La tragedia de un día de escuela, caer de la silla y morir ante los ojos de sus compañeros
Diego Luis tenía cuatro años de edad y cursaba el segundo año de preescolar en el grupo A del Centro de Atención Infantil Comunitario (CAIC) de Amalucan. Él, como sus demás compañeros, le tenía miedo a la miss Verónica quien una vez castigó al niño dejándolo sin comer.
En una ocasión también el pequeño salió del kinder con el ojo morado porque otro de sus compañeros le pegó con una silla, según el dicho de Diego. La maestra fue cuestionada por sus papás sobre el motivo del accidente. «Ella dijo que no sé dio cuenta», narró Ricardo Lennin al recordar que habían quejas constantes contra la maestra, no solo por parte de ellos sino del resto de los compañeritos de su hijo.
Diego Luis no llegó al festival de la primavera ni a su casa donde vivía con su mamá y papá, así como sus abuelos y una tía. Cerró sus ojos para siempre este 15 de marzo, murió en frente a sus compañeros de clase y ante la maestra, quien negó saber qué había ocurrido con el estudiantes.
Su tía, Beatriz, molesta por la muerte del niño entró a la escuela para buscar a la directora y a la miss Vero. Ahí frente al resto de los párvulos, la maestra insistió en que no sabía lo que pasaba ni lo que ocurrió a Diego Luis, pero los niños gritaron que ella mentía, que se había caído de la silla mientras jugaba con otro alumno.
Para Ricardo la muerte de su hijo es confusa, y tendrá que esperar a que el médico legista determine cual fue la causa del fallecimiento. Él recibió la llamada de la escuela — recordó –. En esa comunicación le notificaron que el niño se desmayó y no se movía, por lo que fue llevado a la clínica 55 del IMSS.
Ricardo y su esposa, así como el abuelo de Diego Luis, llegaron a la clínica donde el niño ya estaba muerto. Su mamá lo cargó por última vez antes de entregarlo a los servicios forenses.
«Ya habíamos tenido varios problemas con la maestra. Lo reportamos con la directora y ella nos pidió que habláramos directamente con la maestra, pero nos aseguró que no pasaba nada», concluyó Lennin.