Destacó que no hay carreteras y que los agricultores deben ir a sus tierras caminando. Luego tienen que buscar agua en pozos y manantiales.
Fuertes lluvias seguidas de una prolongada sequía, un aumento en el consumo local y una caída en la cantidad de granjeros que cultivan marihuana se combinan para generar escasez en el famoso mercado jamaiquino de la droga, mayormente ilegal.
Los expertos dicen que es el peor momento de ese mercado de que tienen memoria. “Es una vergüenza cultural”, afirmó Triston Thompson, ejecutivo de Tacaya, consultora del naciente sector regulado del cannabis.
Jamaica, un país que los extranjeros asocian con la marihuana, el reggae y los rastafarians, autorizó la venta de marihuana con fines médicos y de pequeñas cantidades para consumo recreativo en el 2015. Las personas pilladas con dos onzas (56 gramos) de cannabis o menos deben pagar una pequeña multa.
No son detenidas ni les queda un antecedente policial. También se permite a toda persona cultivar no más de cinco plantas y los rastafarians pueden fumar ganja con fines sacramentales. No hay un cumplimiento estricto de las leyes y muchos turistas y jamaiquinos siguen comprando marihuana en la calle, donde es cada vez más escasa y cara.
Las intensas lluvias de la temporada de huracanes del año pasado fueron seguidas por una feroz sequía, causando decenas de miles de dólares en pérdidas, según agricultores que cultivan la marihuana al margen del sistema legal.
“Acabaron con todo”, dijo Daneyle Bozra, quien cultiva marihuana en el sudoeste de Jamaica, en un antiguo pueblo llamado Accompong fundado por esclavos fugitivos del siglo 18. La situación se agravó por el COVID-19.
Toques de queda a partir de las seis de la tarde impidieron a los campesinos atender sus cultivos de noche, como es la costumbre, según Kernrick Wallace, de 29 años, quien tiene casi una hectárea de tierra en Accompong, en la que cultiva marihuana con la ayuda de 20 personas.
Destacó que no hay carreteras y que los agricultores deben ir a sus tierras caminando. Luego tienen que buscar agua en pozos y manantiales. Wallace calcula que perdió más de 18.000 dólares en los últimos meses y pudo cultivar solo 135 kilos (300 libras), comparado con las 315 a 360 (700 a 800) que acostumbra.
Activistas dicen que la pandemia, combinada con el levantamiento de muchas restricciones a la marihuana, hizo que aumentase el consumo local y esto contribuyó a la escasez, por más que la pandemia haya frenado la llegada de turistas extranjeros atraídos por la ganja. “El año pasado fue el peor. Nunca perdimos tanto”, señaló Thompson.
“A veces causa gracia el hecho de que escasee el cannabis en Jamaica”. Los turistas toman nota de la situación y abundan los comentarios en las redes sociales acerca de las dificultades para conseguir marihuana en la isla. Pat Burke, director ejecutivo de la Asociación de Campesinos y Productores de Ganja, dijo en una entrevista telefónica que la gente ya no tiene miedo de ir presa en vista de que el gobierno permite la posesión de pequeñas cantidades de marihuana.
Agregó que disminuye el estigma asociado con la ganja y que más gente reconoció su valor medicinal y terapéutico durante la pandemia. Burke indicó que algunos agricultores dejaron de cultivar marihuana, frustrados porque no pueden satisfacer los requisitos del mercado legal y que la policía sigue destruyendo lo que describió como “buenos campos de ganja”.
La Autoridad Reguladora del Cannabis —que autorizó 29 operaciones de cultivo y emitió 73 licencias para el transporte de la droga, la venta, el procesamiento y otras actividades— dijo que no escasea la marihuana en el mercado regulado.
Agricultores y activistas, por su parte, afirman que la marihuana vendida en los dispensarios legales está fuera del alcance de la mayoría de la gente, ya que cuesta cinco o diez veces más que la que se compra en la calle.