La comparación nace del epílogo del mítico boxeador, quien en su declive supo oficiar de RRPP en la cantina nocaut, ofreciendo su leyenda para una firma o una foto.


Una frase se había tornado redundante en la intimidad de Diego Maradona en los últimos años. “Yo no voy a terminar como Gatica firmando autógrafos por guita en un bar”, repetía, como un dogma, a pesar de que su rúbrica ya se había transformado en símbolo, tatuaje y hasta adornaba el capot de uno de sus tres BMW coupé, que descansa en un estacionamiento, a la espera de la sucesión.

La comparación nace del epílogo del mítico boxeador, quien en su declive supo oficiar de RRPP en la cantina nocaut, ofreciendo su leyenda para una firma o una foto. Pelusa, que murió el pasado 25 de noviembre en la casa que alquilaba en el Tigre, logró gambetear aquel destino al que le temía, tal vez basado en aquella infancia de privaciones y sacrificios de Doña Tota y Chitoro para que a sus hijos no les faltara para comer.

Pero al mismo tiempo tenía un nivel de gasto elevado, según la auditoría que encomendó su abogado, Matías Morla, y que seguramente se anexará a la documentación que llegará a manos del juzgado a cargo de la puja por la herencia. Según la información a la que pudo acceder Infobae, en promedio, el ex capitán de la Selección tenía erogaciones por alrededor de 10 millones de pesos por mes.

¿En qué gastaba Diego su dinero? Por lo pronto, más allá de que tenía propiedades a su nombre (la mítica propiedad de Segurola y Habana, otra propiedad más moderna en Puerto Madero, un departamento y la casa de Rocío Oliva y su familia, adquirida por él y posteriormente cedida a su ex pareja) alquilaba la casa que habitó en Bella Vista, y luego hizo lo mismo con la del barrio privado Campos de Roca, en la localidad de Brandsen, a la que se mudó debido a que era más espaciosa y quedaba cerca del predio de Estancia Chica, donde se entrena Gimnasia (disponía de cuatro habitaciones, más una de servicio, una enorme sala de estar, parque con piscina y cancha de fútbol 5 y quincho con parrilla).

Tras la operación por el hematoma en la cabeza, pagó por adelantado la locación de la casa en el barrio San Andrés de Tigre por tres meses. Según su círculo íntimo, el costo fue de 16.000 dólares. Pero el desglose de los gastos habla también de la cantidad de familias que dependían de la maquinaria Maradona. El ex enganche tenía 40 personas que trabajaban directa o indirectamente para él; desde su secretario personal, pasando por los custodios o la cocinera.

Del bolsillo del astro salía, por ejemplo, el desembolso de 11 planes de salud de una reconocida prepaga. Absorbía el costo del seguro de 7 vehículos, cuando en Argentina tenía 4, y solo dos utilizaba con asiduidad.

El resto pertenecía a autos de integrantes de su círculo íntimo. Diego solventaba el abono de 15 líneas telefónicas mensuales. Algunas eran propias, otras de sus empleados y también pagaba las de algunos de sus familiares. Y se hacía cargo de los impuestos y servicios de seis propiedades en total. Pero más allá de los gastos fijos, según cuentan quienes lo frecuentaban, Maradona era “generoso” con amigos, familiares y allegados, lo que lo llevaba a engrosar sus erogaciones. En todas las “fechas importantes”, hacía enviar regalos a sus hermanas, hermanos, hijos, sobrinos, nietos y primos.

Los arreglos florales grandes eran un clásico, pero en muchos casos venían acompañados de un sobre con dinero o algún presente extra.

En las relaciones, subrayan, también era “desprendido” y hacía regalos costosos. Por caso, le gustaban las joyas para lucirlas, como sucedió con el anillo de 300.000 dólares que le obsequiaron en Bielorrusia, pero también para ofrecerlas como prueba de amor. En las comidas o reuniones siempre buscaba ser buen anfitrión.

No permitía que sus invitados osaran llevar su mano al bolsillo. Y en los momentos en los que residió en el exterior, ya sea en Europa, Asia o México, el costo de las visitas de sus seres queridos corría por su cuenta. Vale como ejemplo la fiesta de cumpleaños que organizó en 2016, cuando vivía en Emiratos Árabes. Hasta allí llegaron alrededor de 40 invitados desde distintas partes del mundo. Por ejemplo, Diego junior y su esposa Nunzia se trasladaron desde Italia.

Otro contingente lo hizo desde Argentina, entre otros, su hija Jana, sus hermanas, su entonces pareja Rocío Oliva y su familia. Hasta Jorge Burruchaga, ex compañero de Pelusa en la gesta del Mundial 86, se hizo presente. Y armó una celebración a puro lujo, con dos tortas (una en forma de pelota y otra, una réplica de la Copa del Mundo que alzó en el clímax de su carrera).

Sus agasajados viajaron todos en primera, a razón de 20.000 dólares el pasaje. “Mis invitados no viajan en turista. Yo viví en Fiorito y si hoy puedo darles las comodidades que yo no tuve, lo hago”, argumentó.

De aquella aventura en Dubai quedó un container repleto de tesoros que aguarda por la repartición judicial en una baulera en Béccar.

Forman parte de dicha colección una carta escrita y firmada por Fidel Castro, la guitarra con la que Andrés Calamaro le compuso su canción o un balón de platino que la FIFA les entregó a las leyendas del fútbol. Gemas que no llegó a regalar y pasaron a ser presas de la disputa por la herencia, que ya comenzó.

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