Un «día de resistencia», según Juan Guaidó, que acabó salpicado por la sangre, como ocurre casi siempre en Venezuela.
Canta el himno venezolano, que Hugo Chávez no pudo cambiar como sí hizo con la bandera y con el escudo patrios.
El mismo pueblo venezolano, dos siglos después, protagonizó este sábado una gesta heroica, digna de encabezar el capítulo de su nueva Historia.
Miles de voluntarios a pecho descubierto contra las bombas lacrimógenas, con la bandera de la no violencia y con la fuerza de la razón frente a los soldados de la cúpula revolucionaria, se unieron en las distintas fronteras para avanzar en la «avalancha humanitaria».
Medicinas y comida que el resto del país espera como si fuera agua de mayo, convencidos de que su vida ya no será tan desgraciada cuando esta suceda.
Un «día de resistencia», según Juan Guaidó, que acabó salpicado por la sangre, como ocurre casi siempre en Venezuela, con varias víctimas mortales y al menos medio centenar de heridos.
El presidente encargado dirigió las operaciones desde el lado colombiano, con la ayuda de sus pares Iván Duque, y el chileno, Sebastián Piñera, además del secretario general de la OEA, Luis Almagro.
La participación de Colombia provocó la reacción iracunda de Nicolás Maduro, quien no sólo anunció la ruptura de las escasas relaciones diplomáticas que le quedaban con «el Gobierno fascista de Colombia. Les doy 24 horas a sus representantes diplomáticos para salir del país».
El jefe bolivariano también amenaza directamente al país cafetero: «Tenemos una Fuerza Armada lista para la defensa de la patria cuando sea necesario».
Ruptura de relaciones diplomáticas
La respuesta del Gobierno de Bogotá fue inmediata, en palabras de la vicepresidente Marta Lucía Ramírez: «Maduro no puede romper relaciones diplomáticas que Colombia no tiene con él. Es un simple dictador que ocupa por la fuerza Miraflores».
Pese a la insistencia de los órganos chavistas de propaganda, por ningún lado aparecieron los «marines» estadounidenses.
El 23-F se trató únicamente de una épica ciudadana, que pese a sus inmensos esfuerzos sólo consiguió algunos objetivos, incluso sufrió al ver cómo la policía de Maduro quemaba dos camiones enteros cargados de medicinas.
Mientras las llamas devoraban los fármacos, algunos de los voluntarios luchaban para salvar algunas cajas. Otros ni siquiera podían acercarse y se lamentaban, incluso lloraban.
No era para menos: Venezuela sufre un desabastecimiento del 85% de medicinas en farmacias y hospitales, de cada 10 que se buscan sólo se encuentran 1,5.
«El régimen usurpador se vale de los actos más viles», se lamento el jefe del Parlamento.
Gases lacrimógenos
El chavismo se atrincheró con sus fuerzas militares, ayudadas cuando hicieron falta por los famosos colectivos chavistas, sobre todo en Santa Elena del Uairén, en la frontera con Brasil, y San Antonio, el lado venezolano del Puente Internacional Simón Bolívar.
Gases lacrimógenos, perdigones y hasta balas, muchas balas, contra sus compatriotas.
La batalla campal se prolongó un día en Santa Elena, donde los indios pemones no perdonan al Ejército el ataque del viernes, cuando mataron a una de sus mujeres en un control de carretera.
Al menos tres muertos por disparos de bala, según el primer reporte del Foro Penal venezolano y de varios de sus líderes.
La confusión reinaba en medio de los enfrentamientos, con una treintena de heridos de bala.
Los pemones recogieron 74 casquillos de bala y ocho bombas lacrimógenas tras los incidentes del primer día, un número que se multiplicó este sábado.
Los indígenas mantuvieron retenidos a cuatro militares, entre ellos un general que estaba al frente del operativo, incluso comenzaron un juicio popular contra ellos.
Al otro lado del país, la Guardia Nacional actuó sin contemplaciones en el lado venezolano, incluso lanzaron gases lacrimógenos contra una procesión liderada por un padre católico, que bendijo a los manifestantes con una oración y agua bendita.
Monjas y mujeres, con banderas venezolanas, recibieron gases lacrimógenos como respuesta.
Los gritos de «guardia, amigo, el pueblo está contigo», de nada sirvieron en los primeros avances.
Muchas mujeres resultaron ahogadas por el gas, entre ellas varias monjas.
Al menos una de ellas fue herida.
Goteo de deserciones La coalición que conforman agentes oficialistas y colectivos se rehizo cuando más sufrían la embestida de los rebeldes.
En el escuadrón de paramilitares no sólo militan los radicales chavistas, también participan guerrilleros colombianos, como denunciaron medios locales.
Su misión fue apuntalar un muro que no es tan sólido como parece.
El goteo de deserciones de militares comenzó en la mañana cuando cuatro guardias nacionales abandonaron sus posiciones en la zona venezolana para saltar la frontera y no participar así en la represión.
Uno de ellos empotró la tanqueta que conducía contra la barrera oficialista y se pasó al otro lado, pistola en mano.
«Yo tuve la valentía que muchos de mis compañeros no han tenido. Dentro de la tropa hay mucho desacuerdo, también oficiales. Pero existe el miedo, no se puede decir nada en contra del Gobierno. Ellos son 30 o 30 y nosotros millones», declaró el sargento Linárez.
Al menos 19 guardias nacionales (dos de ellos con sus familias) y dos mujeres policías, además del agente de las Fuerzas Especiales (FAES), los temidos escuadrones de la muerte.
William Cansino saltó a la libertad desde la trinchera chavista, para ya en Colombia asegurar que el 80% de sus compañeros no están con Maduro.
Las dos agentes femeninas no aguantaron sus propias lágrimas ante los ‘cañonazos’ de sentido común que le enviaron.
Otro oficial de la Armada se entregó en Arauca. Varios de los guardias se cuadraron ante el presidente encargado en una reunión que avizora nuevos tiempos para la tropa.
Muy cerca de allí, el mayor general Clíver Alcalá, militar clave durante la época de Chávez y disidente desde hace dos años, acompañó al mayor Hugo Enrique Parra, otro alto oficial que reconoció públicamente al presidente encargado.
«Defenderé a esta patria con mi vida misma», arengó el «hijo de Chávez» a sus simpatizantes, reunidos cerca de su Palacio en Caracas.
«Estoy más duro (fuerte) que nunca. Duro, de pie, gobernando nuestra patria, por ahora, y por muchos años», sentenció el jefe bolivariano, quien no dudó en echarse un baile a ritmo de salsa con su mujer ante el país y el mundo.
Como si se tratase de un ‘Nerón tropical’, protestó de inmediato el escritor Alberto Barrera Tyszka.