Con un suspiro de satisfacción, Masazumi Kato se sumerge en una de las bañeras de un balneario en las afueras de Tokio, un ritual que ha estado prohibido durante el estado de emergencia decretado por el nuevo coronavirus.


Estos espacios, llamados «onsen», donde es posible relajarse desnudo en unas grandes bañeras, han reabierto uno tras otro desde el levantamiento gradual de las medidas de lucha contra la propagación del nuevo coronavirus en Japón.

Kato, de 52 años, no está preocupado por contraer la enfermedad y retomó contento su rutina de venir al balneario, a pesar de que es un lugar cerrado y que es imposible llevar una máscara cuando se está en el agua.

«Están tomando precauciones contra el virus», afirma, descansando en un bañera exterior mientras otros hombres, desnudos, se sumergen en otras hasta el cuello. Yumominosato, establecimiento de cinco niveles con bañeras exteriores e interiores, la mayoría de las cuales son de aguas termales, es un típico ejemplo de estos lugares de vida esenciales para los japoneses, presentes en todo el archipiélago nipón. – Máscaras –

El establecimiento está situado en Yokohama, cerca de Tokio, y cuenta con un restaurante, salas de masajes, una biblioteca y varias salas de relajación. Muchos japoneses pasan todo el día allí, entre baños, siestas, comidas y masajes.

Pero la mayoría de los grandes establecimientos cerraron cuando el gobierno declaró el estado de emergencia en abril, en Tokio y en algunas otras regiones en un primer momento, y luego en todo el país. Las autoridades calificaron de «servicios esenciales» a los baños públicos clásicos que, en el pasado, servían a menudo a quienes no disponían de un baño en su casa.

A estos establecimientos se les pidió que airearan más los locales cerrados, exigieran a sus clientes el respeto de una buena distancia entre ellos y limpiaran las superficies afectadas por los bañistas, como las manijas de las puertas. Yumominosato permaneció cerrado durante unos dos meses.

Sus clientes ahora tienen que medir su temperatura justo antes de entrar, y se les pide que se mantengan separados tanto dentro como fuera del agua. Deben usar una máscara fuera de las zonas de baño y desinfectantes para las manos, distribuidos por todo el edificio.

Antes de la pandemia, la institución recibía fácilmente a 1.000 personas en un solo día, explica el gerente, Hiroshi Saito. En los dos primeros días de reapertura, se presentaron 500. «Por supuesto que el coronavirus no ha desaparecido.

La posibilidad de una segunda ola está en todas las mentes. Por lo tanto, hemos reforzado nuestras medidas de higiene para que nuestros clientes puedan realmente relajarse», explica a la AFP.

«Qué bien me siento», comenta por su parte You Sasaki, de 50 años, quien, antes de la pandemia, frecuentaba el lugar entre tres y cuatro veces por semana. «La última vez que estuve aquí fue a finales de marzo.

Es difícil de expresar con palabras lo que uno siente aquí. Es muy especial. Sumergirse en una bañera es tan relajante», dice. «Forma parte de nuestra vida. No creo que se nos pueda separar de esto, del baño. Ni a mí ni a ningún japonés», afirmó.

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