 4 de cada 10 en 2008, según el Centro de Investigaciones Pew. En cambio, cerca de dos tercios de los votantes católicos hispanos se han identificado como demócratas a lo largo de la última década.
El papa Francisco, el primer pontífice procedente de América Latina, ha manifestado su descontento con el creciente conservadurismo en Estados Unidos, sobre todo en enfrentamientos públicos con Trump en temas como el racismo, la inmigración y lo que significa ser un verdadero cristiano.
La conferencia episcopal, celebrada de manera virtual la semana pasada, reveló una red de bastiones eclesiásticos conservadores en todo el país porque muchos obispos se presentaron como defensores de la verdadera fe que enfrentan a menudo lo que describieron como una persecución por parte de los cristianos liberales, la sociedad secular y los medios de comunicación.
Los héroes de la derecha católica, incluidos obispos cuya ardiente oposición a los derechos de las personas gays y la contracepción se conoce desde hace tiempo, estuvieron entre los partidarios más destacados de la declaración.
Después de la votación, el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, instó a los católicos a “recordar a los mártires eucarísticos que murieron para proteger al Santísimo Sacramento de la profanación”.
El arzobispo de Kansas City, Kansas, Joseph Naumann, a cargo del Comité de Actividades Provida de los obispos, criticó a los funcionarios públicos que “hacen alarde de su catolicismo”, pero cuyas políticas son opuestas a la Iglesia.