Cada una de las más de 90,000 personas no localizadas representa una docena de historias: la del ausente y las de quienes le buscan.
Juan de Dios Núñez Barojas posa con su sombrero de gala. Marco Antonio Orgen Maldonado sonríe a la cámara mientras habla por teléfono. Galilea Cruz Aguayo celebra su cumpleaños junto a un gigante oso de peluche. Karina Yazmín Alducin Rodríguez abraza a su madre a orillas de un río. Todas son personas retratadas en un momento de alegría. También son seres amados que nunca regresaron a casa.
Sus historias, elevadas al cielo por años en forma de arengas y pancartas, han sido recogidas en el proyecto multimedia Dignificando la memoria, una propuesta del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD) cuyo objetivo se entiende desde el primer clic: resguardar la historia de vida de las personas desaparecidas y de quienes las buscan.
El proyecto, presentado recientemente en la IBERO Puebla, parte desde una mirada distinta a las narrativas oficiales, pues aporta a la urgencia de generar memoria colectiva sobre la crisis de desapariciones en Puebla. Además de denunciar la problemática en sí misma, el compilado da rostro, voz y corazón a todas las personas marcadas por la violencia.
Dignificando la memoria se enmarca además en una realidad poblana que ha “burocratizado el dolor”. En palabras del Dr. Tadeo Luna de la Mora, responsable de Seguridad del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE) de la IBERO Puebla, esto implica arrojar a las familias al abismo institucional, emocional y jurídico.
Construir memoria es un acto político y social, pues es a través de la apropiación del discurso que se transforman las jerarquías, pero también se construyen amistades y colectividades. La elaboración de las narrativas requiere de un análisis ético, empático y diverso con el fin de conducir a la construcción de verdad y justicia.
Así lo apreció la directora del IMDHD, Silvia Chica: “Es una forma de devolverles sus voces, buscarlos y exigir nuestro derecho a tenerlos con nosotros”. Cada historia lleva consigo la carga humana que se disemina entre gráficas y cifras, tanto de quien fue sustraído como de quien busca.
Aunque su esencia se encuentra en los testimonios en forma de ensayos, poemas, fotos y videos, el proyecto también incluye un informe extenso que sitúa a las víctimas en el circuito de violencia que persiste en México. El IMDHD revela que el 40% de las personas buscan a sus hijos; el 69% de los desaparecidos son hombres; son las mujeres las principales buscadoras, y la edad más recurrente de desaparición es entre 21 y 30 años.
Los 35 testimonios de personas desaparecidas en Puebla se suman a las más de 300 voces recolectadas originalmente en Veracruz y el Estado de México.
Más cifras del reporte: la mitad de las victimas vivían en unión libre; ocho de cada diez son católicos, y tres personas desaparecidas formaban parte de algún movimiento social; el 54% de las desapariciones ocurrieron en la vía pública; el 97% de los casos fueron denunciados, pero seis de cada diez no han recibido atención.
Por qué buscamos
María Luisa Núñez se asumía como una abogada ordinaria que formaba parte del inmenso engranaje burocrático. Cuando su hijo Juan de Dios desapareció en 2017, se vio obligada a fundar el colectivo Voz de los desaparecidos en Puebla como una forma de construir un pilar al cual aferrarse frente a la devastación.
“¿Por qué tendríamos que buscar en colectivo?”, arrojó al público de la IBERO Puebla. Y ella misma respondió: “El ejemplo más digno de la búsqueda de personas son las familias. Hay compañeras que buscan con pico y palas en cualquier rincón de este país”. La activista ha hecho del encuentro comunitario un acto de amor hacia quienes sufren lo mismo que ella.
Las familias también encuentran un gran impulso en las personas solidarias que caminan junto a ellas. Así lo expresó la fundadora de Uniendo Cristales, A. C., Irma Orgen. En un estado geográficamente complejo como Puebla, resulta fundamental que las movilizaciones trasciendan la zona metropolitana. Así nació su colectivo: como una respuesta al desabrigo institucional de la sierra norte.
Ya sea a través del arte íntimo o la desobediencia civil, los familiares se convierten en agentes políticos que obligan al resto de la población a mirar la realidad; cuando ocurre en colectivo, los reclamos se amplifican. “Seguimos viviendo en un país en el que las autoridades operan como si no pasara nada. Diario en México desaparecen entre 20 y 25 personas. Esto no puede ser normal”, aseguró la perita Valeria Moscoso.
Por su parte, Javier Yankelevich, integrante de la Comisión Nacional de Búsqueda, consideró fundamental visibilizar los testimonios de personas que hayan sido localizadas para identificar los aciertos en el proceso. Del mismo modo, aseguró que es posible impulsar rondas de búsqueda simultáneas si se cuenta con registros exactos de todas las personas desaparecidas en el país.
Juan de Dios fue enterrado en febrero de 2022, casi cinco años después de su desaparición; Marco Antonio Orgen, Galilea Cruz y Karina Alducin no han sido localizados. Aunque logró descubrir el paradero de su hijo, la lucha de María Luisa Núñez, del colectivo y de todos a su alrededor continúa. “Mantener la memoria de los desaparecidos es decir que no andaban en malos pasos, sino que son víctimas del Estado”.