La clave del proceso educativo es crear un ambiente para permitir que los sujetos de la educación descubran sus capacidades y su inquietud de aprender.


En el contexto pandémico, la educación presencial se ha visto interrumpida, hecho que sólo se había presentado en escenarios de guerra y otras excepcionalidades. La discusión sobre lo que tenemos que reaprender en la nueva pedagogía estuvo presente durante el 37° Congreso Nacional y 11° Internacional de Servicio Social y Voluntariado Universitario. IV Coloquio Iberoamericano sobre Voluntariado Universitario.

En algunos países de América Latina ha comenzado la educación semipresencial. No obstante, el proceso supone algunas carencias, como el acceso a la conectividad. “El hecho de no poder hacer aula y no poder mirar a las personas a los ojos genera que no haya interacción de ida y vuelta”, explicó Raúl Zibechi.

Esta limitación, dijo, está desmontando las pedagogías que nacieron en el vínculo social. Como explicó el activista en su conferencia magistral Aprender y enseñar en tiempos de pandemia, la educación es una relación social que, ante la ausencia del aula, debe dinamizarse de otras maneras.

Evocó también los innumerables casos de profesores que han acudido directamente a los hogares rurales para impartir clases y compartir con ellos y sus familias. Allí, la educación gira en torno a la cotidianidad de las personas.

Estableció que vivimos tiempos de colapso (entendido como el cierre de una era) que nos obligan a preguntarnos cómo y para qué educamos. Estos procesos de cambio derivan en alteraciones sustanciales en las sociedades, como los éxodos por razones de seguridad económica y social.

Como seres urbanos, necesitamos aprender a desaprender nuestro entorno citadino. “La ciudad en colapso es un espacio insostenible para el planeta y un peso muerto sobre la reproducción de la vida”.

Zibechi convocó a pensar en acciones que permitan erradicar las conductas consumistas y optar por prácticas sustentables en pro de la reciprocidad con la Tierra. Esto implica asumirnos como seres llamados a moverse; es decir, a desplazarse del lugar material y simbólico en el que estamos.

Advirtió que la resistencia a este abandono puede conducir a la autodestrucción en el contexto de colapso. Lo mismo ocurre en la educación: con su actitud, el docente muestra cuál es su pedagogía e instruye a través del ejemplo.

En una situación de colapso, la salida individual no tiene sentido, pues esta decadencia es producto de conductas egoístas que exacerban la violencia. “El virus es el agente que muestra la profundidad del colapso, pero es consecuencia de un modo de vida de producción y apropiación”, sentenció Raúl Zibechi.

Reflexionó sobre la visión occidental de la resolución de los problemas a través de la guerra, lo cual hay dado pie a un sistema que opera bajo la lógica de eliminación de enemigos.

El efecto ha sido el fortalecimiento de los entes que son atacados. Del mismo modo, este eje cultural del mundo tiende a alargar la vida de manera artificial, mientras que otras comunidades adoptan maneras alternativas de comprender la vida y la muerte.

El pensador uruguayo reivindicó los saberes ancestrales enterrados por la modernidad como una forma de ayudar a las personas a ser seres humanos. “Es un buen momento para crear comunidad, reinventar las pedagogías y aprender que la vida es algo más que respirar”. Finalmente, el especialista deseó que la pandemia ayude a que las personas sean más humildes, dejando atrás los egos blancos, académicos, clasemedieros y urbanos.

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