Un grupo de estudiantes conversó con el obispo de Roma sobre migración, cambio climático y el rol de las juventudes
La Iglesia católica es consciente de su responsabilidad de injerencia en los dolores del mundo contemporáneo. El cambio climático, la crisis migratoria y la erosión de los tejidos sociales son contemplados en las conferencias sinodales, las cuales pretenden salir de los monasterios y convertirse en espacios de reflexión para todas las personas, creyentes y laicas por igual.
Textos como Querida Amazonía y Fratelli tutti dan cuenta de las aspiraciones del papa Francisco a involucrar a la Iglesia en la solución de problemáticas actuales, donde los jóvenes están llamados a llevar la voz cantante. El santo padre se reunió virtualmente con cuatro grupos de estudiantes de universidades jesuitas de toda América con el fin de conocer sus reflexiones y propuestas para cambiar la situación del mundo.
El encuentro, que arrancó con una plegaria para Ucrania y su gente, dio cuenta de que la juventud, desde Canadá hasta Chile, reconoce y rechaza los liderazgos políticos que velan por intereses particulares. Rubí, estudiante tzeltal de la IBERO Ciudad de México, se apuró a destacar las tres causas principales del fenómeno migratorio: desigualdad, pobreza y violencias estructurales.
Luego de escuchar las inquietudes de cuatro grupos de jóvenes, el papa Francisco manifestó su alegría por observar en la comunidad congregada en la llamada de Zoom un espíritu por “armar un lío desde la esperanza”, pues “un universitario que no arma un poco de lío le falta algo que le dé vida”.
Un factor que mata a las sociedades es la destrucción de las raíces. De ahí que los ancianos sean vistos como el anclaje con los saberes ancestrales. En referencia a un comentario sobre la importancia de las adecuaciones lingüísticas, el pontífice indicó que los procesos de recepción de las personas migrantes deben equilibrar el respeto a la identidad y la integración a la nueva cultura.
Las intervenciones sinodales de los jóvenes contaron con propuestas concretas de acción frente a la crisis humanitaria. María José, estudiante de IBERO Torreón, llamó a promover actitudes de hospitalidad a través de diálogos de paz, al tiempo que ofreció los espacios de las universidades jesuitas como foros para el encuentro reconciliador.
Ana, desde Canadá, pidió ayuda para involucrar a los obispos en temáticas como economías solidarias, medioambiente y asistencia a los pobres. Priscila, por su parte, compartió una iniciativa con nombre propio: el proyecto Permanecer, un espacio de investigación e incidencia para la proyección de las economías locales y la reconstrucción del tejido social.
Ante la pregunta concreta de lo que se espera de ellos, el papa Francisco externó su deseo de que los universitarios se conviertan en la conciencia de los pecados de la estabilidad, una que prefiere esconder los conflictos allá donde no hacen daño. “Estamos necesitados de la profecía de la no violencia. Ustedes tienen que llevarla adelante”, aseguró.
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