Además de proteger de la COVID-19, facilitan la comunicación, ya que permiten ver las expresiones faciales y leer los labios.
Más de 100.000 mascarillas llamadas “inclusivas” estarán disponibles a fin de mes en Francia: todos los maestros de jardín de infantes tendrán una, así como los que cuidan a los niños sordos y con problemas de audición.
Su uso está ganando terreno poco a poco, y no sólo en Francia. Las mascarillas transparentes, además de proteger de la COVID-19, facilitan la comunicación, ya que permiten ver las expresiones faciales y leer los labios.
Este domingo, la secretaria de Estado para las personas discapacitadas, Sophie Cluzel, anunció en el Journal du Dimanche que la Educación Nacional francesa ha encargado unas 100.000 mascarillas inclusivas, destinadas prioritariamente a los profesores que tienen alumnos sordos o con problemas de audición, así como a los profesores de jardines de infantes.
Estas mascarillas tienen dos tiras de tela en la nariz y la barbilla, y tienen una «ventana» de plástico transparente en el medio, a la altura de la boca. Estas «mascarillas transparentes y reutilizables, lavables 25 veces a 60°C» estarán «disponibles en gran número en el otoño», según Sophie Cluzel.
«La ventaja de las mascarillas con ventana es que los niños ven nuestras bocas y es importante para los niños con discapacidad auditiva que necesitan leer los labios», explica una profesora. También es interesante su uso para los niños pequeños que aprenden a hablar y leer.
Varios modelos ya están aprobados. La asociación France Handicap está dispuesta a aumentar la producción. «Estamos haciendo todo lo posible para aumentar la producción a 500.000 mascarillas inclusivas producidas en toda la red de APF France Handicap», afirma Prosper Teboul, miembro de la asociación, en FranceInfo. Las empresas privadas también están haciendo pedidos.
En este nuevo año escolar, unos 385.000 niños discapacitados han vuelto a la escuela, un 6% más que el año pasado, dijo Sophie Cluzel. Una situación complicada para muchos padres. Las asociaciones denuncian, en particular, cuidados que no se adaptan a las necesidades de los alumnos o que son sólo a tiempo parcial, o incluso casos en que no se ofrece a las familias ninguna escolarización.