Una agente que conecta a quieren ser padres con mujeres ucranianas salió a toda prisa de Kiev con dos de los recién nacidos de sus clientes.
Bajando una escalera polvorienta, escondida del estruendo de los bombardeos que se ha convertido en el sonido ambiental de la capital de Ucrania, Ludmila Yashenko atiende a los bebés. Son 19 infantes que duermen o gorjean en cunas prolijamente arregladas y regularmente son alimentados con fórmula para bebés.
La cocina tiene un esterilizador para los biberones, y en la habitación de los bebés hay un cambiador bien surtido de pañales. Yashenko y otras niñeras juegan con los bebés en su regazo y les enderezan los baberos incluso mientras ven la televisión atentamente para enterarse de las últimas noticias de la guerra.
En Ucrania, la muerte y la destrucción están fuera de control, pero en este sótano hay nuevas vidas. Aunque con ellas también vienen nuevos problemas.
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Los bebés nacieron de madres subrogadas y sus padres biológicos todavía no pueden ingresar al país. Debido a la guerra, la ciudadanía de los recién nacidos no está clara, al igual que la cuestión de quiénes son sus tutores legales, ya que, según la ley ucraniana, sus padres biológicos deben estar presentes para confirmar su nacionalidad.
También está la cuestión de si es posible llevarlos a un lugar seguro y cómo hacerlo.
En otros lugares, las futuras madres subrogadas están atrapadas por los combates. Las parejas en el extranjero no tienen idea de cómo recogerán a sus bebés. Una agente que sirve de enlace a quienes quieren ser padres con mujeres ucranianas salió a toda prisa de Kiev con dos de los recién nacidos de sus clientes.