En Tlaxcala las compras se han convertido en un ejercicio de cálculos y ajustes, de ir tras las ofertas y comparar precios en al menos cinco sitios. Muchas veces los supermercados se han convertido en tiendas exclusivas donde los salarios mínimos no caben. También el llamado a comprar lo local o comprar en la tienda de la esquina ha sido una alerta solidaria que a la larga también ha ido desgastando los bolsillos.

Miguel recurre a los gansitos para explicar la inflación, tiene 45 años y un negocio de frutas y verduras en el mercado ´Emilio Sánchez Piedras´ del municipio de Tlaxcala. ´En 1994, con tres pesos, podías comprar un gansito; ahora, el mismo producto cuesta 18 pesos. Si el salario mínimo en Tlaxcala es de 172 pesos, con eso –explica- te alcanza para 9 gansitos cuando en 1994 te alcanzaba para 57´, dice mientras hace las cuentas en su libreta de notas.


Al recorrer el mercado de Tlaxcala la gente entiende la inflación como el aumento de precios de los productos de la canasta básica o la pérdida de valor del dinero en comparación con otros tiempos.


Los gansitos se pueden cambiar por kilos de tortilla: con el salario mínimo podías comprar hace 15 años 43 kilos de tortilla, ahora alcanza para 9 kilos, un producto que casi iguala el valor del dólar.

La inflación es eso, el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios en el mercado durante determinado periodo de tiempo, por lo que, cuando el nivel general de precios sube, con cada unidad de moneda se adquieren menos bienes.


En la primera quincena de diciembre Tlaxcala se ubicó como el estado con la segunda inflación más alta del país con 0.82 por ciento, es decir, los bienes y servicios aumentaron su costo en 0.82 por ciento de manera generalizada, o bien, el valor del salario mínimo perdió 0.82 por ciento de su poder de compra. Mientras, la inflación anual acumulada llegó a 7.57 por ciento en la entidad.


En el mercado de Tlaxcala, donde Miguel y su familia trabajan todos los días vendiendo fruta, existe un rincón poblano. Un largo pasillo está dedicado a las cemitas que, por su variación de ingredientes, cada vez están más cerca de ser una experimentación culinaria que una tradición poblana.


Ahí, la inflación le pegó a los bolsillos de los consumidores en uno de los productos básicos de la comida callejera: el refresco y el pan.


En la última quincena de noviembre una Pepsi de 600 mililitros costaba 13.50 pesos. Ya para la primera quincena de diciembre el precio subió a 14.50 pesos, un aumento de 0.82 por ciento del costo real. Ahora, si la inflación anual acumulada es de 7.57 por ciento podría decirse que el precio de la misma Pepsi hace un año era de 13 pesos, lo que significa que en doce meses el precio de un refresco de 600 mililitros es dos pesos más caro.


Del mismo modo, la cemita pasó de 45 pesos a 55 pesos en un año debido el paulatino incremento del pan. Lo mismo sucede con la carne, la fruta, la verdura, los lácteos, los granos y los 24 productos que integran la canasta alimentaria básica.


Con 172.87 pesos, monto que corresponde al salario mínimo en la zona centro del país que incluye Tlaxcala, uno puede comprar en las tiendas de la colonia un kilo de pollo surtido en 62 pesos, un kilo de tortilla en 18 pesos, un litro de leche en 38 pesos, ocho piezas de pan en 24 pesos y un kilo de huevo en 41.99 pesos, una medida estándar para al menos tres integrantes de una familia.


Lo mismo, pero en el supermercado, vale 198.70 pesos y en el mercado de Tlaxcala 178.9 pesos, una diferencia de ahorro o gasto entre los cinco y casi 20 pesos aunque mucho depende del tipo de supermercado, del día de la compra e incluso de la distancia-tiempo-gasolina-pasaje, por eso se dice que nos hemos convertido en contadores y contadoras y en especialistas en cálculos matemáticos sobre la relación de la fuerza, el peso y la distancia entre los precios y las ofertas que, en suma, son inversamente proporcional a la inflación.


La inflación trastoca todo, el alza del transporte aéreo de 19.61 por ciento en diciembre repercutió en el precio de los productos importados, la mayoría llegan a los supermercados.


Soriana es quizá una de las plazas más caras de Tlaxcala, la pechuga de pollo cuesta 119.90 pesos -casi el 70 por ciento del salario mínimo- mientras que en el mercado de Tlaxcala el precio es de 80 pesos ´¿Y por qué tan caro joven?´


Esto visibiliza otro aspecto de la crisis que el Coneval llama pobreza laboral. En 2022, el 48 por ciento de la población tlaxcalteca se encontraba en esta condición, es decir, tenía ingresos inferiores al costo de la canasta básica: el segundo más alto a nivel nacional.


En ese periodo se reportó un ingreso real en el hogar de 2 mil 207.98 pesos mensuales, mientras que el costo de la canasta alimentaria fue de 2 mil 86 pesos al mes para cubrir las necesidades solo de una persona.


Para equilibrar esto, el gobierno federal siempre ha tratado de ajustar el salario mínimo: entre 2018 y 2022 pasó de 88.15 pesos a 147.32. Ahora, ha anunciado que para 2023 será de 207 pesos por jornada de trabajo, es decir, tendrá un incremento de mil 52 pesos mensuales con la propuesta además de que la canasta alimentaria básica cueste solo mil 38 pesos.


Aunque el Coneval mide el costo de la canasta con 85 productos el Inegi y el gobierno federal contemplan 24:


Aceite vegetal comestible 1 pieza de 946 ml
Arroz en grano 1 kg
Atún en aceite en hojuela (máx. 5% soya) 2 latas de 140 g
Azúcar estándar 1 kg
Carne de res 1 kg
Cebolla blanca 1 kg
Chile jalapeño 1 kg
Carne de cerdo 1 kg
Frijol negro 900 grs
Huevo de gallina 1 paquete de 18 piezas
Jabón de tocador 1 pza
Jitomate saladet 1 kg
Leche de vaca 5 litros
Limón 1 kg
Manzana 1 kg
Plátano 1 kg
Pan blanco de caja 1 paquete de 680 grs
Papa blanca 1 kg
Papel higiénico 1 bolsa de 4 piezas
Pasta para sopa 1 paquete 220 grs
Carne de Pollo 1 kg
Sardina en tomate en lata 1 lata de 425g
Tortilla de maíz de supermercado 4kg
Zanahoria 1 kg.

Lo anterior será positivo si la inflación no crece ni hace que los precios de la canasta básica vuelvan a estar por encima del valor del dinero que recibimos por nuestro trabajo.


En el mercado las voces se mezclan. Las aplanadoras de metal de las carnecerías con la música de fondo, ´de a 43 el kilo de manzana´, ´pásele marchanta, escójale güera´; mujeres y hombres cuentan monedas, fruncen el ceño, buscan ofertas y el ´pésele bien, que no se pase´ y ´por qué tan caro´ se han convertido en expresiones de una competencia de vencidas donde el brazo más fuerte es la inflación.

Por Iván Muñoz

Foto: Andrea Vicente/Agencia Enfoque

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