El Periódico Oficial del Estado de Puebla publicó un decreto por el cual se declara Patrimonio Cultural Intangible la “Ceremonia Ritual de la Danza de los Voladores en el Estado de Puebla”.

El decreto firmado por el gobernador saliente, Sergio Salomón Céspedes Peregrina establece que esta danza es patrimonio de Puebla por los valores culturales antropológicos, históricos, artísticos, etnográficos, cosmogónicos y tradicionales que representa.

En el documento publicado desde el 5 de diciembre de este 2024, se destaca que, la “Ceremonia Ritual de la Danza de Voladores en el Estado de Puebla” suele manifestarse en distintas fechas, en correspondencia con el calendario de las fiestas patronales que llevan a cabo las comunidades de la Sierra Norte y Nororiental, donde la representación dancística es una de las actividades principales. Es decir, la práctica cultural se recrea durante todo el año, pero en diferentes poblaciones.

Como antecedente de esta expresión cultural, existen vestigios arqueológicos de maquetas con representaciones de danzas que incluyen un poste sobre una plataforma circular, elaboradas por algunas comunidades del occidente y centro de México desde el año 600 a.C. Es posible que, con el tiempo, la danza emigrara hacia el sur, por las relaciones comerciales entre los pueblos prehispánicos, como el tolteca y maya.

Durante el siglo XVI, se encuentran documentos que mencionan la continuidad de la danza en el territorio de lo que fue Mesoamérica. Los registros etnohistóricos más tempranos de la época del contacto con la cultura europea se encuentran en los Códices Fernández Leal y Porfirio Díaz, documentos de manufactura indígena fechados en 1560, que corresponden a la región Cuicateca del noreste de Oaxaca, cerca de los límites con el actual Estado de Puebla.

En ellos, aparece representada la Ceremonia Ritual de Voladores de manera similar a como la conocemos actualmente; es decir, con cuatro voladores dispuestos a descender desde lo alto del mástil.

Por su parte, fray Juan de Torquemada, en sus crónicas, dejó asentado que atestiguó la ceremonia del volador y se dio cuenta de que el número total de vueltas completaba un ciclo de 52, lo que está relacionado con la medida prehispánica del tiempo. En los siguientes siglos, la práctica continuó, pero cada vez más vinculada con las festividades religiosas católicas que fueron implantadas desde el Viejo Continente.

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