Ella fue el detonante, la inspiración, la musa para que Jarabe de Palo irrumpiera en la cultura popular arrasando con todo con una melodía pegajosa.
‘La flaca’ es uno de los debuts más exitosos de la historia del pop español gracias, precisamente, a la canción que le da título, un himno irresistible sobre un hombre que cae a los pies de una «tremendísima mulata«.
Ella fue el detonante, la inspiración, la musa para que Jarabe de Palo irrumpiera en la cultura popular arrasando con todo con una melodía pegajosa y un estribillo de esos que se cuelan en la cabeza y se quedan a vivir para siempre.
Ese tipo de inmortalidad consiguió Pau Donés con el primer disco de Jarabe de Palo, editado en 1996 con el título de, sí, ‘La flaca’. Y la canción titular tiene una historia gozada en primerísima persona por el músico oscense, muerto este martes a los 53 años tras un lustro de lucha contra el cáncer.
«Con vuestro permiso me dispongo a relataros cómo escribí La Flaca. Para ello me aprovecho de un texto que escribí para la ocasión en nuestro disco libro ‘Orquesta reciclando’ (2009), una de las joyitas de la discografía jarabesca y que podréis encontrar en nuestra página web. Ahí desvelé el secreto de uno de los romances más cortos e intensos que he vivido, así como otras muchas historias que me llevaron a componer algunas de las canciones más populares de Jarabe de Palo», escribía Pau en su autobiografía ’50 palos… y sigo soñando’ (2017).
En sus páginas narra la historia de este clásico atemporal de la música española, a partir de un viaje de varios amigos a Cuba en 1995: «El director de cine Fernando de France había comprado ocho billetes baratos y nos invitó a viajar a la isla con un objetivo: rodar el videoclip de ‘El lado oscuro’, canción que en aquel entonces no estaba ni editada. Tres días antes de irnos nos encerramos en un estudio y grabamos una demo bastante bien arreglada, lo que serviría después para regrabar la canción como se conoce en la actualidad».
Y prosigue: «Llegamos a La Habana, dejamos las cosas en el hotel y con el subidón nos fuimos de fiesta a 1830, una discoteca al aire libre en El Malecón que allí todos conocen como La Tasca. Tomamos unos mojitos y cuando nos marchábamos entró en el local una mujer de belleza impresionante, con un vestido de gasa roja semitransparente, y en la cara dos soles que sin palabras hablaban».
Durante esa semana, estuvieron buscando una modelo para el videoclip, por lo que vieron a «muchas chicas estupendas, pero en la cabeza de todos había solo una, la chica del vestido rojo» que encontraron el primer día en La Tasca. «Y allí que fuimos cada noche hasta que por fin la encontramos. Una diosa, eso es lo que era. Nos acercamos y le contamos nuestros planes: necesitábamos una modelo para un videoclip y pensábamos que ella era la ideal. Y sin más prolegómenos, Alsoris aceptó», cuenta Pau.
«Nos citó al día siguiente en su casa para recoger sus cosas y al mediodía ya estaba instalada en nuestro hotel, compartiendo habitación con Eva Nielsen, en aquellos momentos la ayudante de dirección», continúa el músico, quien recuerda: «Llovió sin compasión toda la semana, por lo que no pudimos rodar ni un metro de película, aunque sí descubrir, de la mano de Alsoris, esa Cuba que no sale en los catálogos de las agencias de viajes».
No pudieron rodar nada por culpa del mal tiempo, aunque sí descubrir con Alsoris «esa Cuba que no sale en los catálogos de las agencias de viajes». «Durante esa semana hubo cambios en la logística del equipo. Alsoris se mudó a mi habitación (no porque le gustase más yo, sino más bien todo lo contrario, porque resultó que Eva le gustó un poquito más de lo normal), y Fernando (el director) pilló una ameba que le tuvo en el hospital cuatro o cinco días», rememora divertido.
Durante esa semana pasaron muchas cosas, en definitiva, pero la que más le afectó a Pau fue enamorarse «perdidamente de ese coral negro de La Habana, de esa tremenda mulatona». Y así pasaron los días hasta que llegó el momento de regresar a España.
Y llegó la inspiración: «La noche antes del viaje salimos a celebrar, volvimos al hotel de madrugada y ya en la habitación, Alsoris, como cada noche, me dio un beso en la mejilla y se metió en su cama. Fui al baño y al salir, viendo a ese ángel negro enfundada entre sábanas blancas, no me pude reprimir: ‘Flaca, no me puedo ir de la isla sin haberme acostado contigo’. Ella sonrió, abrió los brazos y me dijo: ‘Ven, Pablito'».
«Me recosté en la cama, la abracé y el siguiente recuerdo que tengo es despertarme con el sol de la mañana dándome en la cara, abrazado a Alsoris, pero totalmente vestido. Fue tal la emoción que había sentido esos días que me había quedado dormido. Me levanté, agarré un lápiz y una hoja de papel, y sentado en mi cama y mirando a la Flaca dormida escribí», destaca Pau, rendido ante su musa.
Se levantó, agarró un lápiz y una hoja de papel y, sentado en su cama y mirando a La flaca dormida escribió, «en apenas diez minutos, una poesía corta que relataba lo que había sentido por esa mujer durante esas dos increíbles semanas en La Habana». Copió la poesía en otra hoja y la guardó en un sobre, antes de partir hacia el aeropuerto de Varadero.
Allí le entregó Pau una copia del poema: «Aquí te dejo un regalo, mi Flaca, en agradecimiento por estos días que nunca olvidaré. Solo te pido una cosa, que lo abras cuando me haya ido. Nos abrazamos y nos dijimos adiós. Una vez hube traspasado el control de pasaportes, no pude resistir la necesidad de verla por última vez. Me di la vuelta y al mirarla me di cuenta de que ya había abierto el sobre. Estaba llorando a la vez que leyendo esa corta poesía que con los años se convertiría en la canción que puso a Jarabe de Palo en el mapa. Me refiero, cómo no, a La Flaca».