En la enseñanza hay que sembrar dudas; cuando dejamos de dudar dejamos de aprender, señala el profesor de la prepa Emiliano Zapata.
Con una trayectoria de 10 años en la Preparatoria Emiliano Zapata, extensión San Martín Texmelucan, para el maestro Antonio Torres Rodríguez la docencia es la experiencia más grata en su vida. “Educar siempre es un acto de amor, amamos lo que hacemos, amamos a nuestra sociedad”, expresa quien se considera a sí mismo un docente poco o nada ortodoxo.
En su opinión, hoy se redefine la enseñanza sobre la base del trabajo con seres humanos, en quienes el profesor debe impulsar el desarrollo de habilidades cognitivas, pero también emocionales para responder en la vida.
“El docente ya dejó de ser aquel que con regla en mano pedía al alumno repetir y repetir; hoy somos un acompañante, un facilitador, entre todos construimos el conocimiento: ya no somos más dueños de la verdad absoluta”, refiere Antonio Torres, un hombre corpulento, de voz grave, pulcro, en quien resalta el don de la palabra, pero sobre todo de la elocuencia.
“Agradezco a la BUAP haber cumplido mi sueño”
Siempre tuvo la claridad que la docencia era su vocación. Hace diez años se presentó la oportunidad con la apertura de la extensión en San Martín Texmelucan de la Preparatoria Emiliano Zapata, para lo cual participó en un proceso de evaluación, del cual resultó contratado para formar parte de la planta docente de esa unidad académica que por cuarto año consecutivo se ha posicionado como la mejor del estado, al sobresalir sus estudiantes en las distintas pruebas del conocimiento.
“Uno de los principales activos de la BUAP son sus docentes, a quienes exige calidad. Yo le agradezco a la Universidad haber cumplido mi sueño de dar clases, de estar frente a un grupo, con el cual al convivir diario establezco un vínculo y se convierte en otra familia”, expresa con una sonrisa en el rostro.
Licenciado en Administración Pública y Ciencias Políticas, y maestro en Gobierno y Administración, cursó más tarde la Especialización en Metodología de la Enseñanza de la Historia, justo para ser un buen docente. Orgullosamente egresado de la BUAP, es un académico certificado con el Programa de Formación Docente de Educación Media Superior (Profordems) y la Certificación de Competencias Docentes para la Educación Superior (Certidems).
Una década de estar frente al grupo escolar le ha dejado una grata experiencia, “es una etapa que atesoro en mi corazón”, dice, y agrega: “la labor docente va acompañada de cerebro, pero también de mucho corazón”.
Me considero un profesor poco ortodoxo
Antonio Torres dice sin empacho: “Yo me dormía en mis clases de Historia”. Quizá le tocó un profesor que enseñaba esta disciplina mediante la memorización de fechas y acontecimientos, como solía hacerse. Por ello, el docente de las asignaturas de Historia de México, Ciencia Política y Derecho dice también sin empacho: “Yo me considero un profesor poco ortodoxo”.
A diferencia de sus maestros, él enseña la historia recreándola: a partir de dinámicas en las que los alumnos reproducen y viven contextos, situaciones, personajes, épocas.
“Yo trato de que estén activos, ¿cómo?, generando dinámicas. Por ejemplo, hablamos de la época prehispánica, cómo vivían, cómo se alimentaban. ‘¿Sabían que antes los insectos eran parte de la alimentación?’ -les pregunto. Bueno, pues vamos a investigar y mañana traigan esos alimentos. Al otro día: ‘Yo traigo chapulines…mi abuelita los come’.”
O bien, “para la clase sobre liberales y conservadores, el grupo se divide en dos, cada uno investiga el pensamiento de cada grupo y se escenifica en clase…Son clases memorables, estoy seguro.”
Todo chico tiene detrás de sí una historia
Crear vínculos con sus estudiantes y generar confianza mutua es una de sus metas como docente, para develar otras realidades en los hechos aparentes. “Todo chico tiene detrás de sí una historia en casa”.
En su opinión, la educación implica sembrar dudas y replantearlas, pues cuando dejamos de dudar dejamos de aprender. Como ejemplo, refiere el Porfiriato, estigmatizado más por la dictadura de Porfirio Díaz, dejando de lado otros indicadores, como el crecimiento económico significativo que hubo en la época. “Ni todo es bueno, ni todo es malo, todo tiene sus contrastes; ni los héroes son tan héroes, ni los villanos tan villanos”.
La educación es lo más importante, agrega. No sólo se da en el aula, sino en el día a día, en casa. Nunca dejamos de aprender; hay que ser resilientes y prepararnos para enfrentar la vida.
“Quiero poner mi granito de arena para hacer una mejor sociedad”, expresa Antonio Torres, un maestro que celebra la vida, lo mismo desde la docencia, que en la oratoria, la locución, el deporte y en familia. “No importa cuánto afecte la pandemia, hay que dar esperanza a la sociedad, cada uno desde nuestra trinchera”.