Tijuana, Baja California, es la ciudad con el transporte público más caro al tener la tarifa mínima más alta del país: $15.00
La Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) se avocó a hacer una investigación sobre los costos del transporte público, así como los tiempos de traslado en siete estados de la República: CDMX, Veracruz, Guadalajara, Estado de México, Tijuana, Yucatán y Nuevo León.
Como resultado, Tijuana, Baja California, es la ciudad con el trasporte público más caro, con la tarifa mínima más alta del país de $15.00; le siguen EDOMEX y Nuevo León, con tarifas de $26.00 y $17.00 respectivamente.
Muchas veces los usuarios se ven obligados a utilizar dos y hasta tres medios de transporte para llegar a su destino, al no existir una tarifa de transferencia deben pagar varias veces por su traslado, encareciendo su movilidad hasta $50.00 diarios, por lo que invierten hasta un 30% de su salario. Además de caro, el transporte es tardado, ya que en un viaje redondo casa-trabajo y regreso tardan al menos dos horas veinte minutos y muchos otros hasta cuatro horas en su día a día laboral, resultando ser un verdadero “crimen social”.
“Nuestra economía pierde con esto entre $50.00 y $86.00 diarios por persona y, lo más valioso, pierde en productividad y empuje; la gente no duerme lo necesario y termina extenuada con tan largas travesías”, comentó Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.
En muchas ciudades no se respeta la tarifa estudiantil y se les cobra a las personas de la tercera edad. Sólo en CDMX los adultos mayores no pagan; sin embargo, su seguridad está lejos de estar asegurada.
«Como es costumbre, las unidades de transporte son viejas y no ofrecen accesibilidad universal a las personas con discapacidad ni trato preferente a las mujeres; sin embargo, el sistema de transporte público más integral y moderno con el que cuenta el país opera en la CDMX y EDOMEX, por estar conurbado a ella. Por lo demás, el transporte en México es caro y malo.»
“Además de lo caro y tardado, los pasajeros viven bajo zozobra de ser asaltados por pandilleros que les roban celulares, joyas y dinero. El enojo ciudadano es un clamor, “todos los días nos apañan”, “ya nos agarraron de su puerquito””, agregó Rivera.
Lo más grave es que este pésimo servicio y la inseguridad que en él priva se ha normalizado, con robos a plena luz del día, a ojos vistos, con la tolerancia de las autoridades.
El Covid-19 nos hizo reflexionar sobre la cultura de movilidad irracional que tenemos los mexicanos. Los parques vehiculares de las ciudades han rebasado por mucho la infraestructura urbana instalada, quedando en el recuerdo aquello de la hora pico, al convertirse en días pico.
El desgaste de los trabajadores y de los pequeños comerciantes en sus traslados resulta inaudito y costoso. En esas condiciones no podemos avanzar, ya que invertir cuatro horas para ir a trabajar o morir en el intento es la disyuntiva de muchos trabajadores en México, condenados a una mala alimentación y a una escasa convivencia familiar.
La gente vive más en los camiones, colectivos y metro que en sus hogares. Continuar con esta forma de movernos es un juego de perder-perder que pone en riesgo la salud emocional de la población, su integridad física y atenta contra el medio ambiente.
La población se tiene que mover todos los días y esto es un factor de presión, desgaste físico, económico y emocional que provoca estrés e impotencia y hace perder mucha energía para lograr llegar a sus trabajos.
Urge abrir un debate sobre la utilidad del home office, horarios escalonados y reducción de la semana laboral a tres o cuatro días como propone el libanés más rico del país y del mundo.
No podemos movernos todos a la vez al mismo tiempo, asistimos al funeral de la semana inglesa de trabajo, somos muchos para poder lograrlo, por respeto al medio ambiente, a la salud y por razones económicas. Pero sobre todo por el compromiso ético de heredar a las próximas generaciones un mundo más habitable es que debemos cambiar nuestra movilidad irracional por una movilidad sustentable y sostenible. No podemos ni debemos continuar moviéndonos a lo loco, eso no es vida.
ANPEC, sensible a la cotidianidad de la comunidad a la que sirve, hace un llamado a cambiar. Testigos fieles del esfuerzo y desesperación que viven nuestros clientes para desplazarse, buscando llevar a sus hijos puntuales a la escuela y llegar a tiempo a sus trabajos, bajo mucha presión y nerviosismo, las de Caín para lograrlo, urge distensionar la vida cotidiana, volverla más amable y seguro haríamos mejor las cosas en nuestro diario bregar.