Algunos experimentos internacionales han sido cancelados o aplazados. Los partidarios de la idea revelan los problemas que tienen en común.
Muchos en Silicon Valley apoyan la idea de la renta básica universal como una respuesta a la pérdida de puestos de trabajo causada por la automatización.
Este concepto consiste en que el Gobierno conceda a los ciudadanos una cantidad de dinero mensualmente para hacer frente a los gastos en alimentos, facturas y ropa, independientemente de sus ingresos o del estatus de empleo de los receptores.
Los partidarios de esta idea aseguran que debe ayudar a lidiar con la pobreza ofreciendo apoyo a la población en condiciones de desempleo, así como una mayor flexibilidad en la búsqueda de trabajo.
Para que el proyecto obtenga apoyo masivo hacen falta datos, algo que varios experimentos han estado tratando de recoger.
Pero este año, algunos de ellos han sido cancelados, aplazados o suspendidos al poco tiempo de iniciarse, informa el portal MIT Technology Review.
En junio de 2018, el medio declaró que el proyecto del ingreso ciudadano podría funcionar bien si se implementa tal y como se hizo en Canadá, con referencia a las 4.000 personas que reciben este tipo de pago mensual incondicional en la provincia de Ontario.
Luego, solo dos meses después, se anunció que ese programa terminaría en el nuevo año en lugar de durar tres años.
Los últimos cheques serán entregados a los participantes en marzo de 2019.
El portal menciona que estaba a la espera de los resultados de otros dos experimentos principales sobre la renta básica incondicional.
Otro experimento, emprendido por la aceleradora de ‘startups’ Y Combinator, enfrentó retrasos que lo han aplazado hasta este año.
Eso no quiere decir que todos los experimentos con la renta básica universal hayan fracasado.
Solo en América del Norte existen dos programas que han estado funcionando durante más de 20 años. España y Kenia también están realizando sus propias pruebas de alto perfil.
Pero los problemas que afectaron a los programas de Ontario, Finlandia e Y Combinator ilustran las dificultades que este tipo de experimentos enfrentan de manera permanente.
Problema 1: la política En Finlandia, la escala del experimento ha sido relativamente pequeña.
En ese país europeo 2.000 personas fueron escogidas al azar entre la población desempleada y pobre para recibir 560 euros al mes durante dos años.
Esta participación tan pequeña probablemente se debe a que el gobierno conservador «no tenía la intención de experimentar apropiadamente con el ingreso ciudadano universal», según comentaron desde el centro analítico Parecon Finland, describiendo el proyecto como «condenado desde el principio».
El programa de Ontario fue clausurado por el nuevo gobierno conservador de la provincia.
Había sido implementado inicialmente por el anterior gobierno liberal, por lo que siempre existió la preocupación de que no sobreviviera a las elecciones.
Los cambios políticos dificultan el mantenimiento de tales experimentos a menos que exista una forma de diseñarlos respaldada por ambos lados del espectro político.
Problema 2: la financiación Regalar dinero gratis es caro. Los experimentos privados deben contar con donantes generosos y con frecuencia les cuesta obtener los fondos que necesitan.
Y Combinator necesita recaudar 60 millones de dólares de individuos, fundaciones nacionales y grupos filantrópicos locales y ha anunciado que la prueba no comenzará hasta que se obtenga toda la financiación.
Los proyectos gubernamentales, por otro lado, tienen que contar con el apoyo de políticos y tributantes.
Lisa MacLeod, ministra de Servicios Sociales de Ontario, mencionó el alto coste del proyecto —150 millones en dólares canadienses, unos 113 millones de dólares de EE.UU.— como una razón para potenciales recortes sociales, y dijo que «claramente no es una explicación que satisfaga a las familias de Ontario».
Problema 3: amenaza a las prestaciones ya existentes «Los líderes de proyectos piloto han estado preocupados por el hecho de que la renta básica universal pueda perjudicar a los beneficiarios a largo plazo, por ejemplo, expulsándolos de otros programas sociales», comentó Catherine Thomas, investigadora del Laboratorio del Ingresos Básico de la Universidad Stanford.
Para evitar eso, han tenido que trabajar con agencias municipales y estatales para obtener exenciones para los beneficiarios. Pero obtener esas exenciones toma mucho tiempo y papeleo.
«El experimento de Y Combinator se retrasó por el trabajo con las agencias del gobierno local para obtener exenciones y la búsqueda de opciones bancarias que no fueran depredadoras ni demasiado onerosas para las personas con bajos ingresos», explicó Thomas.
Vista del monasterio de Rheinau, a las orillas del río RinUn pueblo de Suiza pagará 2.500 dólares al mes a sus habitantes Finlandia también ha enviado mensajes polarizados a lo largo del experimento en lo que se refiere a los subsidios al paro.
Mientras tanto, la idea del ingreso básico universal no es nueva.
Varios programas han existido durante algún tiempo, como el Fondo Permanente de Alaska, que desde 1982 reparte entre los habitantes de ese estado estadounidense las ganancias de la venta de petróleo.
Una encarnación anterior de la idea fue apoyada por el economista conservador Milton Friedman en la década de 1960, y tanto Richard Nixon como su oponente demócrata, George McGovern, apoyaron una versión de esa durante la campaña de 1972, en un raro caso de apoyo bipartidista.
Para sus partidarios, y hay muchos, particularmente en Silicon Valley, la renta básica universal es una idea radical que no solo aliviará la pobreza, sino que también abordará las implicaciones de la futura automatización.
Pero, para otros, tiene el potencial de reducir la fuerza laboral.
MIT Technology Review señala que la única forma en que la idea puede ser aceptada a nivel significativo y de gran envergadura es mediante más datos y más pruebas.
Sin estos, por más que se le apoye en Silicon Valley, es poco probable que la opinión pública, al menos en EE.UU., le preste atención.