La familia es una institución en la que se establecen normas de convivencia y donde se fomenta que las personas puedan ser independientes.
El reconocimiento de las emociones propias y ajenas es el primer paso hacia la prevención y gestión de violencias en el entorno familiar, social y educativo.
El proceso de abrir puertas que permitan el crecimiento individual y colectivo está necesariamente ligado a erradicar todo aquello que daña a la Comunidad Universitaria.
Como parte de sus compromisos para salvaguardar el tejido social al interior de la Institución, la IBERO Puebla organizó las jornadas Claves para la prevención, atención y sanción de las violencias en el ámbito universitario.
Al inaugurar esta actividad, el Mtro. Mario Patrón Sánchez, Rector de la Universidad Jesuita destacó que vivimos en un mundo de grandes desgarramientos civilizatorios expresados en múltiples formas de violencia, como la experimentada por las mujeres, los niños, las niñas y las personas migrantes.
“Esta realidad nos marca como proyecto educativo. Asumimos el reto de construir alternativas de cambio ante la realidad”.
En tiempos recientes, existen ejemplos de sobra que ponen en relieve el valor de levantar la voz en contra de lo incorrecto, pues podemos ser partícipes de la violencia por acción u omisión.
Con ese contexto, es importante reconocer que al interior de la comunidad educativa también somos generadores de nuestras propias violencias. Una de las Líneas Estratégicas de la Rectoría, explicó Patrón Sánchez, ha sido desarrollar un programa de prevención de violencias para atender estas faltas.
“Queremos una ética del cuidado, una universidad diversa y la construcción de espacios de paz desde dentro y hacia afuera”.
Concluyó su mensaje reconociendo que, si bien se han dado pasos importantes, aún queda mucho por hacer. “No apostamos a una estrategia punitiva, sino a un entorno de justicia restaurativa que ponga en el centro a las víctimas; vemos una virtud formadora en la atención y sanción de casos”.
SALUD EMOCIONAL FRENTE A VIOLENCIAS
Si bien los espacios noticiosos nos recuerdan la realidad social que merece ser atendida, hacerse la pregunta “¿he vivido algún tipo de violencia?” contribuye a hacer conciencia sobre nosotros mismos.
Así lo expresó la Mtra. Coral Martínez Osorio, académica de la IBERO Puebla. Los sentidos ayudan a responder esta interrogante, pues el cambio en las conductas propias y ajenas representan una señal de alerta sobre algún malestar. Recomendó que es importante buscar asesoría ante alguna instancia pertinente. Para ello, las redes de apoyo juegan un papel clave, pues permite romper inhibiciones y comenzar a hablar sobre aquello que nos afecta.
Martínez Osorio invitó a la comunidad a convertirse en orientadores y acompañantes de la salud emocional, recordando que el actor principal es quien quiere cambiar.
“Debemos conocer y comprender nuestras emociones para protegernos ante la violencia y la enfermedad. Si trabajamos en ello continuamente, podremos estar ahí para el otro y construir sociedades más sanas”. La familia es una institución en la que se establecen normas de convivencia y donde se fomenta que las personas puedan ser independientes. “Alrededor del 50% de los estudiantes universitarios son foráneos.
Cuando llegan acá lo hacen con la intención de formar lazos de individuación”, comentó el Mtro. Óscar Rojas Godínez, coordinador de Formación y Orientación Educativa de la IBERO Puebla. Como toda estructura, las familias pueden experimentar desequilibrios que ponen a prueba la capacidad de adaptabilidad de sus integrantes. No obstante, cuando estas fricciones no se abordan adecuadamente pueden derivar en expresiones de violencia.
En el contexto pandémico, las dinámicas de familia se han visto afectadas, entre otros factores, por las condiciones de asilamiento. Desde marzo, ha aumentado el número de denuncias de delitos contra la familia hasta en un 20% con respecto al año pasado.
La convivencia permanente entre los habitantes de una casa obliga a encontrar nuevos consensos para prevenir las situaciones violentas, las cuales ponen en vulnerabilidad a muchas niñas, niños, mujeres y adolescentes. Para romper estos ciclos de violencia, concluyó Rojas Godínez, es fundamental ubicar y expresar las emociones de manera saludable.
“Una clave es generar nuevos hábitos y rutinas para vincularse con la familia de diferentes maneras”. Cuando las situaciones de violencia rebasan al sistema familiar es recomendable recurrir a instancias externas.
Como reflexionó el Mtro. Leopoldo Castro Fernández de Lara, coordinador de la Licenciatura en Psicología de la IBERO Puebla, al hablar de la violencia se piensa en situaciones terribles y lejanas. No obstante, cada persona puede contribuir a la creación de las mismas en sus prácticas cotidianas.
En ocasiones, podemos justificar nuestras conductas incorrectas aun cuando somos conscientes de ellas. “La crisis es una oportunidad para crecer, nos ponen de frente a la situación real”. La violencia viene como reacción al miedo, una situación natural pero altamente estigmatizada.
Por ello, indicó que una buena forma de resolver las violencias es a partir de uno mismo. El cambio individual se puede hacer caminando hacia el encuentro con el otro, donde la violencia no tenga cabida.
En ese sentido, las redes de apoyo representan una forma de reencuentro con las personas para combatir el sentimiento de aislamiento y soledad. Por otro lado, Castro Fernández de Lara especificó que las conductas saludables deben construirse de manera colaborativa entre las personas.
Todos generamos un mundo violento; por lo tanto, todos podemos hacer sociedades distintas creando espacios de encuentro real.
“Tenemos que abrir los ojos, salir de nuestro propio sufrimiento y darnos cuenta de que hay otras personas que necesitan nuestro acompañamiento. Tomar nuestra responsabilidad nos ayudará a empoderarnos en este mundo”, cerró.