Biden y Trump dieron los tradicionales discursos en la madrugada del miércoles 4 de noviembre y cada uno se mostró seguro. 

El país todavía no ha elegido a un nuevo presidente. El demócrata Joe Biden tiene una ligera ventaja sobre el republicano Donald Trump, al llevarse 238 votos del Colegio Electoral frente a los 213 que reúne parcialmente el actual mandatario. Cualquiera de los dos necesita 270 boletos como mínimo para llegar a la Casa Blanca.

La principal razón por la que aún no se ha confirmado un ganador es porque los resultados finales dependen de los votos que se están contando en Wisconsin, Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania, Michigan y en menor medida Nevada y Alaska. En los tres primeros estados los márgenes de diferencia entre un candidato y otro son tan pequeños que a estas alturas cualquiera podría ser el próximo presidente de Estados Unidos.

A pesar de esto, Biden y Trump dieron los tradicionales discursos en la madrugada del miércoles 4 de noviembre y cada uno se mostró seguro de que los resultados parciales los favorecen. El republicano se atrevió a más y sostuvo que ya había ganado las elecciones: «Nos estábamos preparando para ganar estas elecciones. Francamente, ganamos estas elecciones», aseguró Trump.

Contrario a lo que hizo durante su campaña de reelección, Trump no criticó directamente el voto por correo, pero sí recalcó que no quería que se agregaran más votos a las listas. Su comentario se produjo en un momento en el que, de llegar más papeletas con voto demócrata, el republicano vería escapar una victoria hasta el momento asegurada. Incluso, habló de un «fraude» para el que no aportó pruebas y advirtió que sus abogados llevarían el caso a la Corte Suprema de Justicia sin especificar qué reclamarían.



Su fórmula vicepresidencial, Mike Pence, fue más cauto y aunque sí se mostró optimista, no declaró una victoria. «Creo, al igual que usted (presidente), que estamos en el camino hacia la victoria y que haremos que Estados Unidos sea grande una y otra vez», expresó.

Horas antes de que los republicanos hablaran, el turno fue para Joe Biden. Aunque para la medianoche ya había perdido estados pendulares que son fundamentales para decidir al ganador -como Iowa y Ohio-, el demócrata enfatizó en su optimismo. «Nos sentimos bien en el momento en el que estamos. Estoy aquí para decirles que creemos que estamos en camino de ganar esta elección», indicó.

Además, Biden dijo que confiaba en lo que podría pasar en Wisconsin, Michigan y Pensilvania. Si gana esos estados después de que allí se cuenten todos los votos, el demócrata se podría declarar como el próximo presidente.

Florida: la joya de la corona quedó en manos de los republicanos

Uno de los estados más deseados por las dos campañas era Florida porque es el que más votos electorales aporta de los estados que tradicionalmente no tienen una postura definida a favor de un partido. Prueba de ello es que la campaña de Trump hizo varios eventos allí, mientras que los demócratas se jugaron sus cartas enviando al expresidente Barack Obama a Miami.

Pero al final la disputa se la llevaron los republicanos, con más de 370.000 votos de ventaja. Las grandes ciudades de Florida (Miami, Orlando, Tampa, Jacksonville y Tallahassee) respaldaron mayoritariamente a Biden; pero el resto del estado depositó su voto a favor de Trump.

Otras grandes victorias del actual mandatario y su vicepresidente Pence fueron en Iowa y en Ohio, con el 8 % de la ventaja en cada uno de los estados. El éxito electoral en estos lugares es importante porque ambos eran dos de los estados pendulares que Trump necesita si quiere cuatro años más en la Casa Blanca. Además, los republicanos aseguraron Texas, que estaba en disputa por primera vez en décadas.

La sorpresa del lado de los demócratas fue Arizona. En 2016 ese estado respaldó a Trump, pero este año Biden logró convencer a los electores de respaldar a los azules tal como lo hicieron en las dos candidaturas de Barak Obama.



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