En el marco del Día Mundial del Clima (26 de marzo) y el Día Mundial del Agua (22 de marzo), Francisco Javier Sánchez Ruiz, profesor investigador de la Facultad de Ingeniería Ambiental y Desarrollo Sustentable de la UPAEP, alertó sobre las consecuencias que está viviendo la humanidad debido al cambio climático y la crisis hídrica. El especialista señaló que la atmósfera y la disponibilidad de agua están estrechamente relacionadas, por lo que es imprescindible comprenderlas como un solo sistema.

Según Sánchez Ruiz, el Día Mundial del Clima se estableció para evaluar los cambios en la atmósfera y sus efectos sobre la Tierra. Este día, impulsado por organismos internacionales, busca generar conciencia sobre la variabilidad climática y la necesidad de tomar medidas urgentes. «Hemos observado que la atmósfera se ha vuelto menos predecible en los últimos cinco años. Anteriormente, podíamos correlacionar las condiciones atmosféricas con las fases lunares y otros factores; hoy en día, la humedad relativa ha disminuido a niveles semejantes a los de zonas semidesérticas», explicó el investigador.

La disminución de la humedad atmosférica y el incremento de temperaturas extremas han generado un impacto directo en la disponibilidad de agua. «El balance hídrico en Puebla indica que estamos extrayendo un 60% más agua de la que realmente tenemos disponible», alertó Sánchez Ruiz. Este déficit hídrico se traduce en una escasez creciente que podría derivar en una crisis sin precedentes si no se toman medidas inmediatas.

Asimismo, el investigador destacó que Puebla ha sido históricamente un estado con precipitaciones abundantes, pero en los últimos años ha experimentado una disminución significativa en la frecuencia y cantidad de lluvias. «Entre el año 2000 y el 2015, Puebla tenía tres periodos de lluvias anuales; sin embargo, a partir de 2020, algunos de estos ciclos han desaparecido, afectando la recarga de los mantos freáticos», explicó.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que una persona requiere entre 15 y 25 litros de agua diarios para sobrevivir, mientras que para mantener una buena calidad de vida se necesitan entre 60 y 70 litros por día. No obstante, el consumo en Puebla está muy por debajo de estos límites. «Si hacemos un balance del agua disponible en los acuíferos de Puebla con respecto a la población actual, el agua podría agotarse en los primeros 15 días de mayo», advirtió el especialista.

Sánchez Ruiz resaltó que el problema del agua no es exclusivo de Puebla, sino que es una situación global que está llevando a muchas regiones a enfrentar migraciones ambientales. «El cambio en los ciclos de lluvia y la escasez de agua han provocado que muchas personas se desplacen en busca de mejores condiciones de vida», mencionó.

El experto enfatizó la necesidad de generar políticas de gestión del agua y estrategias para mitigar el impacto del cambio climático. «No podemos seguir dependiendo exclusivamente de la precipitación. Es fundamental implementar sistemas de saneamiento y optimizar el uso del agua para garantizar su disponibilidad a futuro», expresó Sánchez Ruiz.

Sánchez Ruiz destaca que en muchas regiones, incluyendo Puebla, los estudios de impacto ambiental no se han realizado de manera adecuada antes de la construcción de unidades habitacionales. «Al colocar estas unidades en ciertas zonas, no solo provocamos un estrés hídrico, sino que también generamos problemas de tratamiento de aguas grises», explica. En algunos desarrollos residenciales se han instalado fosas sépticas, un método antiguo que no garantiza una depuración adecuada del agua. «Si bien reintegra agua a los mantos freáticos, no consideramos la capacidad de estos para retener contaminantes», advierte.

Las fosas sépticas también impactan en la atmósfera, ya que los residuos orgánicos generan gases de efecto invernadero. «Aunque usemos biorreactores o biodigestores, estos generan residuos que, si no se tratan adecuadamente, terminan en procesos de incineración, afectando la calidad del aire», afirma el especialista.

Sánchez Ruiz también enfatiza la importancia de generar una cultura de ahorro del agua. «Muchas personas dejan correr el agua mientras esperan que salga caliente, desperdiciando entre 10 y 15 litros en cada ducha», indica. El problema se agrava con inodoros antiguos que consumen hasta 24 litros por descarga, en contraste con modelos modernos de 3 litros.

En conclusión, el cambio climático y la crisis hídrica son problemas interconectados que requieren una gestión responsable del agua y un cambio en la mentalidad de la población. Es necesario modernizar la infraestructura hidráulica, mejorar los estudios de impacto ambiental y fomentar hábitos de consumo sustentables para garantizar un futuro con acceso al agua potable y un equilibrio ecológico adecuado.

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