En la final individual de los Juegos Olímpicos de París, Carlos Alcaraz fue derrotado por Novak Djokovic. A pesar de tener hasta ocho oportunidades de break en la primera manga, el tenista español no logró superar al serbio en los momentos cruciales.

Djokovic se llevó la victoria con un marcador de 7-6(3) y 7-6(2), en un emocionante partido que agrega a su legendaria carrera. Además, para el serbio, este título era especialmente significativo, ya que a sus 37 años buscaba el último logro importante que le faltaba en su impresionante historial, que incluye 24 títulos de Grand Slam, siete Masters y una Copa Davis.

El duelo llegaba 21 días después de la final de Wimbledon, en la que Alcaraz había vencido al serbio con una superioridad insultante. Nole había llegado a la hierba londinense tras una frenética carrera contra el tiempo y la lógica, porque el 5 de junio se había operado de la rodilla.

Ya, en París, había dado un susto en su encuentro de cuartos de final ante Tsitsipas. La rodilla parecía que se resentía pero el tenista balcánico es lo más parecido al resucitado Lázaro que ha dado el deporte mundial y no sólo acababa ganando al griego sino que en semifinales despachaba a Musetti sin rastro alguno de sus dolencias.

Ya fuera porque el público entendía que era la última bala del serbio en unos Juegos o porque veía a Carlos claramente favorito, lo cierto es que la Philippe Chatrier estaba de inicio volcada con Novak, con gritos de «Nole, Nole» que ahogaban los de los españoles en apoyo del murciano.

Un primer set en el alero

El primero juego, con Djokovic al servicio, acababa con un buen saque abierto del serbio que Alcaraz no era capaz de contestar. La batalla prometía ser épica.

Poco tardó Novak en disponer de una primera bola de break, que el español resolvía con una dejada marca de la casa. Carlos ganaba finalmente su primer turno al saque en medio de un griterío más propio de la Copa Davis que de un Grand Slam.

A continuación Alcaraz desperdiciaba un 0-30 y daba oxígeno a un Djokovic al que no le estaba funcionando su saque -apenas un 33% de primeros servicios en dos juegos-.

Un resto ganador del serbio ponía un peligrosísimo 0-40 en el electrónico pero Carlos tiraba de su infinito repertorio de golpes para neutralizar la amenaza, cerrando el cuarto juego con una gran volea.

Cinco bolas de break

Sin tiempo para el resuello, Djokovic se subía, ahora sí, a lomos de su primer servicio para levantar hasta tres bolas de rotura en su tercer turno al saque. El break se mascaba en el ambiente pero de momento no tenía dueño y el murciano aguantaba el pulso de inmediato (3-3).

Con 4-3 en el marcador, tras un juego cómodo para el serbio, ambos tenistas se iban a sus respectivas sillas conscientes de que el primero que fallase iba a ir a remolque en una primera manga sin dueño aparente.

No lo hizo el español, en el primer juego en blanco del partido (4-4), ni el balcánico en el siguiente, en el que tuvo que lidiar con hasta cinco nuevas bolas de rotura. Un arsenal que Alcaraz desperdició de forma inmisericorde y acabaría costándole muy caro.

No fue hasta el siguiente juego, en el que el español logró igualar a cinco entre algún grito de «Vamos, Rafa».

Un globo fallido de Carlos le aseguraba cuanto menos el tiebreak a Novak, que restaba de nuevo para sellar el destino de la primera manga. El serbio gozaba entonces de una primera bola de set que Alcaraz despachaba con un buen saque y una derecha ganadora. La muerte súbita era un hecho.

Llegados a este punto, cada tenista mantenía su saque y con 3-3 pasaban una vez más por las sillas. A la vuelta, un resto ganador de Nole significaba el primer minibreak (3-4) y a continuación el serbio ganaba sus dos saques. Eran otras tres bolas de set pero el Djokovic apenas necesitó una, con una gran volea que celebró puño en alto.

Toca remontada de Novak Djokovic

El segundo parcial mostró de primeras que el serbio había ganado en confianza, con un sufrido juego inicial para Alcaraz y uno en blanco para el serbio. Un escenario nada tranquilizador que dio paso a una primera bola de rotura del serbio que Carlos solventó con una gran derecha.

Como sea, el tenista balcánico, que volvía a ganar su saque en blanco, estaba absolutamente agigantado ante las dudas del español. La cosa, para qué negarlo, no pintaba nada bien.

Aun así, sin la exuberancia de otros días, Alcaraz aguantaba el pulso y se colocaba 5-4 con un smash celebrado con alborozo por sus incondicionales. Tocaba restar para forzar el tercer y definitivo set.

Novak Djokovic volvía a mostrarse infranqueable y daba paso a un nuevo turno de Carlos al saque que el español cerraba en blanco. Un segundo tiebreak era el premio menor. La respuesta del ganador de 24 grandes fue otro juego impoluto. Estaba claro que no quería jugársela en una incierta tercera manga.

Fue el momento del Novak Djokovic, inconmensurable, que no comete errores y encuentra ángulos donde los demás hallan oscuridad. Carlos lo intentó todo pero el balcánico sabía que era su gran momento, el de saldar una deuda que tenía con Serbia desde aquella primera derrota con Rafa en las semifinales de 2008, y no falló. Suya es la gloria.

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