La prensa española también se hizo eco de la sorprendente noticia.
En 1911, el famoso cuadro de Leonardo Da Vinci desapareció del Museo del Louvre. El robo de la Gioconda, sin duda uno de las obras más importantes del genio italiano, fue catalogado como el robo del siglo.
CON EL ROBO LLEGÓ A SU FAMA
Tras el robo, los visitantes del Museo del Louvre se multiplicaron. La mayoría quería observar el espacio vacío que había dejado el ladrón en el Salón Carré del museo.
La Mona Lisa se convirtió entonces en un auténtico icono popular, reproducido hasta la saciedad, cuya fama aún perdura, incluso entre los artistas.
LAS SATIRAS CALLEJERAS
Un cantante callejero vende ¿La has visto? La Gioconda, una de tantas canciones cómicas que proliferaron tras el robo. Los meses pasaban y nada se sabía del cuadro. Empezó a cundir la desesperación: ¿Dónde estaba La Gioconda?
DE REGRESO A CASA
El embajador de Francia, varios ministros italianos y el director del Louvre posan en Roma junto a la Mona Lisa en la ceremonia de retorno del cuadro a Francia en diciembre de 1913.
PORTADA DEL DOMENICA DEL CORRIERE
La prensa de la época siguió el robo y su evolución con mucho interés. El cuadro se reprodujo en multitud de portadas, hecho que contribuyó a la mitificación del mismo.
REPRODUCCIONES CÒMICAS
La Gioconda se despide de los «mirones» para ir al encuentro de «mi vinci» en esta postal.
LA NOTICIA EN EL ABC
La prensa española también se hizo eco de la sorprendente noticia. A pesar de que el mismo día del robo nadie se dio cuenta, al día siguiente, la noticia de que el cuadro había sido sustraído estaba en boca de medio mundo.
¿RODEADA DE SEGURIDAD?
Esta caricatura de la época muestra el retorno de la obra fuertemente custodiada, aludiendo al hecho de que quizás el robo se había producido por la falta de seguridad CRIMINAL SOLITARIO Foto de la ficha policial de Vincenzo Peruggia.
A pesar de las múltiples especulaciones sobre un cerebro oculto del robo, tan sólo se condenó al italiano. Peruggia había resultado ser un pobre desgraciado, lejos del sofisticado ladrón de arte internacional que la gente había imaginado. Quizá por ello salió del paso cumpliendo apenas siete meses en prisión.
UN ESPERADO RETORNO
Esta caricatura muestra la expectación con que se esperaba la llegada de la Mona Lisa a Francia tras ser recuperada en Italia. La mañana del martes 22 de agosto de 1911, el personal del Museo del Louvre se percató de que la Mona Lisa había desaparecido. No es extraño que el día anterior nadie se diera cuenta, ya que el lunes era día de cierre.
A eso hay que unir que las obras solían moverse para ser fotografiadas, por lo que, en un primer momento, aquel hueco vacío no alarmó a nadie. Al día siguiente, la noticia de que el cuadro había sido sustraído estaba en boca de medio mundo; el robo del retrato de Leonardo copó la portada de los diarios de todo el planeta. Al principio, los investigadores pensaron que podría tratarse de un chantaje y que el ladrón pediría un rescate.
También se sugirió que era una llamada de atención ante las escasas medidas de seguridad del museo. Se llegó a detener e interrogar a Apollinaire y a Picasso, por aquella época jóvenes artistas de vanguardia, rebeldes que clamaban contra las anquilosadas instituciones artísticas y que, ciertamente, habían estado implicados en la sustracción de alguna pieza del museo.
Sin embargo, los meses pasaban y nada se sabía del cuadro. Empezó a cundir la desesperación: ¿Dónde estaba La Gioconda?
Al mismo tiempo, el escándalo hizo que la Mona Lisa adquiriera de golpe una popularidad universal. Tras la reapertura del museo, los curiosos hacían cola para visitar el espacio vacío que antes ocupaba el retrato de Leonardo.
La pintura aparecía reproducida por doquier: ocupaba las páginas de la prensa –que seguía la crónica del robo día a día–, se empleaba como reclamo publicitario y hasta dio lugar a películas sobre el robo. Como afirma R. A. Scotti en El robo de la sonrisa: «Mona Lisa abandonó el Louvre siendo una obra de arte y volvió convertida en un icono».
RESCATE Y RETORNO DE LA GIOCONDA
En 1913 se había perdido toda esperanza de encontrar el cuadro. La Mona Lisa ya ni siquiera aparecía en el catálogo del Museo del Louvre. Sin embargo, a finales de noviembre, un rocambolesco suceso daría un vuelco a toda la historia del robo: el director de la Galería de los Uffizi y un marchante de arte fueron citados en un hotel de Florencia por un tal «Leonardo», que afirmaba tener en sus manos el retrato robado en París. Tras examinar el cuadro y comprobar su autenticidad, dieron parte a las autoridades y el ladrón fue detenido.
Enseguida se desveló la identidad de «Leonardo». Se trataba del italiano Vincenzo Peruggia, antiguo trabajador del Louvre, que argumentó una razón política para el crimen: quería devolver el cuadro a Italia, su verdadero hogar, pues creía que formaba parte de las obras de arte que Napoleón se había llevado a Francia a principios del siglo XIX.
Antes de volver a Francia, la obra se expuso en Florencia, Roma y Milán, captando la atención de numeroso público. Finalmente, el 4 de enero de 1914 regresó a París.
Peruggia había resultado ser un pobre desgraciado, lejos del sofisticado ladrón de arte internacional que la gente había imaginado. Quizá por ello salió del paso cumpliendo apenas siete meses en prisión.
COPIAS DE LA MONA LISA
Sin embargo, la duda sobre la existencia de un compinche o algún otro ideólogo del delito ha alentado todo tipo de teorías. En 1932, el reportero norteamericano Karl Decker afirmó haber conocido en Casablanca en 1914 a un misterioso marqués llamado Eduardo de Valfierno, que le habría contado el verdadero trasfondo del robo más famoso del siglo: el plan era realizar diversas copias que, pasando por verdaderas, se habrían vendido a varios coleccionistas incautos.
La historia nunca pudo ser probada, por lo que el misterio perdura.