La crisis de refugiados pone en peligro a miles de personas con enfermedades como la diabetes y el cáncer que dependen de una atención médica constante.
Ucrania tiene cifras muy altas de personas que viven con VIH y hepatitis C y niveles muy bajos de vacunación contra el sarampión, la poliomielitis y la COVID-19, lo cual es un peligro. Las condiciones de hacinamiento e insalubridad de los refugiados son un caldo de cultivo para el cólera y otras enfermedades diarreicas, por no hablar de las plagas respiratorias como la COVID-19, la neumonía y la tuberculosis.
“De no recibir los medicamentos, existe un alto riesgo de que mueran por la falta de terapia, si es que no mueren por bombardeos”, afirmó Dimytro Sherembei, director de 100% Life, la organización que entrega medicamentos a las personas con VIH que residen en Chernígov.
Sherembei, de 45 años, supo que era seropositivo hace 24 años. Es una de las más de 250.000 personas que viven con el virus en Ucrania, una enorme epidemia generada en gran medida por el uso compartido de agujas contaminadas entre los consumidores de drogas intravenosas.
Ucrania y la región circundante también constituyen un epicentro mundial de la tuberculosis multirresistente, una variante de esta enfermedad resistente a los fármacos más potentes.
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En los últimos años, el Ministerio de Salud ucraniano había logrado avances en el control de estas epidemias, incluido un descenso del 21 por ciento en las nuevas infecciones por VIH y una disminución del 36 por ciento en los diagnósticos de tuberculosis desde 2010. Sin embargo, en este momento, las autoridades sanitarias temen que los retrasos en el diagnóstico y las interrupciones del tratamiento durante la guerra puedan permitir que estos patógenos resurjan, con consecuencias que causarían estragos durante años.
“El año pasado, estábamos trabajando para diferenciar entre distintas mutaciones de tuberculosis”, dijo Iana Terleeva, quien dirige los programas de tuberculosis del Ministerio de Salud de Ucrania. “En cambio, ahora, estamos tratando de identificar si se trata de un bombardeo aéreo, una incursión u otro tipo de equipo militar”.
Los combates también han dañado las instalaciones sanitarias de todo el país y han provocado una crisis de refugiados que pone en peligro a miles de personas con enfermedades crónicas como la diabetes y el cáncer que dependen de una atención médica constante.
“Todo está en muy alto riesgo, como siempre ocurre en el campo de batalla”, dijo Michel Kazatchkine, quien fungió como enviado del secretario general de la ONU para Europa del Este.
“Debemos anticipar crisis sanitarias importantes relacionadas con enfermedades infecciosas y crónicas en toda la región y se puede esperar que sean graves y perdurables”, añadió.