El año pasado, más de 25.000 personas de todo el mundo se congregaron en Jerusalén para celebrar la Semana Santa.
En Bogotá, Manila, Jerusalén o Madrid miles de millones de cristianos celebran este viernes la Semana Santa encerrados en sus casas debido a la pandemia de coronavirus, que se acerca al umbral simbólico de los 100.000 muertos en todo el mundo.
En un mundo enfrentado a la peor recesión económica desde la Gran Depresión de 1929, como dijo la jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, el jueves se fortaleció una respuesta financiera en Estados Unidos pero también en la Unión Europea.
El papa Francisco, líder espiritual de 1.300 millones de católicos, verá por la noche a dos grupos de cinco personas en la inmensa plaza de la Basílica de San Pedro en Roma que harán revivir a internautas y telespectadores el Camino de la Cruz, el calvario de Jesús, desde su condena hasta su crucifixión y su muerte.
Esta sobrecogedora imagen es una de las tantas impensables consecuencias de la pandemia de COVID-19, que ha dejado más de 94.000 muertos y más de 1,5 millones de infectados en el mundo, y tiene confinada a más de la mitad de la población.
Francisco ya ofició la misa del Jueves Santo, que recuerda la Última Cena de Jesús, ante un reducido número de asistentes, ante quienes que recordó a los “más de sesenta curas muertos en Italia mientras se ocupaban de enfermos en los hospitales”.
En Tierra Santa, todos los lugares de culto han sido cerrados al público, incluida la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, el lugar donde, según los evangelios, murió y fue sepultado Cristo.
Normalmente Jerusalén es el corazón de las celebraciones de Pascua. El año pasado, más de 25.000 personas de todo el mundo se congregaron allí para celebrar la Semana Santa.
Respuestas económicas
Los frentes son múltiples y el mundo intenta organizarse como puede. En una intensa jornada de varias reuniones de líderes mundiales sobre la pandemia, los ministros de Finanzas europeos acordaron el jueves en videoconferencia un plan de ayudas por 500.000 millones de euros (550.000 millones de dólares).
“Europa ha tomado una decisión y está lista para enfrentar la gravedad de la crisis”, tuiteó el ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire.
Los 27 miembros del bloque descartaron sin embargo una vez más la idea de una emisión de deuda común como pedían España e Italia, y a lo que se oponían los países del norte, especialmente Holanda y Alemania.
De su lado, los principales países productores de petróleo, excepto México, acordaron reducir la producción en mayo y junio en 10 millones de barriles diarios, anunció este viernes la OPEP, después de negociaciones maratonianas para contrarrestar el desplome de los precios.
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¿Luz de esperanza?
Estos pequeños logros son apenas paliativos para la pesadilla que vive en el mundo, sobre todo Europa y Estados Unidos, que concentran la mayoría de los muertos y contagios.
El número de pacientes de cuidados intensivos ha disminuido ligeramente en Francia, al igual que las hospitalizaciones en los focos estadounidenses de la COVID-19, lo que da la esperanza de una desaceleración en un futuro no muy lejano.
Estados Unidos (más de 16.000 muertos y 430.000 casos) es el país con más infecciones y donde la enfermedad avanza más rápidamente.
En Nueva York, epicentro del brote estadounidense, se registró un nuevo récord de 799 muertes en 24 horas, pero sólo hubo 200 nuevos pacientes ingresados a hospitales, “el menor número que hemos tenido desde que empezó esta pesadilla”, dijo el gobernador Andrew Cuomo.
El desempleo en Estados Unidos por su parte no deja de alcanzar niveles históricos: unos 6,6 millones de personas más pidieron subsidios de desempleo, según cifras difundidas el jueves. Ante esto, la Reserva Federal anunció 2,3 billones de dólares en nuevos préstamos para apoyar la economía.